Recordar aquel febrero de 2020 es para Fernando Zevallos, un guayaquileño de 48 años, un momento clave en su vida. Ese mes el ciudadano tomó la decisión de renunciar a su trabajo en el área de relaciones públicas en una entidad bancaria y aceptar una nueva propuesta.

El puesto era de responsable de la gestión de comunicación y prensa del Hospital Universitario de Guayaquil y con un mejor sueldo. Ese nuevo salario hizo que Fernando opte por la propuesta de la cual estaba emocionado.

1 de mayo, también por los que buscan empleo

Publicidad

Sin embargo, un mes después, la pandemia COVID-19 en el país y las medidas de restricción, le quitó aquella sonrisa. Hubo entre 30 y 32 personas desvinculadas, esta vez ‘se salvó' Fernando y otra persona del área de bodega.

“Hace unos quince años me especializo (en relaciones públicas) y he estado en varias instituciones. En 2020, por mérito, entré al hospital. Me llamaron y necesitaban un relacionista público. Paso febrero y marzo comienza la pandemia y estando en un hospital imagínese lo que me tocó vivir. Fui todos los días a pesar de los toques de queda. En mayo despiden a toda la gente que estaba ahí como autoridad y me quedé casi solo”, cuenta Fernando, quien se mantuvo con la nueva administración.

“Lloré, vomité, tuve estrés crónico y hasta fui a terapia; luego de eso, me despidieron”: estas son algunas de las consecuencias de la falta de desconexión laboral en Ecuador

Pero esa permanencia no le duró mucho. El 2 de julio fue desvinculado luego de la posesión de nuevas autoridades. “Viene un nuevo director y me botaron y desde ahí no he conseguido trabajo. Por ahí lo que he hecho es tratar de subsistir y hacer de todo un poco. Pero igual no alcanza, hemos estado viviendo una época dura. Sigo esperando la ayuda de Dios para ver si sale algo”, expresa.

Publicidad

Para Fernando, sumar cada día sin empleo ya es un calvario, pero trata de ser positivo. “He golpeado 200 puertas y todas se han cerrado, igual a mi esposa y la situación económica es terrible. Tuve que vender bastantes cosas como muebles, ropa, los anillos de matrimonio y la casa porque no podía pagar la deuda al Biess (Banco del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social). La vida es así y hay que seguir adelante mientras Dios dé salud y luchar hasta que se mejore la situación”, señala.

‘Quedo descartado de los empleos porque me dicen que no tengo experiencia, pero hasta tengo maestría’, dice Byron, quien por su edad (28) ya no es considerado como población nini

Publicidad

Según datos del Ministerio de Trabajo, en 2020 hubo 762.688 actas de finiquito. Solo en mayo fueron 76.434 y en julio 77.538, los mayores meses. En 2021 fueron 709.920 actas y en 2022: 751.350. Ya en 2023 hasta el 25 de abril van 227.017 actas.

En medio de ese contexto, a la vida de Fernando llegó una nueva integrante: su hija que hoy tiene dos años, cuatro meses. Y la angustia aumentó en la cobertura de gastos para su nacimiento y tomó una serie de decisiones como por ejemplo cambiar de educación particular a fiscal a su hijo de 10 años y acelerar la venta de la casa, con la que en algún momento de su vida soñó para su familia.

¿Es posible recibir más liquidación por vacaciones que por desahucio al ser despedido?: un trabajador no descansó durante diez años en Ecuador

“Mi esposa quedó embarazada. (Mi hija) es una bendición y alegran la vida. Todo el proceso del embarazo estuvimos sin seguro, imagínese todo lo que tuvimos que pasar, sin embargo, algo se hacía y se conseguía”, menciona y agrega que hace unos cinco meses tuvo dolencias por gastritis, nervios y estrés.

Fernando ha sostenido a su familia vendiendo ropa nueva y usada, mascarillas, guantes y manejando. “Hice taxi algunas veces a conocidos por la delincuencia. Dos o tres carreras al día, igual no deja mucho, pero al menos para la comida”, menciona.

Publicidad

Las cifras del Ministerio de Trabajo indican que en 2020 hubo 381.285 nuevos contratos; en 2021 unos 246.380 y en 2022: 422.619. Y desde el 1 de enero hasta el 25 de abril de 2023 fueron 191.441 contratos.

Fernando anhela ser parte de esas cifras lo más pronto posible. Ha conversado con amigos para que lo ayuden a conseguir empleo. “Hay pocas oportunidades. Pensé en algún momento migrar, pero está dificil también hacerlo. Yo he estado golpeando puertas, unas personas me han dicho después, otras que lo deje acomodarse. La vida es de contactos y esa es mi esperanza. Espero tener muy pronto una estabilidad”, dice Fernando, quien asegura que la positividad que siente ahora puede ser un indicio “de Dios” que le llegará un empleo. (I)