Coincidencias hay muchas y diferencias unas pocas entre el roldosismo y el correísmo. Los hechos y la historia así lo determinan. Cuando Abdalá Bucaram fue destituido como presidente, en febrero de 1997, y posteriormente se radicó en Panamá para evadir varios procesos penales por peculado en su contra en Ecuador, esto no le impidió seguir opinando de política y tratar de tener injerencia en los Gobiernos de turno.

En aquellas épocas no existían las redes sociales, y los llamados “espacios privados contratados” en televisión eran sus grandes aliados para seguir llegando a la “masa”, como cataloga el máximo líder del extinto Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) a sus seguidores. Además, tuvo una representación importante en lo que en ese entonces se llamaba Congreso Nacional, que siempre pugnó por conseguir acuerdos que permitieran su regreso al país.

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El PRE, a principios de los 2000, ubicó en varias ciudades afiches y murales de Bucaram con la frase “Déjenlo volver”. En 2005, Bucaram volvió al país gracias a un acuerdo con el presidente Lucio Gutiérrez, pero esto ahondó una ola de protestas que terminaron en la destitución de Gutiérrez y el retorno de Abdalá a Panamá. El Loco, como es conocido popularmente el exmandatario, y su partido perdieron fuerza con el pasar de los años y Twitter fue la tarima donde se refugió Bucaram. Videos, tuits, mensajes a la “masa” son compartidos por el expresidente en esta plataforma hasta la actualidad, ya viviendo en Ecuador (regresó al prescribir sus procesos judiciales).

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El Partido Roldosista Ecuatoriano siempre se apalancó de la imagen de Abdalá Bucaram en sus campañas políticas. Foto: Archivo

En tanto, cuando Rafael Correa, máximo líder del correísmo, terminó su mandato (2017) y dejó el país para “disfrutar” de la docencia y de su familia en Bélgica, aseguró que se alejaría de la política. Sin embargo, esto nunca pasó y, de hecho, su participación en la coyuntura nacional se profundizó cuando su delfín, Lenín Moreno, se alejó del correísmo al llegar al poder, y también al recibir la sentencia de ocho años de prisión en el caso llamado Sobornos 2012-2016.

Correa ha apostado por las redes sociales como el medio más efectivo para llegar a sus seguidores y transmitir sus mensajes. El exmandatario realiza webinarios, da charlas en internet e incluso llegó a emitir los “enlaces ciudadanos digitales”, que fueron una copia del formato de las sabatinas que aplicó cuando era presidente, pero sin el impacto y los recursos que le permitió la Administración pública.

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En Twitter, donde el exmandatario es activo al igual que Bucaram, publica trinos y videos, casi a diario, en contra de sus adversarios políticos y los Gobiernos de turno. Correa ha sido acusado de tratar de desestabilizar a los Gobiernos de Moreno y Guillermo Lasso a través del apoyo que ha dado a protestas sociales en 2019 y 2022.

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Además, desde el bloque legislativo Unión por la Esperanza (que al principio se dijo que era un coalición de movimientos y que luego fue absorbido por el correísmo) siempre ha tratado de que se revisen sus procesos judiciales, sin éxito hasta el momento, para poder retornar al país. De hecho, Marcela Holguín, legisladora correísta, en su discurso de posesión como vicepresidenta de la Asamblea Nacional afirmó que no “descansarán” hasta que vuelvan los proyectos que impulsó el correísmo. “Volveremos”, indicó.

El correísmo, también llamado Revolución Ciudadana, también apalanca sus procesos políticos en la imagen de Rafael Correa. Foto: Archivo

Por estas similitudes en el actuar de estas corrientes políticas y de sus líderes es que nace la pregunta: ¿el correísmo es el nuevo roldosismo? Para María Belén Loor, analista política, Correa se está transformando de a poco en el “nuevo Bucaram”, y esto se concretaría si Rafael no logra regresar al país pronto.

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Bucaram y Correa han apuntado siempre a las masas, al populismo. Sin embargo, el primero se enfocó más en los sectores más marginados dentro de los marginados y por eso, pese a su exilio, era un bum para las masas. En tanto, la figura de Correa fue creada luego de una época en la que hubo nueve presidentes en diez años, y la gente, agotada de esto, votó por la imagen fresca que emitía Correa y un mensaje también a las clases populares”, afirma.

