Se contagió a finales de diciembre. Cree que fue en una de las salidas y reuniones que tuvo con amigos en ese mes, cuando se quitó la mascarilla para comer y para tomar algunas bebidas. Empezó con molestias en la garganta y con fiebre.

“Me acordé de todas las ‘recetas’ que hicieron familiares y amigos (al inicio de la pandemia) y por las mismas (enseguida) las hice. Gárgaras con manzanilla y sal; tomé agua de eucalipto, agua de jengibre, las infusiones; me puse el Vaporub en el pecho y me recubrí con periódico para que sude el COVID-19... Azitromicina, paracetamol, unos sobres que ni recuerdo cómo se llaman, pero que le mandaron a un tío para hacer flema”, fueron parte de las llamadas medidas y “medicinas” que empleó Cristhian D., de 29 años, en los días que estuvo con la enfermedad.

Él optó por automedicarse al inicio porque le “daba miedo ir al hospital” y porque temía perder su empleo si pasaba “tantos días en una cama”. La prueba se la hizo dado que era un requisito que le exigían en su empresa, dice. Al final, terminó buscando ayuda médica, porque su tos no mejoraba, porque perdió el olfato y empezó a tener problemas para respirar. “Me ahogaba solo por ir del cuarto al baño de la casa... El doctor que me vio me dijo que llegué a tiempo, porque si dejaba pasar unos dos días más hubiese ido directito a UCI”, expone Cristhian.

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Automedicación y uso temprano de fármacos para etapas avanzadas empeoran a pacientes con COVID-19 en Ecuador, dicen médicos

Y no solo él se automedica. Una gran parte de la población ecuatoriana opta por aquello en este tiempo de pandemia, sin medir los riesgos y las consecuencias. Médicos que atienden casos de COVID-19 coinciden en que en los últimos meses han recibido pacientes que se han complicado por “recetarse” ellos mismos, sin ser especialistas. Aquello está agravando los cuadros y ahora quienes pueden evolucionar bien en la fase viral (en la primera semana) empeoran y aceleran los procesos inflamatorios, que los llevan a buscar una cama en los hospitales, que están al tope, y donde incluso hay listas de espera para los espacios en las unidades de cuidados intensivos (UCI).

Pacientes entrevistados por este Diario justifican la automedicación:

“Es más rápido ir a la farmacia. Ahí les digo lo que tengo y ya me recetan y me curo”. “No hay dinero para ir a un médico”. “Para qué voy a ir al médico si a mis amigas les hizo bien lo que tomaron”. “Mis hijos estudian Medicina y ellos me dicen lo que debo tomarme”. “En la familia hay un médico y por teléfono le preguntamos y él nos va recetando”. “No tenemos tiempo, no ve que ahora en las empresas quieren que recuperemos todo lo perdido el año anterior”. “No hay citas para el momento (en el IESS), dan para un mes después, ya cuando me he muerto”. “Para qué vamos a ir si dicen que no hay medicinas”, exponen los entrevistados, quienes optan por automedicarse.

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Muchos incluso desconocen que hay atenciones gratuitas en puntos de triaje respiratorio o en las llamadas “carpas de atención para pacientes con sospecha de COVID-19″ que están instaladas (desde el año anterior) en exteriores de centros de salud y de hospitales (públicos y del IESS); así como los programas, brigadas, carpas o atenciones municipales, que no tienen ningún costo.

En el caso de Guayaquil, por ejemplo, hay también carpas instaladas en los ingresos a la ciudad y en la terminal terrestre para atender a las personas. Ahí se realizan pruebas rápidas y se derivan pacientes, en caso de ser necesario, al hospital Bicentenario.

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Casos graves aumentan en hospitales y clínicas de Guayaquil por la automedicación o autodiagnóstico

Otra opción es la telemedicina. No obstante y pese a las alternativas existentes, la población continúa automedicándose.

“A mi esposo le dio el COVID-19, casi se me muere. Yo con la bendición de Dios y con los remedios que se le dieron, se paró. No lo llevamos a hacer ver (se curó con los remedios que le dieron en la farmacia). Allá (farmacia) nos dijeron que (le diéramos) la azitromicina, la fluimucil efervescente, las nebulizaciones, el agua caliente... Porque aquí (en un hospital público) si viene un paciente, no sale, se muere”, cuenta María Chicaiza, una comerciante ambulante, habitante del Guasmo sur, quien reconoció que al inicio de la pandemia se vio mal con una pastilla que le recetaron en una farmacia y que ella se tomó.

Clay Arizala, un médico que ve a diario a pacientes con problemas respiratorios y con COVID-19, cuenta que, además de la automedicación que hace la mayoría, hay ciudadanos que tampoco siguen o cumplen las indicaciones ni toman los medicamentos prescritos, pese a que van al doctor y escuchan las orientaciones personalizadas que se les hacen y les reiteran.

Casos de coronavirus en Ecuador, al jueves 25 de marzo: 318.656 confirmados, 16.582 fallecidos y 140.765 vacunados

Y hay otros que llegan a la casa con las medicinas y no se las toman. Para él hay también un factor cultural que se ha pasado de generación en generación (muchos siguen tratamientos herbarios, rituales, dependiendo de las tradiciones en algunas comunidades), así como una falta de educación en salud pública “que hace que el ciudadano desconozca el riesgo de la toma de un medicamento, de una sola tableta que no esté indicada para esa persona y que puede provocar graves reacciones, incluso la muerte”, cuenta.

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¿Qué se debe hacer al inicio de la enfermedad por COVID-19?

  • Llamar de inmediato al médico cuando hay sospechas o aparecen los primeros síntomas.
  • Autoaislarse y no automedicarse.
  • Hidratarse con una solución de sales o de suero de hidratación oral. “Eso sirve también para el dengue (que tiene alta incidencia en esta época y que puede afectar a un paciente que a su vez tenga o se sospeche de COVID-19), porque en el dengue el mejor tratamiento es tener una buena hidratación. Y si tiene síntomas, tomar paracetamol y evitar tomar antinflamatorios; no se automedique corticoides, eso déjelo que el médico especialista lo evalúe”, cuenta Washington Alemán, médico clínico, especialista en enfermedades infecciosas y docente de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES).
A los hospitales, cada vez llegan más pacientes con COVID-19 que se complicaron por haberse automedicado. Foto: Carlos Barros
  • Un médico general puede tratar el COVID-19 en los primeros días, en la fase inicial (que dura por lo general una semana y en la que un 80% de la población se cura, según los médicos).
  • Un médico clínico, intensivista, neumológo u otro especialista debe tratar al paciente que se complica y que va a hospitalización y a UCI.
  • Al inicio de la enfermedad o en la fase viral, que es en los primeros días, no se deben tomar antibióticos (como la azitromicina o norfloxacina), no corticoides o corticosteroides (como la dexametasona), no antinflamatorios como el ibuprofeno (la persona también puede tener dengue), no hidroxicloroquina o cloroquina, entre otros, porque en vez de ayudar, empeoran los cuadros iniciales, e incluso los hacen avanzar a una etapa más complicada que es la inflamatoria, coinciden médicos especialistas. (I)