El café de pasar toma muchos nombres. Hay nuevas marcas y otras han empezado a abrirse a más ciudades. Eso hace mayor la oferta de este tipo de café dentro de Ecuador.

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Don Romero, El Cafecito, Café Galván y Don Mathías son parte de esas historias de emprendedores que han invertido sus ahorros o hecho créditos para sacar adelante sus proyectos con una inversión que oscila entre $ 750 y $ 32.000; esto, porque el café de pasar requiere de un proceso menos tecnificado y por ello menos recursos económicos, contrario a lo que ocurre con el instantáneo, que requiere mayor inversión.

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Los motiva mantener la tradición familiar o vivo un legado o la necesidad de generar ingresos ante la falta de empleo. Sin embargo, el negocio no ha sido fácil, pues esa mayor oferta representa una fuerte competencia. Cuentan que en los últimos tres años se han desarrollado una gran cantidad de marcas. Pero siguen innovando y expandiendo su alcance, sobre todo usando como plataforma de venta las redes sociales.

Aunque dicen que llevar sus productos a los grandes supermercados es un tanto complicado por los requisitos que deben cumplir, no lo descartan y algunos hasta lo tienen como meta, que su marca se posicione en esas cadenas.

Don Romero, el rostro y legado de un abuelo en una marca de café

Margot Jiménez, propietaria de café Don Romero. Foto: Cortesía

En un reencuentro entre primos y ante la necesidad de generar ingresos y el deseo de mantener vivo el legado del abuelo materno, empezó el emprendimiento del café Don Romero, que se distribuye en Guayaquil y se está abriendo mercado en Quito.

Margot Jiménez es la gerenta de esta marca de café, en la cual también participan sus padres. Empezó la venta de libra en libra, con 25 exactamente, en el 2007. Tuvo acogida entre sus amistades y continuó con el despacho cada vez mejorando la presentación. Hace dos años patentó la marca, la imagen que luce en la presentación es el rostro del abuelito Segundo Romero.

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La materia prima la obtienen del cultivo de una finca pequeña que tienen en Olmedo, en Loja, cosechan unos 10 quintales, pero no les abastece y compran tres quintales cada mes a caficultores de la zona, que tienen el mismo tipo de café, el arábigo.

El proceso del tostado y molienda se realiza en Olmedo y en Guayaquil completan con el envase.

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La inversión es de entre $ 8.000 y $ 10.000 anualmente, recursos que han sido propios y con préstamo en una cooperativa. “Poco a poco vamos incrementando temas de equipos, máquinas, ahora pensamos implementar un laboratorio pequeño para tener más formal el tema de calidad y mantenerlo”, señala.

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En medio de una fuerte competencia venden aproximadamente entre dos y medio y tres quintales, depende del mes. En verano sale más el producto en Guayaquil.

Lo venden por redes sociales, en un espacio en Entre Ríos y un distribuidor que promociona el producto. “Llegar a los supermercados para los pequeños emprendedores es un poco complejo, no imposible, generalmente en las grandes cadenas se paga a 60 días y ese es un factor bastante negativo para un emprendedor, nosotros trabajamos con la venta diaria”.

Por ahora sus potenciales clientes son los ejecutivos, familias que se conecten con la historia de Don Romero. La funda de 400 gramos cuesta $ 6 y la de 200 gramos, $ 3. La entrega a domicilio tiene un valor adicional. El precio es igual para las presentaciones del café tostado molido y café tostado en grano.

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El Cafecito se inició como cafetería y ahora estrena su propio café

En abril se lanzó al mercado la marca El Cafecito. Foto: El Universo

Ir constantemente a locales donde vendían café les dio la idea a Belén Solórzano y su novio Renato Flores de ponerse una cafetería -la llamaron El Cafecito- que abrió hace un año y hace poco lanzaron su propio café.

Durante casi tres meses buscaron a sus proveedores y seleccionaron a quienes cumplen condiciones para ellos importantes: la sostenibilidad y que sea ecoamigable. Así, sus principales proveedores son agricultores de una hacienda de Santa Elena y una de Isidro Ayora, en Guayas. Han comprado aproximadamente 1,2 toneladas.

Este abril lanzaron la marca El Cafecito con un primer stock de 200 muestras de 250 gramos que el mismo día se terminaron. El segundo stock fue de 225 muestras y el tercero de 275. La inversión aproximada es de $ 750 y su proyección anual es llegar a casi 9.800 muestras.

