Julio César Vizuete voló por todo el Ecuador y Sudamérica con su avión ultraligero por trece años antes de sufrir la emergencia aérea el pasado 12 de abril. Realizaba un sobrevuelo para apoyar a organizaciones ambientales nacionales e internacionales para la observación y registro de megafauna marina en Galápagos. Este año el objetivo era avistar tiburones ballenas.

Cuenta que la mala calidad de la gasolina que se expende en el archipiélago casi le cuesta la vida a él y a Alberto Andrade, director del Colectivo Frente Insular que lo acompañaba. Afirma que todo lo que pasó en altamar lo tiene grabado para producir un documental y que la aeronave accidentada la ubicará en un mausoleo en su empresa. “La gente de Galápagos me dicen que somos un milagro”.

Cuando se conoció la noticia de su emergencia se empezó a decir que el avión había partido con fallas previas, ¿estaba 100% operativa la aeronave?

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La aeronave que yo tengo es de última generación por lo que es capaz de volar desde el continente hasta Galápagos y regresar sin la necesidad de reabastecerse de combustible. Tiene una autonomía de 14 horas.

El motor de mi avión está diseñado para gasolina de automóvil. Antes del vuelo hicimos el mantenimiento respectivo porque era un vuelo muy largo, de casi siete horas y media.

A la sexta hora de vuelo empecé a sentir un ligero atoramiento del motor y es algo que está contemplado en la operación cuando hay una condensación excesiva y que no era el caso. La presión y todos los parámetros del combustible estaban en orden, pero el motor empezó a fallar muy seguido y allí entendí que la cantidad de agua que había en el combustible era muy alta.

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El el gascolador se había llenado de agua y estaba saturado, entonces estaba pasando más agua que gasolina por lo que empezó una especie de torpedeo.

Momentos en que una lancha guardacostas rescata a Julio César Vizuete. Foto: Cortesía

Al sentir esto, me imagino, ya supo que tenía que amerizar. ¿Cuál fue su reacción?

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Le dije a Alberto lo que iba a pasar y lo que tenía que hacer. Le pedí que no se preocupara, ya que todo el mundo piensa que un accidente aéreo es catastrófico, pero estas aeronaves de última generación han contemplado estos escenarios que es muy difícil hacerse daño.

Le pedí a Alberto que ubicara sus brazos en cierta posición y que se quedara en su habitáculo y que espere el impacto de la manera más suave. Necesitaba de su serenidad y que me deje los mandos libres.

Íbamos a 1.500 pies y los aviones comerciales que yo escuchaba no me podían escuchar por lo que encendí el sistema de emergencia del rastreo satelital que fue efectivo mientras veníamos por el aire, pero a penas el dispositivo tocó el agua se fundió y ese es un reclamo que estoy haciendo a la compañía que provee el servicio.

¿Pero al final el equipo de rastreo les ayudó a que los recataran o no?

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Si el equipo hubiese funcionado como nos ofrecieron nunca se hubiesen preocupado en tierra y tampoco se hubiese generado la confusión que hubo (en su ubicación). No pudimos enviar reportes constantes de la ubicación. Si hubiese enviado estas alertas, nos hubiesen encontrado esa misma tarde.

Una vez que amerizaron, ¿qué fue lo primero que hicieron?

Alberto sacó la balsa (de emergencia). Corté todos los sistemas de combustibles, eléctricos para evitar incendios, solo se dejaron baterías de backup para hacer lectura de instrumentos y se lanzó la última señal de emergencia. No demoramos ni 30 segundos en estar afuera.

Este avión ganó cuatro premios de la NASA por varias de sus características y una de esas es su capacidad de flotar. Una vez afuera, Alberto se sumergió a sacar la balsa, la inflamos. Alberto se quedó en la balsa para acomodar nuestras cosas y yo me sumergí para sacar del avión todo lo que era indispensable.

Saqué una batería para conectar una baliza que saqué del ala izquierda del avión para que en las noches emitiera flashes. Sacamos el kit de emergencia que contenía agua con minerales, granos secos.

Aunque el avión ultraligero pudo ser recuperado del mar, no podrá ser reparado. Foto: Cortesía


Alberto, al ser pescador, es un hombre de mar y ha pasado un sinnúmero de noches en la oscuridad del océano, pero ¿qué sintió al estar en la inmensidad del mar?

Fue una de las noches más hermosas que he pasado en mi vida. De alguna manera el universo obró para que estemos ese día allí porque tenía el cielo estrellado sin contaminación lumínica, vi una gran cantidad de astros celestes espectaculares, estrellas fugaces que tenían recorridos larguísimos. Esa noche no dormí porque estaba fascinado.

¿Tuvo la oportunidad de observar alguna especie de megafauna marina estando en el bote?

