El día de Jennifer Ramírez, de 33 años, empieza a las 04:00. Se levanta para preparar el desayuno, alista las mochilas de sus hijos, después los despierta y los lleva a la escuela.

Luego regresa a casa a preparar el almuerzo y a limpiar la sala, comedor y cocina hasta que sea la hora de recoger a sus pequeños. Y continúa con las labores domésticas en la tarde: baña a sus hijos, está pendiente de sus tareas hasta el momento de dormir, que culmina con un beso.

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Esa es la rutina de Jennifer, que a veces realiza con pocos ánimos por el cansancio que siente después de las quimioterapias en la Sociedad de Lucha contra el Cáncer del Ecuador (Solca), en Guayaquil. Esta madre fue diagnosticada con cáncer de mama con metástasis ósea en la columna vertebral hace tres años. A esto se ha sumado una metástasis pulmonar.

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“El pronóstico es bueno pero a la vez malo. Es bueno porque estaba con una metástasis ósea la cual se detuvo y ahora me sale una metástasis pulmonar que es muy baja, lo que me han dicho es seguir con quimioterapia, no hay fecha, ni hora, ni día de finalizar”, cuenta Ramírez.

Cuando Jennifer se enteró del cáncer inmediatamente pensó en sus dos hijos y se preguntó: ¿dónde voy a dejar a mis hijos?, ¿con quién van a quedar? Esa mezcla de sentimientos la llevó a coger una pluma y un papel y escribir una carta mientras lloraba: “El día que yo me vaya, quiero que mis hijos queden con el papá, pero con la ayuda de una tía”.

Jennifer ha vivido estos tres años con la enfermedad junto a su esposo, Miguel, y sus hijos Carlos, de ocho años, e Iker, de cuatro años, quienes son sus mayores protectores. De hecho, Iker desea ser doctor para salvar a su madre y Carlos espera ser militar para protegerla de cualquier peligro.

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“Creo que tengo que ser ejemplo para mis hijos, darles a entender que nada, ni ninguna enfermedad los puede parar”, cuenta Jennifer, que este año decidió estudiar para ser paramédico y está convencida de que va a culminarlo.

Jennifer junto a sus hijos en la sala de juegos del Comité de Damas de Solca. Foto: Alexandra Casulo.

Sus hijos no son su única fortaleza, también está su esposo, Miguel, con quien lleva ocho años. “Me motiva a seguir adelante. Me ayuda psicológicamente y con mis hijos”, asegura Jennifer, a quien en ocasiones sus pequeños la ven cansada y le dicen: “mamá, ¿por qué no te acuestas?”, y ella les contesta: “necesito hacerlo para que ustedes tengan el alimento”.

Y ese cansancio es generado por las quimioterapias que se realiza cada quince días, hace dos años era cada mes. “Para mí el tratamiento es lo más duro que puede haber, pero tengo que seguir sonriendo para demostrar que todo se puede y tener la fe y convicción de que muy pronto pasará. Las quimioterapias son cansadas, es como subir un edificio caminando y comienza esa fatiga y usted solo quiere estar acostada”, expresa.

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Carlos, el hijo mayor de Jennifer, es quien más preguntas le realiza. Por ejemplo, “mamá, ¿por qué tienes un seno menos?” Y ella le dice: “dejémoslo a Dios, no va a querer o tal vez sí que tenga (un seno)”. “Y a veces me escucha hablar con otras personas sobre el cáncer y me dice: ‘mamá, ya vas a hablar que te vas a morir, ya te he dicho que no me gusta’. Esas son las situaciones que vivo”, menciona Jennifer.

Cuenta que ha aprendido a vivir con cáncer y asegura que no cambiaría nada en su vida, sobre todo en ser mamá. “Ser madre es convertirse en un ejemplo para nuestros hijos, es lo más maravilloso. Esto te cambia la vida para bien, porque aprendes a valorar lo poco o mucho que tienes”, opina.

Hay momentos en que Jennifer se quiebra y es cuando piensa en el futuro. De hecho, en su mente ya visualiza ese sueño. “Quiero ver a mis hijos como lo que tanto desean, graduados, uno de doctor y otro como militar y quiero decir que estoy orgullosa de ellos”, señala, y agrega que otra de las metas que espera cumplirla y más por sus pequeños es llevarlos a Disney World, en Orlando.

A Jennifer le gusta vivir “un día la vez” y agradecer cada mañana por lo que tiene. Que este domingo 14 podrá estar con sus hijos en el Día de la Madre. “Es muy duro pero cuando tienes fe, fortaleza y ganas de seguir viviendo creo que no hay nada imposible para poder ver a tus hijos crecer. Para una persona que le falta el alimento o trabajo, depende de la convición, oración y obrar bien es lo mejor y decir: ‘hoy estoy bien, pero mañana estaré mejor’. Yo al inicio dije: ‘no me tengo que ir porque el cáncer no me tiene que matar, yo tengo que matar al cáncer y voy a luchar hasta que mis hijos estén grandes, entonces el cáncer no es muerte, es vida”, sentencia Jennifer. (I)