Miles de civiles huían ayer en Siria donde la guerra causa estragos en dos frentes distintos: en Afrin, enclave kurdo en el noroeste del país, y en el último bastión rebelde de Guta Oriental, a las puertas de Damasco.

El régimen sirio de Bashar al Asad, respaldado por su aliado ruso, prosigue sus intensos bombardeos sobre las zonas rebeldes en Guta, que trata de reconquistar. Ayer, al menos 30 civiles fallecieron en ataques aéreos contra la ciudad de Zamalka, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH).

Más de 1.394 civiles, entre ellos 271 niños, murieron desde que el régimen lanzó el 18 de febrero una dura ofensiva contra ese feudo rebelde que asedia desde 2013.

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Para escapar de las penurias, las bombas y la muerte, cerca de 10.000 personas abandonaron ayer el enclave, llevando a 40.000 el número de civiles que huyeron de la zona desde el jueves, según el OSDH.

Los civiles no tienen otra opción que buscar refugio en las zonas controladas por el régimen, a pesar del temor a sufrir represalias, asegura la oenegé.

En otro frente de la guerra que devasta Siria desde hace más de siete años, más de 200.000 civiles abandonaron sus casas en la ciudad de Afrin desde el miércoles por la noche, huyendo de los disparos de la artillería turca.

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Turquía y sus aliados sirios cercan esa ciudad en el marco de la ofensiva lanzada el 20 de febrero contra la milicia kurda de las Unidades de Protección Popular (YPG), a la que Ankara califica de terrorista.

La guerra en Siria, que comenzó tras la represión de manifestaciones prodemocracia por parte del régimen en 2011, se convirtió en un conflicto complejo que ha dejado más de 350 mil muertos y millones de desplazados y refugiados. En él intervienen varias potencias extranjeras, incluyendo Rusia, que ha ayudado al régimen a reconquistar su territorio. (I)