Además, indica que gran parte de las bases del actual correísmo, también llamado Revolución Ciudadana, incluidos prefectos, alcaldes, asambleístas y dirigentes, fueron parte del roldosismo: “Por eso es que la comparación entre Correa y Bucaram es viable. Creo que sin el líder, sin el caudillo cerca, es probable que el correísmo pierda fuerza”.

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En tanto, Pablo Romero, docente universitario, experto en derechos humanos y que integró varias organizaciones sociales, afirma que en los dos primeros años de su presidencia se empezó a decir que Correa era un “Bucaram con Ph. D.”. Esto marcaba una dinámica de pensamiento que indicaba que los dos representaban a Gobiernos populistas que no solo intentaban saltarse la institucionalidad, sino tener una relación directa con el pueblo.

Ambos Gobiernos respondieron a esta dinámica populista. Ahora, también esto está muy centrado en el carácter del líder y de su deificación, de creerlo un salvador. Bucaram se comparó con Batman, con Jesucristo, y Correa se presenta como el que salvará a la patria, que va a recuperar la patria”, dice.

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En los espacios de televisión, Bucaram criticaba a la oligarquía, a los “aniñados”, a los partidos políticos contrarios y a sus adversarios políticos. En cambio, Correa enfilaba sus cuestionamientos a la partidocracia, a los “pelucones” y a quienes pertenecieron a la “larga y oscura noche neoliberal”. Los líderes populistas necesitan un antagonista, crear polarización.

Correa no se refiere a los pobres de la patria (como Bucaram), pero sí toma el concepto de defensa de los ciudadanos, y allí sale el discurso de la revolución ciudadana. Bucaram tenía un estilo más chabacano, carnavalesco; usaba las tarimas. Pero Correa, si bien también usaba la tarima, él usaba medios como las sabatinas, la ‘misa de los sábados’, como le decían varios sectores, que tenían una construcción de ‘aquí estamos los buenos y a los malos los ponemos en la picota’”, indica Romero.

Abdalá Bucaram logró retornar al país debido a la prescripción de los juicios que tenía en su contra. Su impacto político ha disminuido considerablemente en Ecuador. Foto: Archivo

Otra de las diferencias que observa el experto es que a Correa se le formó un perfil de sabio, de experto, del líder que sabe; pero Bucaram solo era un caudillo. Aunque los dos estilos han calado en un país donde su población, históricamente, ha buscado a un mesías político que lo salve.

El roldosismo tuvo su auge cuando Bucaram llegó al poder (en 1996 obtiene 19 diputados) y luego de su destitución (en 1998 logra 24 diputados); pero, sin la presencia de su líder en el país por más de 20 años, el movimiento se fue debilitando hasta ser borrado del registro electoral en 2014.

En tanto, el correísmo, luego de tener la llamada “aplanadora” (cien legisladores) en la Asamblea de 2013, cuando Correa era presidente, ha pasado a tener un bloque de 49 asambleístas en la actualidad y necesita de alianzas para tener fuerza en el Legislativo. Esto a tan solo cuatro años de estar Correa fuera del país.

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Sin embargo, Romero señala que hay una diferencia en este aspecto y, al contrario de Loor, no cree que el correísmo tenga la misma suerte del roldosismo.

Bucaram estuvo seis meses en el poder, y este tiempo es muy corto para reconfigurar un escenario político, y lo único que alcanzó a tener es una representación política en el Congreso. Correa duró diez años en el poder, y esto le permitió modificar las estructuras políticas, las de carácter cultural e ideológico, y creo que todavía no logramos entender efectivamente el impacto profundo para bien o para mal de la presencia de Correa”, dice.

Actualmente, Rafael Correa reside en Bélgica, y no regresa a Ecuador por una condena de ocho años de prisión. Foto: Archivo

Es decir, Correa no solo tiene una representación legislativa, sino que hay una fuerte presencia del correísmo en la institucionalidad del Estado y en las generaciones de jóvenes que crecieron bajo la dinámica que impuso el discurso del exmandatario.

Actualmente, Bucaram vive en Ecuador y es Correa el que no está en el país. Los papeles cambiaron. “Usted escucha a Correa y es una mala copia de Bucaram”, dijo el líder del roldosismo en una entrevista al medio digital La Barra Espaciadora, en 2015. (I)