Dos papas. Dos santos. Dos doctrinas. Una postura liberal y una conservadora, que han mantenido sus distancias dentro de una misma iglesia, parecen encontrar un punto de conciliación hoy con la canonización en una única ceremonia de Juan XXIII (el italiano Angelo Giusepe Roncalli) y Juan Pablo II (el polaco Karol Wojtyla).

Elevar a la gloria de los altares al mismo tiempo al carismático y conservador Juan Pablo II (1978-2005), primer papa no italiano en más de cuatro siglos, y a Juan XXIII (1958-1963), que abrió la Iglesia a la pluralidad del mundo moderno, ha sido considerado un golpe maestro del papa Francisco para reconciliar dos visiones de la Iglesia y balancear el culto a la personalidad que suscita el polaco.

“Con la primera canonización doble de dos pontífices, Francisco anhela reunir a reformistas y conservadores dentro de la Iglesia católica y ungir en figuras modélicas a dos personalidades históricas del papado”, señala el analista político internacional Julián Schvindlerman en un análisis publicado en diario La Nación de Argentina el pasado viernes.

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Juan XXIII pasó a la historia como el pontífice que convocó el Concilio Vaticano II (1962-1965), que abrió a la Iglesia al mundo para modernizarla.

Juan Pablo II, que viajó por el mundo y se acercó a los jóvenes para llevar su mensaje, confirmó muchas de las reformas del Concilio. Pero cambió el énfasis hacia una iglesia más centralizada, con claras condenas a teólogos rebeldes y las libertades sexuales, y una expresión más firme de la identidad católica.

Hay algo en común: su reconciliación con el pueblo judío luego de la II Guerra Mundial. “Juan XXIII revolucionó las relaciones religiosas entre católicos y judíos; Juan Pablo II revolucionó las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el estado judío. El legado individual de cada uno de ellos en las relaciones interreligiosas es notable”, agrega Schvindlerman.

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Al canonizar a ambos, los analistas dicen que Francisco usará un simbolismo de unidad para instar a los católicos a mirar más allá de estas divisiones y seguir juntos el Evangelio.

Tal ha sido su intención, que ambas canonizaciones ocurren en tiempo récord, sin ajustarse del todo a los estrictos protocolos que el Vaticano exige para ello y que pueden llevar hasta 20 años y costar $ 700 mil, incluso sin tener éxito, revela el diario español El País en una publicación reciente.

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Los principales gastos se van en las tasas del Vaticano. Solo la presentación del primer documento a favor de un nuevo beato (conocida como la “positio”) cuesta $ 8.000 más los honorarios de quien lo postula.

La elevación de Juan Pablo II a los altares se dio en nueve años. Las leyes vaticanas dicen que el trámite para la beatificación, el paso previo a la canonización, debe darse luego de cinco años de la muerte del candidato. La de él empezó un mes después, en mayo del 2005, motivado por el grito de “Santo Súbito” (Santo ya) que pronunció la gente en la Plaza de San Pedro el día de su entierro.

Cumplió, sin embargo, con los demás pasos, entre ellos la demostración de dos milagros: el de la monja francesa Marie Simon-Pierre, a quien curó de Parkinson; y el de la costarricense Floribeth Mora, quien padecía de un aneurisma.

Juan XXIII, en cambio, no cumplió con la condición del segundo milagro. Solo tenía acreditado el de la monja Caterina Capitani, quien padecía una perforación gástrica hemorrágica. Su canonización fue decisión del papa Francisco.

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“El papa tiene la potestad de dispensar la existencia de un milagro. Y esto es así porque entre los milagros y la santidad no hay un vínculo intrínseco, digamos metafísico. Se puede ser santo, haber vivido la fe de forma heroica, y no haber hecho ningún milagro”, dijo Saraiva Martins, prefecto emérito de la Congregación de las Causas de los Santos, conocida también como “la fábrica de los santos” del Vaticano, a diario El País, el pasado 19 de abril.

Martins fue el encargado de dirigir los primeros pasos para la beatificación de Wojtyla y él mismo firmó un decreto pidiendo comenzar rápido.

Aunque los papas simbolizan la unidad de la Iglesia, cada uno tiene sus propias prioridades. Algunas son transmitidas en sermones y encíclicas, otras en los nombramientos de obispos y cardenales o en la elección de candidatos para ser declarados santos. “Canonizar papas puede ser políticamente divisivo en la Iglesia cuando es un intento de una facción de imponer su modelo del papado en el futuro impulsando el legado de su papa favorito”, dijo el reverendo Thomas Reese, analista jesuita estadounidense de asuntos del Vaticano.

El papa Francisco apostó por juntar dos modelos, pero también por tender puentes con las ideas que inspiraron la Teología de la Liberación, de las que Juan XXIII ya hablaba en 1962 cuando se refería a una “Iglesia de los pobres”.

Cambios

Oficiar la misa en varios idiomas, sin dar la espalda
El Concilio Vaticano II, desarrollado entre octubre de 1962 y diciembre de 1965, bajo el mando de dos papas Juan XXIII (quien murió un año después de iniciado el proceso) y Pablo VI (quien lo terminó), implicó reformas en la Iglesia católica. Desde entonces, los sacerdotes debían tener la mirada puesta en los feligreses durante la misa, ya no hacia el altar y de espaldas a los fieles. Además, el latín dejó de ser el idioma obligatorio para oficiar la ceremonia.

 

México, primer destino extranjero del ‘Papa Viajero’
El 27 de enero de 1979 llegaba a la capital mexicana el papa Juan Pablo II, en su primer viaje al extranjero como sumo pontífice. Apenas pisó suelo mexicano, se encorvó para besar el pavimento del aeropuerto. Así instauró lo que sería una postal característica de sus viajes por el mundo. Considerado como ‘el Papa Viajero’, Juan Pablo II visitó 129 países en los cinco continentes. Sus viajes oficiales al extranjero representaron 822 días, casi 3 años de sus 27 de papado.