El libro Insuficiencia cardiaca, una pandemia silente del expresidente de la República Alfredo Palacio, publicado este año, identifica los problemas que persisten en torno a este síndrome.

El análisis se deriva de varios trabajos de investigación previos en los que se determinó que entre 2012 y 2016 la mortalidad por infarto cardiaco aumentó solo en Ecuador. “En ningún otro país de la región ocurrió esto y a nivel mundial disminuyó. El incremento (en el país) se da a pesar de que ahora hay tecnología quirúrgica o de cardiología intervencionista para dilatar arterias mucho más avanzada”, al igual que más tratamientos farmacológicos, indica Palacio.

El problema, agrega, es que el país tiene un sistema de salud con una atención primaria deficiente lo que implica un retroceso en la detección y el tratamiento de estos casos, pero también hay influencia de los estilos de vida.

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En el estudio previo se determinó un aumento acelerado de las tasas de mortalidad por infarto de miocardio, que es más pronunciado en la población masculina de la región costera urbana.

Esto puede atribuirse a un estilo de vida urbano, dice la publicación. La edad promedio de muerte por infarto de miocardio fue los 73 años, entre los mestizos.

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“Y además los que se salvaban terminaban con una enfermedad invalidante que a los 5 años ya tiene una mortalidad del 65 %, pero no se la toma en cuenta como causa de mortalidad, entonces las cifras están subestimadas”, indica el ex primer mandatario.

Unas de las conclusiones es que la insuficiencia cardiaca tiene cuatro grados de severidad. Los que tienen solo factores de riesgo, los que no desarrollan síntomas, los que ya los poseen y los que los tienen muy severos. “Pero los cardiólogos ven solo a los dos últimos, a los dos primeros no, por lo que no se reconocen, si se observaran a tiempo se podría detener y no pasar acá (a los casos más graves), pero como no se hace pasan y por lo tanto aumenta la mortalidad”, explica Palacio.

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El libro de 126 páginas, presentado en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), tiene como coautores a los especialistas María José Espinosa, Ana Palacio, Leonardo Tamariz y Juan Pablo Zambrano.

Uno de los objetivos, se indica en el preámbulo del libro, es incentivar la investigación para resolver estos problemas en torno a la insuficiencia cardiaca.

“Lo más grave de esta pandemia silente es el desconocimiento global que -a pesar de los recientes avances científicos- persiste, gravemente acentuado en los países en vías de desarrollo como el nuestro, donde la insuficiencia cardiaca con frecuencia no es clínicamente reconocida, sobre todo en sus tempranos estadios”.

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La situación de la mortalidad por enfermedades isquémicas del corazón ha continuado en los últimos años con la salvedad de que las muertes totales subieron por la incidencia del COVID-19, según las estadísticas oficiales.

La enfermedad isquémica del corazón es la principal causa de muerte en Ecuador cada año y se produce cuando las arterias que suministran sangre al músculo del corazón se obstruyen; su principal manifestación es el infarto al miocardio.

Incluso el número de fallecidos por esta causa fue apenas mayor al total de muertes confirmadas por COVID-19 durante el 2020.

El expresidente de la República Alfredo Palacio en la presentación de su último libro en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo. Foto: CORTESÍA

A partir del 20 de marzo de 2020 se registró un incremento significativo de las defunciones. Durante ese año se reportaron 115.998 personas fallecidas en el país. El exceso sobre el promedio de los cinco años previos es de 46.656 personas.

El número de decesos se incrementó un 58 % en el 2020 respecto del total de fallecidos del 2019, indica el análisis del Observatorio Social del Ecuador.

Durante el 2021 se contaron un total de 104.513 decesos en el país, un exceso de 35.353 personas al compararlo con el promedio registrado entre 2015 y 2019. Pero en comparación con el número de fallecidos del 2020, se produjo una reducción del 9,9 % de decesos durante el año pasado.

“Después del descenso sostenido del exceso de personas fallecidas que se registró entre el 4 de mayo y finales de octubre del 2021, Ecuador empezó a registrar un leve incremento en el número de defunciones diarias a partir de noviembre y con mayor intensidad después del primer caso confirmado con ómicron que se dio el 14 de diciembre pasado”, indica el Observatorio Social del Ecuador.

El exceso de fallecidos durante la pandemia desde el 1 de enero de 2020 hasta enero pasado es de 84.747 personas, según el análisis del Observatorio Social del Ecuador. “Al analizar las defunciones a nivel nacional, a partir del 1 de enero de 2020 y hasta la fecha (27 de enero último), de acuerdo con el registro administrativo de defunciones del Registro Civil, Identificación y Cedulación de Ecuador, el exceso de personas fallecidas durante la pandemia es de 84.747 personas, al compararlo con el promedio histórico registrado entre 2015 y 2019″.

Y entre el 1 y el 27 de enero de este año se registra un total de 8.084 decesos por todas las causas, cantidad que representa 2.738 fallecidos en exceso respecto del promedio entre 2015 y 2019.

El COVID-19 dificultó la atención de los casos de infartos al miocardio, sobre todo durante los primeros meses de la pandemia y debido al gran porcentaje de ocupación que había en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI).

Luis Mera Ronquillo de 76 años de edad y habitante de la comuna Petrillo, del cantón Nobol en Guayas, palpó esta realidad.

La noche del jueves 29 de julio de 2021 recibió atención en la estación de peaje de Nobol debido a que tenía un fuerte dolor en el pecho que le traspasaba a la espalda, cuenta Otilda Mera, hija del afectado.

Allí le dijeron que era presión alta y lo regresaron a la casa, pero el dolor persistió al día siguiente. “No podía ni alzar los brazos, ni respirar”. Fue allí cuando lo llevaron al subcentro del Seguro Social Campesino de Petrillo, donde pidieron que sea trasladado de forma urgente al hospital del IESS (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social) de Los Ceibos, en el norte de Guayaquil.

El traslado se hizo en una ambulancia del ECU911. “Luego que lo estabilizaron, trasladaron a mi papá el 31 de julio por derivación al Interhospital (privado) donde le hicieron el cateterismo un día después (el 1 de agosto). Allí se dieron cuenta de que las arterias que llevan sangre al corazón no funcionaban bien, era un infarto en el miocardio inferior”, indica Otilda.

Luis es diabético, sufre de hipertensión arterial y recibió atención inicial y específica según lo que tenía cuatro días después de que presentó el dolor en el pecho.

La cirugía para colocar el baipás se hizo finalmente el miércoles 4 de agosto de 2021. “El IESS cubrió los gastos porque mi papá es jubilado del Seguro Social Campesino”, dice Otilda.

La recuperación ha sido lenta, Luis camina 30 minutos al día y no puede realizar movimientos bruscos. Su historia refleja la importancia de detectar un infarto al miocardio en la atención primaria para que los pacientes tengan más probabilidades de sobrevivir con las menores secuelas posibles. (I)