Toda la estructura social y financiera actual se basa en que las personas intercambien sus habilidades y conocimientos por dinero en forma de salario. ¿Qué sucedería si se rompiera la cadena por el primer eslabón y las personas ya no necesitaran trabajar porque lo hace una máquina o inteligencia artificial?

Esa es la pregunta sobre el futuro de la humanidad que un día se hizo Sam Altman, CEO de OpenAI, y una de las respuestas fue la renta básica universal. Un estudio realizado por OpenResearch y financiado por Altman ha analizado durante ocho años qué sucedería si todos recibiéramos una determinada cantidad de dinero mensualmente sin necesidad de trabajar.

La renta básica universal surge como respuesta de subsistencia para las personas que pueden verse desplazadas del mercado laboral para ser sustituidos por un robot o una IA, de forma que la plusvalía que ofrece esa tecnología cubra las necesidades de la persona a la que sustituye.

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Otras figuras importantes del sector tecnológico han respaldado esta idea en los últimos tiempos, como el cofundador de Twitter, Jack Dorsey, o el propio CEO de Tesla, Elon Musk. Uno de los padres de la IA, Geoffrey Hinton, recomendó hace poco al Gobierno británico que adoptara una renta básica universal para mitigar los efectos que la IA podría provocar reemplazando lo que él denominó “trabajos mundanos”.

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Cómo se realizó la investigación

El estudio empezó oficialmente en 2019, cuando OpenResearch buscó a 3.000 participantes residentes en dos estados de EE.UU: Texas e Illinois, que tuvieran ingresos inferiores a 28.000 dólares anuales. A un tercio de esos participantes les entregó 1.000 dólares mensualmente sin condiciones durante tres años, mientras que al resto solo se les entregó 50 dólares al mes.

Los datos del estudio de OpenResearch revelan que aquellos que recibieron los pagos de 1.000 dólares mensuales empezaron a ahorrar un 25%, pero también incrementaron su gasto mensual en un promedio de 310 dólares al mes, pero utilizaron ese incremento para comprar alimentos, pagar el alquiler o el transporte. Las personas de este grupo ofrecieron un mayor apoyo a otras personas necesitadas que el resto de participantes en el estudio.

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Los investigadores no encontraron “evidencia directa de un mejor acceso a la atención médica o mejoras en la salud física y mental” entre quienes recibieron los 1.000 dólares. Estos ingresos no mostraron una mejora de la salud de las personas, pero se registraron reducciones significativas en el estrés, angustia mental y de inseguridad alimentaria durante el primer año, aunque esto redujo en el segundo y tercer año. (I)