Es común que, erróneamente, en el mundo empresarial aún se vincule el término sostenibilidad únicamente a cuestiones ambientales. Sin embargo, esta visión ha evolucionado aceleradamente y en Ecuador es necesario tomar mayor conciencia sobre la responsabilidad social corporativa, ya que la globalización, los avances en la transformación digital, la inteligencia artificial y la Industria 4.0, sumados a las crecientes exigencias de los consumidores, han redefinido el papel de las organizaciones.

Las empresas no solo deben preocuparse por su impacto ecológico, sino asumir un compromiso con la sociedad y sus grupos de interés, gestionando de manera responsable las consecuencias que generan sus operaciones. Un enfoque útil para estructurar este compromiso es el ESG (criterios ambientales, sociales y de gobernanza), el cual garantiza que dentro de las decisiones empresariales se consideren no solo los aspectos financieros, sino también el bienestar de empleados, clientes y comunidades. Incorporar este modelo en la estrategia corporativa tiene un valor agregado, pues fortalece la reputación y asegura la viabilidad a largo plazo de las organizaciones.

Diversos enfoques conceptuales han demostrado la importancia de integrar la sostenibilidad en la estrategia empresarial. Freeman (1984), con su teoría de los stakeholders, enfatiza que las organizaciones deben responder a todos los grupos con los que interactúan, y no solo centrarse en los accionistas. Porter y Kramer (2011) refuerzan esta visión con su modelo de valor compartido, resaltando que el impacto social no solo es una responsabilidad ética, sino también una ventaja competitiva. Estas perspectivas han consolidado la idea de que generar un impacto positivo en la sociedad no solo fortalece la reputación corporativa, sino que también contribuye a la rentabilidad y sostenibilidad del negocio.

Frente a este cambio de entorno, las empresas, sobre todo en el sector privado, deben asumir el reto de transformar la protección social en un pilar fundamental dentro de su modelo de negocio. Este proceso puede comenzar internamente, con sus propios colaboradores, generando condiciones laborales justas, programas de bienestar integral y planes de desarrollo profesional. Luego, debe extenderse a la relación con los clientes, asegurando prácticas comerciales éticas, información transparente y el desarrollo de productos responsables. Finalmente, la protección social también debe reflejarse en la interacción con el entorno, impulsando iniciativas que promuevan la equidad, el acceso a la educación y la mejora en la calidad de vida en las comunidades cercanas a sus operaciones.

Para visibilizar los avances en este tipo de enfoques, se han desarrollado diversos rankings que evalúan la responsabilidad empresarial. Uno de los más completos es el ranking Merco de Responsabilidad ESG, que reconoce a las empresas con mejor reputación en sostenibilidad, transparencia y compromiso social. Su mayor aporte no es únicamente el reconocimiento público, sino el hecho de que este tipo de mediciones reflejan el creciente interés de consumidores e inversionistas por modelos de negocio que logren equilibrar rentabilidad con impacto social.

Las organizaciones que han logrado integrar la sostenibilidad en su cultura, filosofía y ADN han demostrado que pueden ser rentables y, a la vez, generar un impacto positivo en la sociedad. De hecho, algunas han contribuido activamente al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). No obstante, aún queda mucho por hacer, ya que no basta con adoptar prácticas aisladas o cumplir con las normativas básicas, es necesario que la protección social esté integrada en la estructura organizacional, lo que se puede lograr mediante políticas de equidad, la formación continua del talento humano, la adaptación de modelos de negocio que prioricen el bienestar de los clientes y la transparencia en la toma de decisiones.

El gran desafío del sector privado consiste en generar un cambio estructural, adoptando un enfoque estratégico en el que la sostenibilidad no sea solo un área de responsabilidad social, sino un pilar transversal en todas sus operaciones. Tanto la ética como la responsabilidad social no son modas pasajeras, sino principios sobre los cuales se puede construir un futuro empresarial sólido, competitivo y sostenible. La pregunta ya no es si las compañías deben involucrarse en la protección social, sino cómo pueden hacerlo de manera eficiente y sostenible. Aquellas que logren responder a este reto no solo asegurarán su permanencia en el mercado a largo plazo, sino que también contribuirán a construir sociedades más equitativas y resilientes.

Ec. Paola Freija M., Mgs, Mba, Especialista en Sostenibilidad y Responsabilidad Social Empresarial Directora de Programas de Maestrías – Facultad de Postgrado DE UEES