En la noche los peces vela salen a comer y cada vez que ellos saltaban, se movían o perseguían algo se generaba en el agua fotoluminiscencia. Eso fue espectacular. Si eso era lo último que íbamos a ver, no podía dejar de verlo.

Una vez que soportaron la primera noche, en la mañana siguiente, ¿qué hicieron?

Esta aeronave tiene un paracaídas balístico. Yo le dije a Alberto que si logramos activarlo podríamos usarlo como una vela. Por lo que él se encargó de todos los nudos y yo de la parte técnica.

Me tomó desde las 05h30 hasta las 08h30 activar el paracaídas porque debía reconfirmar roturas en el tanque de gasolina entre otros temas porque no quería generar un suerte de fuegos artificiales. Todo lo hice sumergiéndome en el mar. Alberto le hizo un forro prácticamente a todo el avión.

¿Luego de confeccionar la vela me imagino que estaban más tranquilos?

Cuando hicimos lo del paracaídas la cola del avión cayó sobre la balsa salvavidas y lo cortó. El balsa se desinfló y en mi mente dije que ahora sí teníamos una situación fea. Por esto subimos unos flotadores que yo había dejado en la cabina del avión y le dije a Alberto que se ponga el chaleco y extendimos dos líneas de vida y cada uno se puso sobre una ala. Con un mar violento no creo que nos haya perdonado errores. Alberto cortó la balsa en retazos y diseñó protecciones para el sol, la lluvia y para recolectar agua por si llovía.

¿Cómo fue el rescate?

Cuando terminamos de hacer las amarras Alberto se acostó porque quería descansar. Yo tenía dos camisetas en la cabeza y estaba en calzoncillo ya que mi ropa se mojó cuando se pichó la balsa, pero luego Alberto me prestó un pantalón. Como a la una de la tarde vi una cosa gris y era la lancha guardacosta.

Luego Alberto lloró de emoción. Yo estaba tranquilo hasta que subimos al Sodiac (nave menor que hizo el transbordo a la lancha guardacosta). Empecé a hacer un video y se me fueron las lágrimas porque no solo se fue al agua una avión ni tampoco es por lo que perdí (valor del avión) sino que se fue al agua un compañero de vida. Lo tuve trece años y el avión para mí jamás tuvo fines de lucro sino ha sido una forma de contarle a todos cómo se ve el Ecuador, Sudamérica desde el aire. Cuando vuelo es la única vez que tengo los pies sobre la tierra.

Pero hay fotos de que se recuperó el avión del mar, ¿tiene seguro?

En la legislación de la aviación civil ecuatoriana no se considera a los aviones livianos como aviones sino como artefactos que por alguna razón que desconocemos vuelan. Mi avión, como otros que hay en el país, tiene características que lo hacen mucho más fiables, eficientes y seguros que el 90% de la aviación menor que hay en Ecuador y que está certificada.

Como la aviación civil no lo considera como un avión seguro las aseguradoras no quieren asegurarlo. Tú puedes ver a una avioneta cessna que bota combustible y que se está desarmando en el aire, pero tiene seguro. Y mi avión que es seguro, que ganó cuatro premios de la NASA no tiene seguro y acabo de perder $342.000.

Julio César, junto a Alberto Andrade, pasaron una noche sobre una balsa salvavidas en mar abierto. Foto: Cortesía

¿Podrá adquirir otro avión?

Las organizaciones ambientales y oenegés con las que estábamos trabajando se han unido y me van ayudar en gran parte para el nuevo avión. Yo envié toda la información de cómo estaba el avión a la fábrica para ver si se podía reparar, pero me dijeron que no por lo que se decidió comprar uno nuevo.

¿Qué hará con el avión accidentado?

Lo voy a llevar a mi empresa y lo voy a poner en un mausoleo con fotos de los trece años que he volado por todo lado para que las personas que quieren conocer de este visite las instalaciones y lo puedan ver.

Luego de salvarse y con la mente fría, ¿qué hubiese cambiado o hecho mejor?

No usar gasolina de Galápagos. Sabía que hay agua en la gasolina, también pasa en ciudades como Guayaquil, pero jamás pensé que el nivel de agua era tan alto para que representara un riesgo de accidente.Luego del accidente me puse a conversar con la gente de Galápagos y me dijeron que hay pescadores que han muerto por la calidad de la gasolina.

Los taxistas me dijeron que tienen que estar cambiando bombas, filtros a cada rato. Los pescadores me dijeron que la gasolina les daña el motor. Todos me dijeron que lo que nos pasó a nosotros fue un milagro (rescate). Es el Estado el culpable de todas estas desgracias. ¿Por qué la gasolina que va a Galápagos no puede ser igual que la que está en el continente? (I)

Julio César Vizuete y Alberto Andrade luego de ser rescatados. Foto: Cortesía