Hace siete años, Mónica García se enteró de unas clases para aprender a elaborar jabones artesanales y le dio curiosidad. Viajó desde Guayaquil a Quito y terminó el curso sin pensar que después esa técnica sería lo que le dé mayor tranquilidad años después, convirtiéndose en su sustento, ya como marca Vía Mona.

Tras culminar esos talleres, en 2015, Mónica iba como de costumbre al ginecólogo y le dijo al médico que tenía “una bolita” en su seno. El doctor le aseguró: “que era normal”. Meses después, Mónica le informó al galeno que había crecido y este le dijo que la alternativa era realizarse una biopsia, pero no ocurrió porque él mismo le insistió en que no era tan necesario.

Pasaron los meses y Mónica volvió a la consulta ya con dolor hasta en su brazo. Ella vio que el doctor se asustó y después de los análisis, se determinó que tenía cáncer de mama. Se lo confirmaron un 24 de diciembre.

Publicidad

Quedó impactada por la belleza de las playas de Ecuador y aterrada por los desechos plásticos: una alemana creó una pasta dental sustentable con ingredientes amazónicos

Les dije a mis hijos que era cáncer grado dos, que preparen la iglesia, les dije los salmos que quería, que no quería llantos y que cenemos y nos tomemos la foto como siempre (en el 24 de diciembre)”, menciona Mónica, de 59 años.

Ya en enero de 2016, empezó su tratamiento con las quimioterapias y ese proceso dañaba su piel, no podía dormir y tenía depresión. Entonces se enfocó en crear jabones naturales, lo que había aprendido en Quito. Hacía hasta 15 jabones diarios.

“Yo hacía demasiado por el mismo estado en que me encontraba. Yo necesitaba hacer algo. Llega un momento que eran las 08:00 y ya había hecho 10, 15 jabones. En mi casa no querían saber nada de los jabones y empecé a regalar”, menciona Mónica, quien tiene una licenciatura en lengua y lingüística inglesa; y literatura alemana.

Publicidad

Mónica García crea sus productos y tiene anotado un cuaderno todas las directrices. Foto Carlos Barros. Foto: El Universo

Cuando terminaba el periodo de las quimioterapias regresaba a su trabajo y obsequiaba los jabones a sus compañeros hasta que le preguntaron por qué no los vendía. De hecho, una amiga de la mujer lo usó y le alivió una quemadura que tenía en el brazo.

Entonces, Mónica le pidió a su hija crear una cuenta de Instagram a finales de 2016 y empezó a subir fotografías. Le puso el nombre de Vía Mona. Vía al considerar que hay un camino en la vida y Mona por el diminutivo de su nombre.

Publicidad

Los $ 20 que le regaló su mamá ayudaron a que Landy Andrade hoy venda hasta 3.000 bolos al mes; ella sueña con su ‘imperio’ de bolos y chocobananas

Luego, se inscribió para participar en una feria. Pero, no pudo dedicarse totalmente a la venta porque fue operada y hoy ya no tiene cáncer. Sin embargo, le diagnosticaron parkinson. “Tengo temblor del lado derecho, pero se está tratando, estoy con el neurólogo, me tomo mis pastillas tres veces al día”, apunta.

A pesar de esas noticias, sí logró participar en la feria. No le fue bien, pero se daba a conocer y había buenos comentarios de sus productos. Mónica estaba muy inspirada y siguió estudiando, esta vez maquillaje natural e ingresó a la feria Bonaterra en Los Ceibos.

Las malas noticias en la vida de Mónica parecían seguir: un mes antes de la pandemia del COVID-19, en febrero de 2020, fue despedida de su trabajo. Al verse solo con su liquidación y en un confinamiento, se concentró y creó shampoos, cremas, desodorantes, bálsamos, entre otros. “Me pregunté: ¿qué hago de mi vida? y empecé a tomarlo en serio y ya no era tanto un hobbie, sino una supervivencia porque me liquidaron, las cosas se terminaron. Y en mi casa yo soy la mamá y papá”, dice Mónica, quien vive con su madre, quien tiene problemas de memoria y con su hija que no consigue empleo.

Mónica averiguaba cursos para emprendedores, los aprovechaba, participaba en ferias y se daba a conocer hasta que de a poco sus productos ingresaron en tiendas personalizadas, markets y hasta en un centro comercial como en CalmStore en Riocentro Los Ceibos, en Sunshine y Huerto de Luchi en Guayaquil y en We Concept Store en Samborondón.

Publicidad

Mónica posee un amplio portafolio: acondicionadores, labiales, exfoliantes, limpiadores faciales, bálsamos para mascotas, espuma de ducha y demás. Usa aceites esenciales de cannabis, lavanda, extractos de manzanilla, entre otros. Los precios van entre $ 3 a $ 13.

Con 10 dólares nació la sorprendente ‘Chica Bahía’, quien es canal de compras de otros emprendedores y llega hasta Estados Unidos

La demanda de Mónica ha crecido en este último trimestre del año. Vende entre 20 a 30 productos mensuales y ella surte a la vez a sus puntos de venta. “Yo vivo el día a día, no me voy a dejar vencer, aún me falta mucho por disfrutar, quisiera hacer muchas cosas, pero no se puede: como viajar más, ir a la playa, quedarme mirando el sol, mar y la arena. Para mí es maravilloso y espero en algún momento hacerlo”, señala Mónica, quien aspira crecer aún más en el negocio y agregar el servicio de capacitación para que otras personas aprendan a crear productos naturales.

Para ella este camino no ha sido fácil, pues asegura que hay que luchar frente a los productos comerciales que son más económicos. “Es difícil que una persona quiera un jabón de $ 5 cuando puede comprar de $ 1, pero hay que educar para que sepan que es lo mejor para la piel. Me gusta cuando las personas tienen conciencia de la salud”, indica.

Las galletas de almidón de yuca que padre e hijo vendían en las calles y tiendas de barrio hoy llegan a Estados Unidos y hasta se comercializan por Amazon

A la emprendedora le enorgullece que otras personas hayan aprendido de ella y estén con su propio negocio. “Es un granito de arena, lo único que hice fue darle los lineamientos”, expresa Mónica.

La propietaria de Vía Mona recomienda a los emprendedores no rendirse e innovar. “El emprendimiento es un camino muy llano y escabroso al mismo tiempo, pero uno no debe darse por vencido. Si el producto ya existe en el mercado, hay que innovarlo, mejorarlo, darle una diferencia. Y vender las cosas con calidad humana, no ser tan materialista porque uno lo hace para subsistir, es verdad, pero también lo hace para ayudar a otras personas”, apunta. (I)