“Doctora, ayúdeme”. Esas son algunas de las palabras que Julieta Sagñay, psiquiatra especializada en Neuropsicología y Adicciones, no va a olvidar de cuando conoció a Fernando (nombre protegido), un adolescente de 14 años que creció en un ambiente conflictivo.

Fernando vivía con su madre, que se dedicaba a la prostitución y con su padrasto, vendedor de droga en el suburbio de Guayaquil. “La verdad es que me quieren enrolar en el sicariato y sí me atrae ese mundo porque me ofrecen sexo, drogas y rock and roll”, le dijo Fernando a Sagñay con un tono de admiración hacia estas bandas delictivas.

Influencia de bandas delictivas se hace posible ante hogares desestructurados

“Me decía que lo adopte”, señala Sagñay, quien llevó al menor a donde su abuela para conocer la situación, pero esta lo rechazó. “La abuela me dice: ‘Yo no quiero saber nada de él’”, dice Sagñay, quien cuidó de Fernando: “Lo ayudé, lo engordé, le di la ropa de mi hijo”.

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Fernando estuvo con Sagñay por cinco meses, después se fue de su cuidado y hace poco se enteró que lo mataron. “Supe que andaba en bandas. Él quiso entrar con nosotros, pero parece que las bandas lo convencieron”, lamenta Sagñay, quien recuerda que este joven le había dicho que ya era adicto: “He robado. Usaba drogas para no tenerle miedo a la policía y para olvidarme de que mi familia no me quiere”.

Pero, este no es el único caso impactante que conoce Sagñay. Ha conocido jovencitas consumidoras de droga que vienen de un hogar donde la madre y hermanos están perdidos en ese mundo. Hay otras situaciones de adolescentes embarazadas que usan el pañal de su bebé para esconder la droga cuando andan por las calles.

“Ese bebé está condenado a repetir la historia. Si dan a luz a más niños son los que van a sufrir. Tenemos la responsabilidad de que ningún niño nazca en el ambiente de ellos”, menciona Sagñay, quien conoció el caso de un menor que tenía un prostíbulo en su vivienda y aquellos actos sexuales se realizaban frente a su niña.

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Bandas criminales reclutan a niños y adolescentes en Ecuador: pasan de ser campaneros, asaltantes hasta convertirse en sicarios

“Era una cosa horrorosa y logramos que la custodia la tenga el papá. Se necesita hacer una campaña masiva de planificación familiar. Hay que proteger rápido a los niños de estos lugares, sacarlos porque son los nuevos ciudadanos. Todas las embarazadas con niños (que vienen de familias que trafican droga) nacen con el síndrome de abstinencia y quedan a cargo de tíos, abuelos, de quien sea y hay que protegerlos”, sugiere Sagñay, quien no culpa en su totalidad a la pobreza.

Con esto concuerda la psicóloga clínica Paola Córdova, quien resalta la necesidad de actividades recreativas. “La falta de opciones constructivas para invertir su tiempo libre, como podrían ser iniciativas de carácter cultural, recreativas o lúdicas en sus comunidades, hace que niños, niñas y adolescentes se vinculen a las pandillas. La carencia afectiva en los hogares y la poca o nula comunicación asertiva entre padres e hijos también es otro gran factor de riesgo. Los patrones de conducta tienden a ser determinantes en el desarrollo cognitivo y crecimiento del niño o niña”, opina Córdova.

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Así también agrega que, si el problema es detectado a tiempo, es decir, este interés por pertenecer a una banda, es indispensable el tratamiento terapéutico, “donde se involucren todos si se logra modificar ciertos comportamientos que ayudaron a que no caiga en este tipo de situaciones delictivas”.

El reclutamiento de niños, niñas y adolescentes con fines delictivos ya está tipificado y es parte de las reformas al Código Orgánico Integral Penal (COIP) que constan en el Registro Oficial del 29 de marzo de 2023.

El artículo 369.1 indica que la persona que, de manera individual o como parte de una estructura delictiva, reclute o enliste a niñas, niños o adolescentes con el propósito de que cometan conductas tipificadas como delitos, será sancionada con pena privativa de libertad de diez a trece años. Además, hay otra sanción de 13 a 17 años si el reclutamiento tiene relación con el cometimiento de delitos de tráfico de sustancias catalogadas sujetas a fiscalización, delitos contra la propiedad, delitos contra la vida, contra la integridad sexual y reproductiva, delincuencia organizada, trata de personas, tráfico ilícito de migrantes, sicariato, extorsión, robo o terrorismo.

“A los chicos no les enseñamos a manejar emociones, entonces viene alguien y los deslumbra con ese mundo de yate, mujeres porque no le estamos enseñando a que la gratificación hay que esperarla, trabajarla. Entonces, qué les ofrece ese mundo: la gratificación inmediata. Tenemos que enseñarles a los chicos a esforzarse sacrificarse, manejar sus pensamientos, proyecto de vida”, menciona Sagñay.

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Esta experta considera que, entre los menores más vulnerables, son los huérfanos por sicariato. “Hay que ayudarlos con los estudios, becas, apartarlos. Yo tengo una niña con varios problemas psicológicos. Ella sacó en las redes sociales que se quería suicidar”, cuenta Sagñay y añade que a esta joven le asesinaron a sus padres.

“El barrio, ausencia del amor de los padres, llenos de violencia, falta de empatía y eso hace que el joven quiera estar afuera en el barrio, ¿cómo se va a sentir?, que pertenece al barrio porque al fin alguien lo toma en cuenta. Si un niño no tiene sentido de pertenencia en su casa, va a encontrar en las agrupaciones delictivas”, opina Sagñay.

Las expertas aseguran que tanto estos menores, que se vuelven huérfanos por sicariato, requieren de un acompañamiento psicológico inmediato y que se garantice su educación. (I)