Imagine una extensa zona rodeada por montañas divididas por lagunas y quebradas, con pequeños asentamientos de chozas y lugares ancestrales. Así era Quito en 1532, un área con diversas fallas geográficas, un perfecto contraste de los edificios rectangulares, techos y terrazas, enredaderas de cables y el ruido insoportable de los autos con el tráfico que también causa contaminación ambiental actualmente.