Un comerciante que vendía botellones de agua en el sector de Los Vergeles, en el norte de Guayaquil, recibió una carta de una mujer de unos 19 años de edad en la que decía que debía pagar una cantidad como vacuna para seguir con su negocio.

El hecho ocurrió en 2022, en los albores de la violencia que enfrenta Ecuador con crímenes y extorsiones a los negocios.

“Las chicas jóvenes acogen la función de mensajeras. Cuando recién empezaron a vacunar eran chicas de 18 a 20 años de edad las que daban el aviso. Muy rara vez se veía una mujer más mayor”, cuenta uno de los vecinos que las observaba.

Publicidad

Los Vergeles es uno de los barrios de Guayaquil donde hay casas que funcionan para acopio y venta de droga, crímenes y robos, lo que provoca incluso el desplazamiento forzado de familias.

El papel doloroso que cumplen las muchachas es el de tonto útil, dice Darío Bucheli Fuseau, experto en seguridad y asesor estratégico en inteligencia, porque tienen una figura de imputabilidad si están embarazadas, por ejemplo. “Tienen figuras mucho más suavizadas ante la justicia y los que hacen el control del crimen organizado. No es lo mismo un tipo tatuado que aparece con un Ferrari nuevo, a que una chica bonita lo tenga”.

Las personas que hacen análisis de comportamiento para perfilación criminal buscan conductas raras o sospechosas. “Entonces, un perfil de una mujer bonita y joven en un coche de alta gama es menos raro y sospechoso que el de un tipo al que no se le ha conocido fortuna antes. Ellas llaman mucho menos la atención en este sentido”, afirma.

Publicidad

A este uso se suma la influencia de lo que se conoce como narcocultura, que cala sobre todo en los barrios de los estratos más bajos de las ciudades como Guayaquil. Este concepto incluye toda una industria de novelas, películas, series de televisión y música.

Las plataformas de streaming como Netflix han popularizado estos contenidos.

Publicidad

Narcocultura: la fascinación por el lujo y el poder en los jóvenes

El impacto se observa en el cambio de las aspiraciones de los jóvenes. “Las chicas de 14 o 15 años ya no piden la fiesta, ni quieren terminar la secundaria, lo que piden es una cirugía plástica para ponerse senos artificiales, aunque a veces no tienen ni para comer”.

El narcotráfico, agrega el especialista, viene con otras pequeñas industrias de la mano como la de la belleza para chicas. “Algunas de ellas son usadas como objeto de los narcotraficantes”, como se ve en las series.

Katherine Herrera, académica y consultora en temas de seguridad, indica que la narcocultura exterioriza estereotipos que penetran en determinados sectores de las ciudades.

Publicidad

El mensaje se centra en conseguir cosas de forma más rápida. “No nos damos cuenta, incluso quienes somos conocedores de seguridad o los tomadores de decisiones, de que estas mujeres son utilizadas como anzuelos para que ayuden en el lavado del dinero o para satisfacer necesidades sexuales”, señala Herrera, quien añade que es justamente como son reflejadas en estas series.

Son estereotipos que calan en ciertos jóvenes. “Cuando hay una normalización de estos comportamientos, algunas mujeres piensan que es el camino más fácil o el único que tienen para salir de la pobreza”, asegura Herrera.

Detienen a un menor de edad por tenencia de 1.351 dosis de cocaína y marihuana, en Cotacachi

Hay bandas que toman sus nombres de series sobre el crimen organizado

Una imagen del actor que encarna a Pablo Escobar en la serie sobre la vida de este narcotraficante colombiano.

El nombre actual de algunas bandas refleja el impacto de las series de televisión. Los Pepes son un grupo delincuencial al que se le atribuyen varios crímenes en la provincia de Manabí.

Su nombre se refiere a la banda que junto a los paramilitares y autoridades de Colombia aniquilaron al narcotraficante colombiano Pablo Escobar, acribillado en diciembre de 1993.

Los Pepes aparecen en la serie sobre la vida de Escobar, quien era el líder del cartel de Medellín.

“Todo esto corresponde a la narcocultura que vivimos en Ecuador y la apología que se hace de este delito”, dice Bucheli.

‘Narcocultura’, un documental que se adentra en el mundo de los narcocorridos

La otra banda que ha surgido en Guayaquil lleva el nombre de Peaky Blinders, que es el título de una serie británica que narra la historia de esta pandilla surgida en Birmingham (Reino Unido) en el siglo XIX.

Estos se disputan el control de los ramales del golfo de Guayaquil para el acopio y traslado de drogas hacia los buques, según la Policía.

