“Tenía que ser mujer”, “Deja que tu hermana lave los platos” o “Los niños no lloran” son unas de las tantas frases machistas que se dicen en el hogar, en la universidad, en el trabajo, en las calles y en cualquier lugar. Y esto es considerado un tipo de violencia, que va desde la psicológica, física hasta sexual.

De acuerdo con la encuesta sobre relaciones familiares y violencia de género contra las mujeres del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) del 2019, 65 de cada 100 mujeres en Ecuador han experimentado por lo menos un hecho de algún tipo de violencia en alguno de los distintos ámbitos a lo largo de su vida.

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Además, que 19 de cada 100 mujeres han experimentado violencia en el ámbito educativo; y 20 de cada 100 mujeres lo han vivido en sus trabajos.

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Sandra Guerrero, docente investigadora de la Universidad Casa Grande, menciona que el machismo tiene varias concepciones, pero en general “es una tergiversación del concepto masculinidad, es entender a lo masculino desde una visión heteropatriarcal como ese ser masculino maltratador, negativo. Sin embargo, ese ser masculino en ese machismo también es una víctima porque tiene que ser proveedor para ser macho. Tiene que ser macho en ser muy masculino, en una época tenía que tener barba, bigote, ahora no, realmente el machismo hoy por hoy es un significado que se está resignificando y algunas lo llaman nuevas masculinidades y no son más las que siempre estuvieron latentes”.

Los jóvenes consultados por este Diario ventajosamente no han sido afectados directamente por expresiones o actos machistas, pero sí han observado de familiares y amistades.

“No hay que quedarse callada”

Priscila Rojas tiene 22 años y estudia en la Facultad de Ciencias Administrativas de la Universidad de Guayaquil y ha visto llorar a mujeres por las frases que reciben. “No se hacen respetar, no tienen amor propio, no tratan de poner su autoridad como mujer porque uno como mujer tiene derecho a hablar, opinar y no quedarse callada”, dice Rojas.

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Ella cuenta que también ocurre en un noviazgo y ha escuchado lo siguiente: “eres una inútil”, “estás mal arreglada, eres fea”, “esta mujer es mejor que tú”. Rojas considera que no se debe permitir ese trato de nadie. “Que se den su lugar, traten de enfocarse en ella, antes de la pareja”, apunta.

“Los géneros deben complementarse”

Javier Barros se enorgullece de venir de una familia del campo y asegura que su mamá lo supo educar, a pesar de que tuvo familiares con conductas machistas.

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“Vengo de una familia tradicional, que viene del campo y se ve al hombre como líder de hogar y muchas de las veces es por falta de cultura. Al inicio de la relación mis tíos no se complementaban, peleaban, hubo agresiones. Ya habían procreado el primer hijo y hubo inconvenientes. La falta de educación y el irrespeto mutuo lleva a eso y hay que entender que la mujer siempre va a tener su fragilidad”, opina Barros, de 25 años.

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El estudiante de la Facultad de Arquitectura menciona que su padre migró y es quien tiene pensamientos machistas. Pero, afirma que la crianza de su madre fue diferente. “Mi mamá desde temprana edad fue con todos de compartir las tareas del hogar, nunca me excluyó como varón, era rotativo. Yo tengo mi hobby que es el fútbol y me decía que si llego sucio yo lave mi ropa. Si llegaba tarde, que yo me sirva la comida, pero no que mis hermanas tengan que atenderme. Eso jamás me permitió”, señala el joven.

Barros, además, indica que esa enseñanza le sirve ahora. Vive solo en Guayaquil y realiza sus actividades. “El hombre tiene que desencadenarse de lo que venimos arrastrando culturalmente. Tenemos que entender que como género nos complementamos”, expresa.

“Tenemos que cambiar”

A sus 23 años, Naomi Barrios sabe perfectamente que la base de una buena convivencia es el respeto. En su hogar le han inculcado que el hombre no está por encima de la mujer sino que se trata de un trabajo en conjunto. Sin embargo, ha visto conductas machistas en otras personas.

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“Por suerte no he vivido estas situaciones, pero sí en las calles porque al ser mujeres somos un poco más vulnerables. Uno siempre anda con inseguridad, no es lo mismo que al ser hombre. Uno tiene más miedo de estar sola. Esto es parte de la sociedad (de cambiar)”, cuenta la estudiante de la Facultad de Filosofía.

La joven indica que las mujeres, para evitar esas situaciones, salen en grupos para no recibir comentarios sobre todo por la forma de vestir. “Sí hay comentarios con tonos machistas acerca de la vestimenta, de cómo debemos ir vestidas. Se hace más énfasis en la mujer. Se debe alzar la voz porque solemos estar reprimidas”, afirma Naomi.

En tanto, 19 de cada 100 mujeres han experimentado machismo en el ámbito educativo, sintiéndose humilladas, inferiores, recibieron insinuaciones, tocaron su cuerpo y hasta hubo agresiones.

Así también, 23 de cada 100 mujeres entre los 30 y 44 años han experimentado por lo menos un hecho de algún tipo de violencia en el ámbito escolar a lo largo de la vida. La mayor proporción está en cinco provincias: Cotopaxi con el 30,4 %, Azuay 27,7 %, Pastaza 25,4 %, Sucumbíos 24,3 % y Tungurahua 24,1 %. (I)