¿Una buena esposa debe obedecer a su esposo en todo lo que él ordene?, esa fue la pregunta que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) en 20.848 viviendas donde conviven mujeres mayores de 15 años, tanto en el área urbana como rural a nivel nacional en 2019.

De estas consultas, 27 de cada 100 mujeres creen que una buena esposa debe obedecer a su esposo en todo lo que él ordene. La mayoría de este pensamiento se concentra en la comunidad indígena (58,6 %), seguido de la montuvia con 32 %, afrodescendiente con 29,2 % y mestiza con 23,6 %.

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Y la ideología se ve más en mayores de 65 años con 47,3 %, seguido de ciudadanas entre 45 a 64 años con 30,6 % y 24,1 % mujeres entre los 30 a 44 años piensa de esa manera. Y este pensamiento va cayendo a menor edad. Las mujeres en edades de 18 a 29 años registran el 16,5 % y muy de acerca están las de 15 y 17 años con 16,2 %.

Rocío Játiva, coordinadora de la carrera de Psicología de la Uisek, opina que es necesario entender que esas creencias reflejan perspectivas culturales y sociales que pueden variar significativamente en diferentes regiones y contextos. “Estas actitudes pueden tener raíces en tradiciones, religiones, educación y roles de género histórico”, apunta Játiva.

La experta considera que para minimizar o cambiar por completo estas cifras es importante promover una sociedad más igualitaria e inclusiva a través de estrategias, tanto a nivel gubernamental como en lo comunitario. Por ejemplo:

  1. Educación y sensibilización: implementar campañas de concienciación y educación para desafiar y cambiar las actitudes y estereotipos de género. Esto puede incluir programas escolares que promuevan la igualdad de género y el respeto mutuo.
  2. Empoderamiento económico: facilitar el acceso de las mujeres a la educación y oportunidades económicas para que puedan independizarse financieramente y tomar decisiones sobre sus vidas.
  3. Políticas públicas: promover leyes y políticas que protegen los derechos de las mujeres y fomentan la igualdad de género en todas las esferas de la sociedad.
  4. Liderazgo y participación: incentivar la participación activa de las mujeres en la toma de decisiones políticas, económicas y sociales.
  5. Medios de comunicación y cultura: fomentar la representación positiva de las mujeres en los medios de comunicación y la cultura popular para desafiar los estereotipos de género arraigados.
  6. Programas de apoyo: establecer programas de apoyo para las mujeres que han sido víctimas de violencia de género y para aquellos que buscan escapar de relaciones tóxicas.
  7. Participación de hombres: es fundamental involucrar a los hombres en el proceso de cambio, promoviendo relaciones equitativas y respetuosas y alentando la redefinición de los roles de género tradicional.
  8. Investigación y datos: recopilar información actualizada sobre la percepción de género y las desigualdades para diseñar más efectivas y medir el progreso a lo largo del tiempo.

Con estos ocho aspectos concuerda la máster en Psicoterapia Familiar Virginia Pólit, quien señala que para cambiar esta situación, se requiere de un mayor esfuerzo. “Cabe destacar que cambiar creencias arraigadas lleva tiempo y esfuerzo, y es un esfuerzo colectivo que requiere la participación de gobiernos, organizaciones, comunidades y personas individuales para lograr un cambio significativo y duradero hacia la igualdad de género”, indica Pólit.

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Y agrega que, efectivamente como refleja la encuestra, este panorama ocurre más en indígenas, montuvias y afrodescendientes, porque, a su juicio, las normas tradicionales de género pueden ser más conservadoras y patriarcales.

“En algunas comunidades las creencias religiosas pueden reforzar roles y estructuras tradicionales de género que enfatizan la obediencia y la sumisión de la esposa hacia su esposo. En estas comunidades el acceso a la educación puede ser limitado, lo que puede contribuir a la perpetuación de roles de género tradicionales y estereotipados y pueden enfrentar mayores desafíos económicos y sociales, lo que puede influir en la persistencia de roles de género tradicionales como una forma de mantener el orden social y la estabilidad en tiempos de dificultades”, expresa Pólit.

Aunque resalta que no necesariamente siendo de esas etnias, todas las mujeres tienen esa creencia. “Es importante reconocer que estas generalizaciones pueden variar ampliamente dentro de cada grupo étnico, y no todas las mujeres en estas comunidades comparten las mismas creencias. Además, las sociedades y las percepciones cambian con el tiempo, y muchas comunidades están experimentando un cambio hacia actitudes más igualitarias y respetuosas de género a medida que se producen transformaciones sociales y educativas”, dice Pólit.

Responsabilidades en el hogar

El informe del INEC explica que en Ecuador 45 de cada 100 mujeres creen que ellas deben ser las responsables de las tareas de la casa, cuidado de los hijos/as, de las personas enfermas y ancianas.

Y al igual que el análisis anterior, son más las mujeres adultas mayores que tienen ese pensamiento y en la comunidad indígena. Pólit indica que es una creencia arraigada a los roles domésticos y de cuidado.

“Estas creencias pueden variar según el país, la región y la comunidad específica, pero en general son un reflejo de las normas de género tradicionales que han prevalecido durante mucho tiempo. Es cierto que la idea de independencia y autonomía para las mujeres ha sido un desafío en muchas sociedades, incluidas aquellas con poblaciones indígenas. A lo largo de la historia, las mujeres han enfrentado barreras culturales, sociales y económicas que han limitado su acceso a la educación, el empleo y la participación en decisiones importantes en la familia y la comunidad”, indica Játiva y añade que las creencias culturales no son inmutables.

Con esto concuerda Pólit y explica que las normas de género se transmiten a través del proceso de socialización desde una edad temprana. “Las niñas pueden recibir mensajes y expectativas sobre su papel como futuras cuidadoras y responsables del hogar, mientras que los niños pueden recibir mensajes sobre ser proveedores y líderes. Cambiar estas creencias y promover la independencia de las mujeres requiere esfuerzos tanto a nivel individual como a nivel societal”, afirma Pólit.

Las especialistas coinciden en la necesidad de impulsar una educación inclusiva y equitativa que fomente la igualdad de género, empoderamiento y autonomía. Dentro de esta estadística, se consultó a mujeres casadas, separadas y solteras. La mayor participación es de mujeres casadas con el 50 %.

Forma de vestir

En tanto, aún hay 45 mujeres de cada 100 que creen que el hombre debe ser el principal responsable de todos los gastos de la familia. Y 57 de cada 100 mujeres piensan que las mujeres deben actuar y vestirse recatadamente para no provocar a los hombres.

Para Játiva, este tipo de mentalidad puede tener diversas implicaciones y efectos negativos. “Crea un ambiente en el que las víctimas de acoso o violencia sexual pueden sentir que son culpables por el comportamiento de otros. Fomenta la idea de que las mujeres deben “provocar”. Esta mentalidad refuerza los estereotipos de género y la idea de que las mujeres son objetos de deseo”, lamenta Játiva.

Por eso para Pólit es indispensable promover una cultura de respeto mutuo, consentimiento y responsabilidad en las relaciones interpersonales. “La igualdad de género implica desafiar y cambiar estas creencias arraigadas en la sociedad, fomentar una educación inclusiva y libre de estereotipos de género, y empoderar a mujeres y hombres para que se expresen libremente y tomen decisiones autónomas sin temor a la victimización o el acoso”, sentencia Pólit. (I)