A Anabel (nombre supuesto) apenas le dio tiempo de reaccionar. Hace un par de semanas un agente judicial timbró la puerta de su casa en el madrileño barrio de Carabanchel y le pidió que la abandonara. La quiteña no puso resistencia. Recogió lo que pudo y lo guardó en una maleta. Se quedó en la calle. En noviembre recibió una carta que le advertía del desahucio pero no indicaba ni fecha ni hora.