El sueño de Marisol, de 24 años, es ser médica y para llegar a eso está estudiando y practicando cada día. Pero hay situaciones que la incomodan y no encuentra la justificación para que se realicen.

En su clase de oftalmología, su profesor mayor de 50 años, que imparte la cátedra en una universidad, ubicada al norte de Guayaquil, presentó unas diapositivas. En esa proyección mostró fotos de mujeres en ropa interior durante las tres horas que dura la clase. La justificación del maestro para esa acción fue que era para evaluar la visión observando a las mujeres con poca ropa.

“Nos colocó dos imágenes de dos mujeres en ropa interior en plena clase y preguntó: ¿Qué hay en estas imágenes?, para muchas chicas fue incómodo porque eran mujeres en ropa interior y él hacía esa pregunta con la finalidad de que los chicos digan ‘están buenas’. Después, el profesor dijo: ‘yo sé que estas manes están superbuenas, pero no nos enfoquemos en eso’”, cuenta Marisol.

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Y continúa: “Pidió disculpas a las chicas por no haber traído fotos de hombres desnudos y dijo: ‘pero creo que esto es más recreativo’. Hubo chicas que se rieron de su chiste machista”, relata la estudiante que no ha denunciado este acto a la universidad por varias razones. Primero, por represalias; segundo, porque la mayoría de profesores y directivos son hombres; y tercero, no tendría apoyo de más estudiantes.

“Como mujer me sentí ofendida de que nos muestre el cuerpo de otra mujer como burla, morbo, me molesté y no me reí de su chiste, puse una cara seria, que se notaba mi enojo. Y él se hizo de la vista gorda para quienes hicimos este gesto y se enfocó en las personas que se reían y morboseaban estas imágenes”, expresa.

Lastimosamente, no es el único acto “machista” que ha experimentado. Con otro profesor, de edad avanzada, enfatizaba que en las exposiciones se use la ropa “adecuada”. “Yo no entendía por qué era eso, pero cuando eran las exposiciones, vi que si se usaba falda, el profesor ni siquiera escuchaba y automáticamente te ponía 10. Pero si usabas pantalón y hacías la mejor exposición del mundo, te ponían 6 o 7 porque no usabas la ropa adecuada”, señala la joven, que estas situaciones las ha conversado con sus padres, quienes están pendientes de que no le ocurra nada a su hija.

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“En la universidad no se contempla hablar con otra autoridad con respecto a este problema porque las autoridades son médicos, que son colegas de nuestros profesores y ellos lo que hacen es escucharte, van y le dicen al doctor que te quejaste de tal cosa y lo que hace el doctor es tomar represalias. Nunca se hace nada. Las quejas no sirven de nada y peor de ese tipo porque la mayoría son varones y no contemplan estas acciones como machistas y denigrantes para la mujer”, sostiene Marisol, quien se siente desprotegida en la institución educativa.

También hay casos que son presenciados por hombres que no están de acuerdo con la violencia de género y por temor a represalias tampoco hablan. Josué es uno de ellos y cuando fue pasante en una casa de salud en Guayaquil escuchaba que otros médicos decían de las estudiantes: “está rica”, “si quieres puedes aprender en mi consultorio” o “te acompaño a realizar un procedimiento”.

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“Se aprovechaban de las ganas de aprender. Es una situación de la que he querido hablar desde hace tiempo, no veo correcto, veo que es un abuso de poder porque normalmente las chicas se ríen ante la incomodidad de lo que sucede y mi intención siempre fue decirles reporten tal situación porque no es correcto y es algo que se tiene que eliminar”, dice el joven.

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Cuando Josué ya fue al internado, pasaba lo mismo y hasta hubo una denuncia de por medio. “Ya llegó al contacto físico, le tocó el trasero. Este tema no se suele tocar con una autoridad… Otra situación es cuando los médicos se dan cuenta de que la joven es seria, reacia y no coquetea, la hacen a un lado”, especifica Josué.

Carlos Tutivén, docente e investigador de la Universidad Casa Grande, indica que el machismo es una ideología o cosmovisión originada en el paradigma patriarcal.

