En Ecuador se aseguran más los vehículos, la vida grupal (que incluye el de desgravamen que contrata una institución financiera para asegurar a todos sus deudores) y las propiedades contra  incendios y líneas aliadas que abarca daños por terremotos. Son seguros obligatorios  atados a la compra de autos y casas a crédito. 

Esto evidencia de que la cultura de aseguramiento es limitada. En el 2018 las primas –lo que  pagan los asegurados a las compañías privadas por la cobertura–  sumaron $ 1.689 millones, 4,2% más que en 2016, cuando fue el terremoto.

Las aseguradoras, en cambio, pagaron en el 2018 reclamos por  $ 783,8 millones, 46,4% de lo recaudado el año pasado. El mayor porcentaje se dio en el 2016 por los efectos del terremoto cuando los siniestros pagados fueron  el 69,4% de las recaudaciones por primas.

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La participación de los seguros respecto al Producto Interno Bruto (PIB) está a la baja, un reflejo de la recesión económica, asegura Otón Chávez Torres, presidente  de la Federación de Empresas de Seguros del Ecuador (Fedeseg).

Las primas del 2018 representaron 1,54% del PIB, en el 2013 fue 1,74%. Chávez asegura que sí se ha observado un incremento de las pólizas de incendios y líneas aliadas en las zonas más afectadas por el terremoto.  “Pero  hay poca preocupación en contratar protección”, dice.

Los asegurados ya han pagado $ 897,8 millones hasta junio último y las aseguradoras cubrieron reclamos por $ 394,2 millones (44% de lo recaudado) durante este año. Los seguros de salud y vida subieron 10% en el 2018, pero los  que protegen a los bienes solo 1%.  

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Katty  y Daniel, ambos de 30 años, enfrentaron la necesidad de contratar un seguro médico privado cuando su primer hijo tenía un mes de vida y tuvo que ser hospitalizado con diarrea y heces con sangre. “No daban con lo que tenía y solo en días gastamos $ 400”, cuenta ella. 

Recuerda que nadie atinaba el diagnóstico hasta que les dijeron que sufría de alergia alimentaria y de reflujos. Al mes de esta emergencia ambos contrataron el seguro para su hijo a un costo de $ 250  al mes. Tras cuatro años hoy pagan $ 120 y también la  pareja se aseguró con $ 230 más. “Con un servicio de salud pública deficiente, es una necesidad”, dice Katty. 

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Con la vigencia desde octubre del 2016 de la ley que regula a los  seguros se dio un repunte en la compra de planes  médicos, dice  Max Celi, gerente comercial en Guayaquil de la aseguradora BMI. “Alguien  con hipertensión no era asegurable antes del 2016, ahora estamos obligados a ofrecerle una póliza”.  Pero no se llega a niveles de   España, donde el 27% de la población tiene un seguro  médico privado.  En Ecuador es el 6%. 

Para Celi, el problema actual es que en el país todavía no se “masifican” estas prestaciones para contener el crecimiento de los costos médicos. “El hospital Metropolitano (en Quito) tiene un robot Da Vinci que opera de manera automática y una operación te puede costar unos $ 20.000, pero en Colombia, con ese mismo equipo, cuesta $ 8.000. Sin embargo, el Metropolitano por su tamaño, los servicios que brinda y su demanda, regula de alguna forma los precios en Quito”.

En cambio, según Celi, en Guayaquil no hay un hospital que sea referente, por lo que los costos médicos son hasta 45% más caros que en la capital: “A las empresas aseguradoras les sale mejor costear el pasaje aéreo de sus clientes y que se operen en Quito. Aunque si es una intervención con el Da Vinci es mejor que el paciente viaje a Colombia y le pagamos estadía, pasajes, movilización”.

Las operaciones del  Da Vinci incluyen  intervenciones complejas  como la extracción de tumores con microincisiones.   

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Katty y Daniel tienen un hipotecario, por lo que cuentan con el seguro  de desgravamen. Así si muere  el titular se salda la deuda y los familiares heredan el bien inmueble sin la obligación de seguir pagándolo. 

Chávez lo explica. “Al pagar la deuda va bajando, si fallece el titular, el banco cobra al seguro el saldo de esta  y si hay una  diferencia esta también le queda a la familia”. De ahí que es importante establecer a los beneficiarios.  “De lo contrario eso pasa a ser parte de los bienes que deja el difunto”, agrega.  

Las aseguradoras no tienen la obligación de buscar a los beneficiarios del seguro de vida cuando fallece el asegurado. Hoy hay  formas de enterarse, ya que por el no pago se activan las notificaciones a los correos o al celular del titular.  

Y  hay cómo demostrar que la causa del no  pago fue la muerte imprevista del titular y los beneficiarios pueden reclamar  sin importar el tiempo que pase, dice Dennis Vaque, gerente comercial de Giros de Seguros S.A. 

La escasa penetración de los seguros responde al limitado poder adquisitivo.  La regulación excesiva, dice Chávez, frena la ampliación de la cobertura a los sectores más vulnerables.

En el mercado todo es asegurable, agrega, es cuestión de medir el riesgo. En Ecuador hay seguros por accidentes que dejan invalidez temporal o permanente dirigido a proteger las partes del cuerpo que son herramientas de trabajo como las manos de los cirujanos  o las extremidades de los futbolistas.

“Los de accidentes e invalidez para profesiones de hasta un millón de dólares se los puede hacer aquí en Ecuador, pero si son cifras mayores se acude a reaseguradoras en el exterior”, dice Chávez. “Hay seguros especializados para deportistas y otras profesiones  para cubrir ciertas circunstancias y riesgos”, menciona Patricio Salas, secretario de la Fedeseg. 

Los equipos de fútbol  aseguran a su plantilla. Estas prestaciones pueden estar incluidas en las pólizas de vida individuales y en  las de accidentes.  En  el 2018 se pagaron $ 30,2 millones por las primeras y $ 99,1 millones por las segundas. Los equipos de Pegasus, el denominado primer satélite ecuatoriano, tenían una cobertura de seguro y en su momento se aseguraron a   los cóndores. (I)