Tras la captura de Omar Treviño Morales, líder del cartel de narcotráfico de Los Zetas, muchos se preguntan si llegó el fin para una de las bandas criminales más violentas en la historia de México.

Y la respuesta es: no.

La detención del Z-42, como se conoce a Treviño, es un golpe importante para el grupo, pero su estructura operativa sigue en funcionamiento. De hecho, algunos creen que ya se inició la sucesión del capo, un proceso que causará violencia.

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Entre los aspirantes suena el nombre de Maxiley Barahona, alias el Contador, quien está a cargo de la parte operativa del cartel. El cartel se mantendrá con vida porque no se ha tocado la red de protección política y empresarial que lo sostiene, dice el escritor y periodista Ricardo Ravelo, autor del libro Zetas, la franquicia criminal.

Se trata de una estructura que opera en los estados que controlan o donde Los Zetas tienen presencia: Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León, en el noreste; Veracruz y Tabasco en el sureste, así como Guanajuato, San Luis Potosí y Querétaro en la región central del país.

Además, en decenas de poblaciones el cartel tiene el apoyo de gobiernos locales, ya sea por amenazas o complicidad.

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Y desde hace varios años el cartel diversificó sus operaciones a al menos 24 distintas modalidades del crimen.

Los Zetas controlan bandas que secuestran y extorsionan a migrantes centroamericanos en el sureste y las poblaciones fronterizas de Tamaulipas. También cobran cuotas a negocios de esclavitud sexual y piratas, controlan minas de carbón en Coahuila y extorsionan a dueños de casinos en Monterrey, Nuevo León. (I)