“Esta cosmovisión se transmite generacionalmente. Algunos de los indicadores, que muestran un modo de pensar o de comportarse de modo machista, está en el discurso que se usa para referirse a las mujeres o a las relaciones entre hombres y mujeres. El uso de palabras, frases o tonalidades pueden revelar la idea de que se es “superior” por ser hombre-alfa, que se tienen roles sociales de jerarquías y lugares de poder bien establecidos en la diferencia entre los sexos. La voluntad de imponerse al otro, sea hombre o mujer, de no aceptar equivocaciones, de sostener posiciones fijas y dogmáticas, y en el extremo, el de golpear o ejercer violencia física para hacer valer su deseo son algunas de las formas de reconocer a una subjetividad machista”, explica Tutivén.

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El experto recalca que el machismo se ejerce ante cualquier género y no solo contra las mujeres. “Hay innumerables casos en los colegios de chicos prepotentes que ejercen su dominio sobre sus compañeros. El inicio de estos comportamientos está en la transmisión de esos pseudovalores en la temprana infancia. En el círculo inmediato y mediato de crianza”, sostiene.

Joselyn Pispira, técnica de gestión de conocimiento de Cepam, considera que el machismo viene de un sistema de creencia, de lo que es ser mujer y hombre. “Cómo estos deben comportarse, es decir, qué es lo que se espera de ellos en cuanto a cómo deben de sentir, cómo deben de pensar, cómo deben de actuar. Con eso podemos empezar a identificar las señales de alguna situación de violencia. Estas señales dependen del contexto y, a su vez, también tienen distintas formas de expresarse. Puede ser desde las más implícitas hasta las más explícitas”, cuenta Pispira.

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La especialista ejemplifica que las situaciones implícitas pueden ser los comentarios sexistas y que los podemos recibir en cualquier contexto como en el ámbito educativo, en el hogar, trabajo. “Las mujeres son solo para el hogar y no se concibe a una mujer en un puesto de dirección, en un puesto de toma de decisiones porque desde este sistema machista las mujeres no son capaces de poder tomar decisiones efectivas”, señala.

Y las explícitas consisten en la violencia física, emocional. Pero Pispira indica que este problema no hay que trabajarlo solo con mujeres, sino con los hombres, desde la prevención: “Los hombres tienen un papel importante. Son necesarias políticas públicas de prevención”.

A lo largo de la vida, 65 de cada 100 mujeres en el país han experimentado por lo menos un hecho de algún tipo de violencia en distintos ámbitos como psicológica, física, sexual, patrimonial, educativa y demás, de acuerdo a la encuesta sobre relaciones familiares y violencia de género contra las mujeres del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) del 2019.

Y 19 de cada 100 mujeres lo vivieron en el ámbito educativo, sintiéndose humilladas, inferiores por ser de ese género, recibieron insinuaciones, tocaron su cuerpo y hasta hubo agresiones.

Así también, 23 de cada 100 mujeres entre los 30 y 44 años han experimentado por lo menos un hecho de algún tipo de violencia en el ámbito escolar a lo largo de la vida. La mayor proporción está en cinco provincias: Cotopaxi con el 30,4 %, Azuay 27,7 %, Pastaza 25,4 %, Sucumbíos 24,3 % y Tungurahua 24,1 %.

Tutivén menciona que una forma de terminar con esta ideología es enseñarle al sujeto a deconstruir esa forma de pensar. “Ayudarle a comprender el nivel de sufrimiento que causa. Pero este camino depende de la voluntad de cambio que el sujeto esté dispuesto a emprender. De lo contrario, la violencia física y simbólica lo acompañarán toda su vida”, enfatiza Tutivén.

Recomendaciones ante conductas machistas

  1. Buscar apoyo y hablar en un lugar que se sienta seguro o segura.
  2. Estar muy atentos al estado de ánimo de quien ejerce una conducta machista. Si esa conducta se ejerce desde una prepotencia belicosa o desde una cotidianidad normalizada, lo que da una pauta de cómo responder. Se responde apelando al diálogo. Respuestas irracionales solo animan más irracionalidad.
  3. Haz saber que la persona con actitudes machistas está capturada por estereotipos, prejuicios y represiones emocionales. Una buena conversación puede ayudar a cambiar esas actitudes o, al menos, ir disminuyéndolas.
  4. Si la conducta machista es externa (por ejemplo, en la calle) lo más práctico e inteligente es ignorarla. Un machista clásico busca provocar. Ignorarlo ya es una respuesta de desvalorización.
  5. Otra variable es la de relativizar el estereotipo machista con otros ejemplos y casos que lo desmienten, lo contradicen. Esta práctica puede funcionar en conversaciones familiares, pues combatir el machismo es un asunto de educación social compartida. (I)