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El 9 de enero de 2024 iba a ser una jornada normal para Daniel Medina, un transportista que tiene casi seis años de experiencia. Como de costumbre, Daniel encendió el bus de la línea 90 a las 13:24 e inició su recorrido desde la 26 y la D, en el suburbio de Guayaquil.

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Todo iba normal. Subían y bajaban pasajeros, continuó al Cristo del Consuelo, luego conectó con la calle Esmeraldas, llegó hasta la terminal terrestre para después ir por Guayacanes y Sauces. Y así continuó hasta que por el Garzocentro su teléfono empezó a sonar repetidamente. Lo revisó y eran los videos de los ataques a TC Televisión: delincuentes armados ingresaron a ese lugar para amenazar a los trabajadores a quienes tomaron como rehenes.

“Llamé a mi familia y estaba desesperada por mí, porque yo estaba afuera. Los directivos (de la línea de bus) llamaron para que me retire, pero yo me encomendé a Dios. Había mucha gente desesperada que se subía al bus. Algunos pagaban, otros no, pero yo los hacía pasar; les decía: ‘Suban, suban’. Y luego se desató el caos”, cuenta Medina.

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Cuando estaba circulando por la avenida Francisco de Orellana, cerca del San Marino Shopping, el tráfico era tan terrible que hasta le tocó irrespetar las señales de tránsito. “La gente me decía: ‘Señor, avance’; yo le respondía: ‘Padrecito amado, madre, ¿cómo quiere que avance si no se puede? Está un caos’”, relata y agrega que solo en esa avenida estuvo dos horas.

Así se veía el bus de la línea 90 la tarde del 9 de enero. Foto: Cortesía Daniel Medina.

A lo que pudo salir de ahí fue hasta la calle Los Ríos, en el centro, la cual estaba cerrada, y avanzó hasta Tungurahua para ir en dirección al suburbio. Hubo personas que querían llegar hasta el hospital Teodoro Maldonado Carbo, pero Medina les recalcaba que solo llegaba hasta la ciudadela Las Acacias, y así fue.

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En Las Acacias se bajó una gran cantidad, pero aun así en el bus había bastantes personas; la mayoría iba al suburbio. Medina continuó hasta el Cristo del Consuelo y nuevamente le pidió a Dios que lo protegiera: “Le decía a la gente: ‘Yo los llevo, pero yo avanzo solo hasta el Cristo del Consuelo, porque está terrible; hay personas en moto robando, disparando’, y no me quería arriesgar. Justo cuando llegué había bastantes personas en el Cristo del Consuelo y en el puente de la A. Otra vez me encomendé a Dios y entré”, explica Medina.

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Mientras esto ocurría, un ciudadano ya lo había fotografiado y posteado una foto de él conduciendo, lo que evidenciaba esa gran labor de llevar a muchas personas a sus destinos. Medina no sabía nada; solo quería llegar a la casa de un familiar. Cuando estaba manejando había pasajeros que se le acercaban y le decían que los miren bien por si acaso esta situación vuelva a pasar y los deje subir al bus.

Y fue entonces que, ya estando solo en el bus y llegando a la estación, varios motorizados le cerraron el paso y se asustó. “Me cerraron varias motos y, como cosa de Dios, vinieron dos patrulleros atrás y huyeron. Creo que me querían robar”. Y luego de esa amarga experiencia, Medina llegó a casa a salvo, a las 18:00.

El recorrido que Medina iba a realizar ese día solo duraba dos horas, pero por la situación terminaron siendo un poco más de cuatro horas. Recuerda que ya no había lugar para que estén las personas; se ubicaban en la puerta trasera, la central, al ingreso, una al lado de otra, apretadas, pero a salvo.

Supo manejar la situación, dice, porque su familia no lo dejaba de llamar, lo cual era comprensible. “Mi familia me llamó llorando: que dónde estaba, que me salga del recorrido; y yo le decía a mi mamá, a mi esposa, a mi hermano: ‘No puedo, porque llevo gente’. La gente también estaba llorando dentro del bus, estaba desesperada”, cuenta.

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Lo primero que hizo Medina al llegar a casa fue agradecer a Dios y abrazar a los suyos. “Estaba abrazándolos y conversando mi experiencia. Me llamaron otras personas a decirme que soy un gran ser humano”, enfatiza.

Medina dice que su padre le enseñó a ayudar a los demás: “Tuve un gran padre, que era transportista —ya falleció—, y me inculcó el amor por el transporte y a ayudar”.

El transportista asegura que no va a trabajar estos días, aunque puede hacerlo, pero no se quiere arriesgar. Afirma que Dios lo cuidó ese día, pero que él también debe poner de su parte: “Es mejor estar en casa porque, así como estamos con la delincuencia, nos puede pasar algo a nosotros”.

Esta es una de las tantas experiencias que los ecuatorianos vivieron este 9 de enero de 2024, cuando hubo una serie de eventos delictivos y ataques con armas de fuego en Guayaquil y en otras ciudades de Ecuador. (I)