Los contenidos audiovisuales de ficción de la narcocultura lo que hacen es popularizar la imagen del narcotraficante, según Bucheli. “Los hacen ver como las nuevas estrellas, mientras que quienes los persiguen son policías fracasados sin dinero que siempre están complicados”.

“Muchos jóvenes quieren ser como mi papá”, dice el hijo de Pablo Escobar por el retrato glorificado del narcotráfico

En su momento en Estados Unidos se permitió la proliferación de exponentes del rock durante las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX, justamente para que los ciudadanos no endiosen a los jefes de las mafias o a los políticos de turno. “En Ecuador no hay una industria fuerte de entretenimiento, entonces se termina endiosando al señor de los cielos o a Escobar”, señala Bucheli.

Hay que entender que el crimen transnacional organizado mueve el 2,2 % del producto interno bruto mundial, agrega. “De ahí que otra aspiración de las chicas jóvenes en los países afectados por el narcotráfico, como México, Ecuador o Venezuela, es ser novias de un ‘traqueto’ (término coloquial de Colombia que se refiere a una persona que asesina a cambio de un pago y que está al servicio de una organización del narcotráfico)”.

Los jóvenes, en cambio, aspiran a tener una moto para empezar a realizar las vueltas como le llaman a las actividades ilícitas en torno al narcotráfico, indica Bucheli.

‘La banda de los Tiguerones y mi sobrino están detrás de la muerte de mis dos hijas y ahora me quieren matar a mí’, dice madre de asesinadas

Las relaciones históricas entre los hombres y mujeres también coadyuvan a la definición de roles de las mujeres dentro del crimen organizado.

“Una madre como mujer siempre va a tratar de proteger la figura del hombre que está delante de esto porque histórica y antropológicamente eso es lo que han hecho, estar detrás de la figura del hombre fuerte que hace estas cosas. Como madres incluso no dudan en decir te ayudo en los problemas, pero que no te maten, que no te lleve la policía”, refiere Bucheli.

De ahí que su tarea sea la del blanqueo de capitales del dinero ilícito conseguido en el negocio de las drogas. Con ello se refleja también el machismo subyacente, añade el especialista.

Otra característica de la mujer que es parte del crimen organizado es un mayor nivel de prudencia. “Un ejemplo es lo ocurrido en Colombia. Escobar hizo un reguero de sangre, mientras que Griselda Blanco (conocida con el alias de Viuda Negra y asesinada en septiembre de 2012) creó una red de narcotráfico de bajo perfil con su sonrisita”, asegura Bucheli.

“Latinoamérica debe ser una potencia de cine diferente, ya no de narcocultura”: Director colombiano Felipe Vallejo estrena en Ecuador su película, ‘¿Qué corre por tus venas?’

‘Hace falta una campaña de prevención que recomponga el tejido social’

Una respuesta a largo plazo sería la recomposición del tejido social y del sistema de valores, pero la génesis de esto es la falta de oportunidades. “Si se va a Esmeraldas o Sucumbíos en la frontera norte, las opciones para un joven es involucrarse en el narcotráfico si quiere vivir medianamente bien”.

En ciertos sectores de Ecuador hay zonas de desgobierno y de gobernanza criminal. “El Estado no ha sabido ganarles este territorio, entonces ellos son quienes mandan, educan y ponen las condiciones de juego y de adoctrinamiento”, manifiesta Bucheli.

En torno a la narcocultura hay refranes como el acuñado en México con el fin de divulgar que ser parte del crimen organizado no trae consecuencias: “Allá es muy común escuchar: ‘prefiero vivir tres años como rey que 30 como buey’”.

El problema, dice Herrera, es que tampoco existe una campaña en temas de prevención que muestre alternativas para que las mujeres y los jóvenes vean otras opciones.

El fin estatal debería ser evitar que los jóvenes caigan en el ciclo de violencia del narcotráfico. “A las que ya están en centros de rehabilitación hay que apuntar a un programa de erradicación de la violencia, para asegurarnos de que primero ellas no vuelvan a caer en estos delitos, que entiendan esta situación. Y segundo, que sus redes de apoyo no repitan la misma historia”.

En el trasfondo, el tejido social tradicional en el que las mujeres transmiten los valores a las generaciones futuras, mientras los hombres buscan el sustento familiar de forma digna ha sido trastocado, dice Bucheli.

“Es un tema de debilitar los sistemas de creencias especialmente en la cultura occidental porque se necesita una generación débil, que no sea resistente, intolerante al fracaso, que quiera recompensa inmediata. Los muchachos hoy no toleran la frustración, quieren dinero fácil por lo que son fáciles de reclutar por el crimen organizado transnacional”. (I)