Entretenerse con juegos como debería hacerlo todo niño es lo que no tuvo Nicolás Ochoa, de 49 años. Por la década de los 80, cuando tenía diez años, tuvo su primera experiencia laboral, forzada por la situación económica de ese entonces.

Sus padres eran agricultores y necesitaban más ingresos. Frente a eso trabajó lustrando zapatos, vendía helados, panes, turrones, ayudaba a sus padres, realizaba labores de carpintería y sastrería e incluso se unió a un grupo de una iglesia donde barría para costear su educación primaria y secundaria.

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“Crecí en una familia dedicada a la agricultura. Mis padres, trabajadores incansables, me inculcaron el valor del esfuerzo y la dedicación. Mi madre aún está conmigo y siempre ha sido un ejemplo de tenacidad, al igual que mis abuelos, quienes también se dedicaban a la agricultura”, recuerda Ochoa.

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Esos primeros años de trabajo fueron para él un “orgullo”, el ser un sustento más en su familia. “Empecé a comprender que el trabajo no solo consistía en esfuerzo físico. Alrededor de los 20 o 21 años me di cuenta de que también era posible generar ingresos utilizando la inteligencia, la creatividad y el ingenio. A este tipo de trabajo lo llamé ‘trabajo de vago inteligente’, porque me permitía ganar dinero a través de ideas y habilidades mentales en lugar de esfuerzo físico”, relata el oriundo del cantón 24 de Mayo, en Manabí.

En su adultez reafirmó su gusto por las ventas y aplicó a vacantes de ese tipo, pero nadie lo contrataba debido a la falta de experiencia y estudios. En una de esas postulaciones conoció a su esposa, Jenny Sánchez, con quien estableció rápidamente un lazo que se mantiene hasta la actualidad.

El fenómeno de El Niño lo obligó a buscar otra ciudad

Jenny quedó embarazada y con un bebé en camino, la presión económica para Ochoa se hacía cada vez más urgente. Así que tomaron la decisión de abandonar Manabí, azotada en ese entonces por el fenómeno de El Niño, y se asentaron en Azogues, en la provincia de Cañar.

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En ese lugar se asoció con amigos que trabajaban para una empresa, a la que luego ingresó. Aprendió a vender y descubrió que tenía habilidad para aquello: “Algo que también notaron mis compañeros y superiores. En tan solo seis meses llegué a gerenciar la parte comercial de la empresa”.

Y Ochoa notó que podía dar más en esa compañía hasta que unos compañeros administrativos y académicos, que tenían capital, lo invitaron a formar una sociedad. “Empezamos con un capital inicial que, en ese momento, era equivalente a 1.500 o 2.000 dólares. Comenzamos en El Triunfo, en Cañar, y luego nos expandimos a Azogues. En el 2000 llegamos a Ambato. Aunque el capital inicial no fue muy grande, fue suficiente para dar inicio a nuestro proyecto”, cuenta Ochoa.

Cuando Nicolás Ochoa vivía en el cantón 24 de mayo, en Manabí. Tenía 20 años. Foto: Cortesía Nicolás Ochoa.

Y así dieron vida a la Corporación Jetmind en 1998, cuyo objetivo, en ese entonces, era vender, de puerta en puerta, cursos de inglés y computación.

“En el mundo actual es esencial que el ser humano tenga una mente ágil y rápida. Estamos en una sociedad tan competitiva que si no te mueves con rapidez y tus pensamientos no vuelan alto, corres el riesgo de quedarte estancado. Por eso elegimos el nombre Jetmind, que significa mente veloz y ágil”, asegura Ochoa.

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En ese mismo año se aperturó Charlotte English School; en 2002 fue Ilvem; en 2009 con Tomatis y en 2022 el colegio Eight Academy. En estos centros se enseña inglés y en algunos se enfocan en desarrollar el pensamiento estratégico y las capacidades cognitivas de los estudiantes.

“Reconocemos la importancia de incorporar áreas nuevas y relevantes, como la educación en positivismo, felicidad, buenos hábitos, creatividad, inteligencia emocional y trabajo en equipo. Creemos que las habilidades blandas son fundamentales para el éxito profesional y personal, por lo que las priorizamos junto con la educación cognitiva. Esta combinación es lo que diferencia a nuestros estudiantes, haciéndolos más competitivos y preparados para los desafíos del futuro”, expresa Ochoa.

Factura $ 12 millones al año

Los estudiantes provienen de diversos países como de España, Perú y Colombia, aunque el mayor porcentaje es local. Las modalidades son presencial y en línea. Al momento hay 24.000 estudiantes registrados, de los cuales el 90 % son nacionales. Y más de 2.500 estudian en línea.

Durante los 26 años de la corporación se ha dado empleo a más de 7.000 personas. “Iniciamos con un equipo de solo diez colaboradores, y aún recuerdo con mucho aprecio a aquellos primeros compañeros: Walter Bravo, que en paz descanse; Jhon Moreira, Eloy Pinos, Andre Escobeña, Iván Peralta, Luisa Tariguana e Imelda Ruiz. Ellos fueron los fundadores y no podemos olvidarlos. En la actualidad, nuestra presencia a nivel nacional abarca Azogues, Cuenca, Puyo, Ambato, Latacunga y Quito, con un equipo de más de 25 personas, todos con relación de dependencia y más de 150 proveedores”, menciona y añade que la facturación anual del conglomerado es de 12 millones de dólares.

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“A lo largo de este camino, la bendición y la gracia de Dios fueron un pilar fundamental en mi vida. Me siento agradecido por la iluminación y la guía que siempre me han acompañado, permitiéndome crecer y alcanzar mis objetivos. Esta experiencia me ha enseñado que, aunque el trabajo duro es valioso, también es importante desarrollar y aprovechar otras capacidades como la creatividad y la inteligencia emocional para abrir nuevas oportunidades en la vida”, expresa.

Becas

Estudiantes del colegio Eight Academy. Foto: Cortesía.

En las cuatro instituciones pertenecientes a Jetmind hay temporadas de ofrecimiento de becas por buenos rendimientos académicos y actitudes de los estudiantes. Suele ser un promedio de 300 becados.

“Normalmente vemos personas que lo necesiten, personas con alguna capacidad especial, cuando digo capacidad especial me refiero a autismo, Asperger, síndrome de Down, dislexia, discalculia o cualquier otro tipo de trastorno de aprendizaje. Para eso estamos nosotros y tenemos bastantes chicos, que por bajos recursos económicos se hace un estudio previo con una trabajadora social y aplican para personas que no pueden pagar nuestros programas de ilvem, Charlotte, Tomatis y UK y el colegio”, explica Ochoa. (I)

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