Su nicho de mercado es la población de entre 23 y 35 años. Para el primer trimestre del 2024 tienen planificado independizarse en el procesamiento del café. Solórzano cuenta que, si logran ser autónomos para trabajar con la materia prima, la inversión está pensada en unos $ 20.000.

El proceso empieza con la selección del grano, luego de revisar que cumpla con las condiciones mencionadas compran el producto, para después continuar con el secado, tostado y molido en otras instalaciones, que son alquiladas. “De esto ya sacamos nuestras mezclas de dos variedades, arábigo y robusta, hacemos una mezcla, los empaques también son biodegradables y la etiqueta es del mismo material”, explica.

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La principal plataforma de El Cafecito son las redes sociales, con envíos a domicilios, y en la cafetería, que está ubicada en el km 0,5 de la av. Samborondón, en el edificio CIS del ECU911.

Posicionar su marca en otras perchas es parte de su planificación, pero en pequeños distribuidores, principalmente los que van por la misma línea de la sostenibilidad, productos orgánicos. Dice que llegar a los grandes supermercados es “un poquito más difícil la entrada porque piden muchos requisitos”.

La presentación de El Cafecito de 250 gramos tiene un costo de $ 5, que es molido y tostado, y el de una libra cuesta $ 8, por pedido.

Café Galván surgió de la falta de empleo

Carlos Galván, propietario de Café Galván. Foto: Cortesía

La falta de empleo durante la pandemia movió la idea del emprendimiento familiar, en diciembre del 2020. Así nació Café Galván, en Piñas (El Oro), cuenta su propietario Carlos Galván.

Durante estos casi tres años en el mercado ha visto un crecimiento con la marca con los clientes de su ciudad natal y los de Machala, Quito, Guayaquil, Cuenca y en la región Amazónica. Su principal cliente es de Quito.

Además de la necesidad de un empleo, el negocio busca ayudar a los productores de la zona, pues dice que nadie le daba un valor agregado, en este caso el procesamiento.

La primera vez compró seis quintales del producto y procesó su primer lote de 150 libras. Alquiló en los primeros dos meses una máquina para tostar, luego adquirió una propia a través de un crédito y ahora tiene su propio molino y vende de seis a siete quintales mensuales, es decir, unas 540 libras.

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La inversión inicial fue de $ 5.000 que obtuvo de un préstamo en una cooperativa. En la actualidad la inversión, solo en la compra de café, bordea los $ 15.000.

Galván es uno de los beneficiarios de los créditos de BanEcuador, dice que con esos recursos precisamente puede acceder a mayor materia prima.

Su meta es que Café Galván llegue a las perchas de los supermercados y expandirse a más ciudades del país.

El precio al por mayor de la funda de 400 gramos es de $ 3,25 y la de 200 gramos tiene un valor de $ 1,65.

Don Mathías ya falleció, pero su café sigue en el mercado y creciendo

Proceso de empaque del café Don Matías. Foto: Cortesía

Café Don Mathías nació en el 2002. En ese entonces se comercializaba en Alamor, una zona del cantón Puyango (Loja), de manera artesanal y en papel de despacho. Con el paso del tiempo han ido evolucionando la presentación del empaque, pero manteniendo la esencia.

Mathías Dávila -ya fallecido- fue quien empezó con este emprendimiento y por eso el nombre Don Mathías, según Kevin Villón, quien es el distribuidor autorizado de la marca en Guayaquil.

Actualmente se expende en Loja, pero en febrero pasado empezó la expansión del café fuera de la provincia originaria del producto, precisamente en Guayaquil.

En los inicios de la marca vendían entre 200 y 400 unidades y esos números han ido en aumento, sobre todo en la época de la pandemia. Se implementaron mejoras y empezaron a vender entre 3.000 y 4.000 unidades del café, específicamente en el 2020.

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Su meta es llegar a vender de 10.000 a 20.000 unidades. Cuenta que hasta abril pasado han comercializado 4.500 paquetes, cuya materia prima compran a agricultores de parroquias como Arenal, Vicentino, entre otras.

Para continuar mejorando el procesamiento de la materia prima, Villón relata que hace poco se implementó un transformador, porque las máquinas que emplean consumen más electricidad, además que compraron un molino. Una inversión de casi $ 32.000.

Y tienen como visión de la empresa llevar el producto a supermercados, a los aeropuertos.

La presentación de 200 gramos tiene un valor de $ 2,50 y la de 400 gramos de café tradicional, es decir que no tiene ningún tipo de químico, $ 4,50. Además, ofrece un café gourmet, que es de 400 gramos, a un precio de $ 7,75. (I)