En cuatro ocasiones, Erika Guaña ha vuelto a la Casa Victoria. La primera cuando tenía ocho años, después a los 16, luego a los 22 y ahora a los 25 para trabajar.
El inmueble está ubicado en las calles Imbabura y Loja, en el centro de Quito, a unas cuatro cuadras de la parada del Metro en la avenida 24 de mayo. La fundación Casa Victoria se fundó en 2001 para apoyar a la comunidad de San Roque, un sector con ciertos problemas pobreza, adicciones, indigencia, delincuencia y otros problemas colindantes.
Alicia Durán Ballén, directora de la organización privada, contó que se reunió un grupo de personas para ayudar a la comunidad y se adquirió el sitio, una casa patrimonial que tiene más de 100 años. Antes de comprarla, en la década de los años 80, se arrendaban los cuartos de esa propiedad a diferentes familias sin acceso a todos los servicios básicos.
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Hija del expresidente Sixto Durán Ballén, recordó que le llamó la atención el inmueble por su belleza cuando su padre era alcalde de Quito, en los años 70, y lo acompañó a una inspección cuando se estaban construyendo los túneles que actualmente conectan el sur con el norte y viceversa.
Hubo recolección de fondos para restaurar la vivienda. Durante ese proceso, empezaron a llegar niños del vecindario que se sentaban en las gradas de la entrada para hacer sus tareas. “Ahí nos dimos cuenta que eso era lo que le hacía falta a este vecindario, alguien que les atendiera a los niños después de sus clases”, indicó Alicia.
Erika vivía en San Diego, a unas cuatro cuadras de esa vivienda. Llegó al lugar por una vecina en busca de amigos. Solía ir a hacer deberes y disfrutaba de su vida de niña en el teatro o haciendo manualidades mientras sus padres trabajaban. Formó parte del programa durante cuatro años. “Me encantaba venir porque a parte de que es un lugar familiar, se siente muy bonito y yo sentía esa seguridad (...) dentro de mi vida personal el impacto mayor que yo he tenido es crecer como persona”, dijo.
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A sus 16 años, Erika regresó como voluntaria. Cuando estudió su profesión de economista en la universidad fue a efectuar prácticas profesionales a sus 22, trabajó en el área de tareas y actualmente -a sus 25 años- en un proyecto que no solo se encarga de la parte educativa de los niños sino también personal.
Recordó que en su época había una pequeña cancha de fútbol que era de tierra por lo que debían jugar en el lodo y ahora es de hierba sintética.
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Durán Ballén sostuvo que la mayoría de los padres de los niños que asisten son vendedores ambulantes, que trabajan en el mercado de San Roque o comerciantes pequeños. Van niños de 6 a 12 años.
Estimó que han pasado alrededor de unos 1.500 niños en los años de funcionamiento, alrededor de 4.000 voluntarios de colegios, universidades locales y extranjeras.
Implementaron un proyecto a modo de un semáforo con un autodiagnóstico a familias para identificar cómo se pueden resolver problemas y dar orientaciones.
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Hay lugares específicos donde los menores hacen sus deberes, reciben orientación bíblica, existe una biblioteca y de discos compactos, juegos, comedor, cancha de fútbol.
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También se restauró un sótano a través de recolección de fondos y se la transformó en una pizzería café abierta al público. En los exteriores se colocaron mesas, pero se ha convertido en dormitorio de personas que viven en la calle, por lo que se ha decidido cerrar ese acceso y colocarlo en el interior de la casa.
Dar empleo a mujeres de la zona es otro de sus proyectos a futuro pues han postulado a un concurso de fondos no reembolsables del Gobierno canadiense. (I)