Hoy se define la Presidencia de Brasil, uno de los principales países de América, la principal economía de Latinoamérica, uno de los países más grandes territorialmente y en población. Su dirección la compiten el ultraderechista Jair Bolsonaro (favorito) y el izquierdista Fernando Haddad, un ‘delfín’ de última hora del encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, el candidato omnipresente que define la contienda por la aceptación y rechazo que provoca en los electores.

Luego de una campaña presidencial en la que la violencia política eclipsó el debate entre los candidatos, muchos brasileños temen que los ataques sigan después de la probable elección de Bolsonaro.

Los partidarios de Bolsonaro han amenazado en las últimas semanas a jueces del máximo tribunal del país y han atacado físicamente a periodistas y simpatizantes del candidato rival.

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El tenso clima político que se vive en Brasil ha sido comparado con las divisiones que se han visto en el último tiempo en EE.UU. Pero la situación en Brasil es mucho más peligrosa, dicen a la agencia Reuters analistas, porque el país ya sufre una violencia extrema.

“Debido a la retórica (...) con la que ha hecho campaña, Bolsonaro ha abierto la caja de Pandora sobre la violencia política en un país que ya es extremadamente violento”, dice Rafael Alcadipani, experto en seguridad pública de la Fundación Getulio Vargas.

Según los últimos sondeos, Bolsonaro obtendría el 56% de los votos y Haddad 44%. Porcentajes por los que el primero llegó a decir que la única forma en que el candidato del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) tiene para ganarle es que haya fraude.

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Haddad no ha parado de recorrer el país mostrando a su oponente como un fascista que defiende y promueve una visión positiva de la dictadura militar (1964-1985) y que incluso ha llegado a decir que la democracia no sirve.

Candidatos representativos de izquierda como Ciro Gomes o Marina Silva –críticos del PT–, e incluso el expresidente de derecha Fernando Henrique Cardoso se han unido a sectores que piensan que ahora Haddad es el mal menor.

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El noroeste de Brasil podría ser la mejor apuesta de Haddad para recuperar el terreno perdido. Las favelas de Sao Paulo también respaldaron a Lula. “Es importante tener una conexión con los pobres”, dijo Haddad, según AP.

Sin embargo, las sombras de Lula y el PT y el rechazo que provocan tras sus 13 años en el poder (2003-2016) y su participación en uno de los mayores escándalos de corrupción en la historia de Brasil (el Lava Jato) merman sus oportunidades.

El ascenso de Bolsonaro se debe a la frustración de los brasileños por la corrupción política, la crisis económica –hay 13 millones de desempleados–, y el aumento de la violencia y el crimen, según analistas.

 

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Otra de las tácticas del ultraderechista es hacer que la gente piense que uno de los resultados de la dictadura fue el orden y la bonanza económica. Sin embargo, expertos consultados por BBC opinan que es una visión errónea.

“Brasil creció económicamente, eso es innegable, aunque con mucha concentración de la renta. En términos de seguridad pública, el modelo hoy fallido de militarización de las policías fue implantado en aquella época”, indicó Marcos Napolitano, un historiador de la Universidad de Sao Paulo estudioso del régimen militar.

Napolitano añade que la corrupción también fue notoria durante la dictadura, especialmente en las grandes obras.

También la desinformación en las redes sociales alcanzó un nuevo pico en la lucha por la presidencia tratando de manipular al electorado.

La Policía Federal investiga la diseminación de informaciones falsas contra los dos contendientes de la segunda vuelta. El principal campo de batalla de esta guerra en línea es WhatsApp, propiedad de Facebook, que tiene unos 120 millones de usuarios en este país de casi 210 millones de habitantes.

En repetidas ocasiones Haddad ha acusado a Bolsonaro de financiar una campaña de noticias falsas en su contra.

Pese a todo, la victoria de Bolsonaro no sería una sorpresa. Según analistas, en otras elecciones los candidatos con esa diferencia en primera vuelta no han conseguido revertirla. (I)