Por Sonia Yánez Blum (Twitter @soniayanezblum)

El 21 de abril de 2025, el mundo se sacudió con una noticia que nos tocó desde lo humano y lo simbólico: el fallecimiento del papa Francisco, a los 88 años, debido a un derrame cerebral e insuficiencia cardiaca.

Homenajes, oraciones, emociones colectivas. Pero también, y casi en paralelo, se hizo visible un fenómeno inquietante: la inteligencia artificial (IA) activando una ola de contenido que no informaba, sino que confundía.

Publicidad

De la devoción a la desinformación

Horas después del anuncio oficial, comenzaron a circular imágenes falsas: el papa en su lecho de muerte, dentro de un ataúd o rodeado de cardenales en escenas que parecían tomadas de una transmisión vaticana. Todas generadas por IA. Ninguna verdadera.

Plataformas como Midjourney y DALL-E, en manos de usuarios comunes y creativos digitales, produjeron visuales tan realistas que engañaron incluso a profesionales del periodismo.

El problema no fue solo la estética, fue la velocidad. Las imágenes se viralizaron millones de veces antes de que los desmentidos pudieran hacer algo. Y mientras tanto, hilos en X, reels en TikTok y audios en WhatsApp alimentaban teorías, profecías y supuestos mensajes finales del papa, todos creados con IA.

Publicidad

¿El próximo papa, según la IA?

La ficción no se detuvo en el pasado. Herramientas como ChatGPT y Grok comenzaron a “predecir” el nombre del futuro pontífice, basándose en datos históricos y especulaciones.

Surgieron nombres como Luis Antonio Tagle o Pietro Parolin. El contenido era atractivo, sin duda. Pero aquí la pregunta es más profunda: ¿estamos preparados para dejar que la IA moldee nuestras expectativas espirituales, sociales o políticas?

Publicidad

Según Euronews, en solo 24 horas se registraron más de 200 millones de interacciones vinculadas a la muerte del papa. Una parte significativa de ese contenido fue fabricado por IA sin que muchos usuarios lo notaran. No importaba de dónde se conectaban: Latinoamérica, Europa o Asia, la desinformación asediaba.

Lo que esto revela es contundente: los algoritmos ya no solo difunden lo que es tendencia. Ahora también crean lo que creemos.

El papa Francisco y su relación con la IA

La postura del papa Francisco sobre la ética tecnológica no pudo ser más visionaria. En junio de 2024, durante el G7 en Italia, advirtió que la IA, si no está guiada por valores humanos, puede ser “fascinante y tremenda”.

Y en este mismo año, en enero de 2025, el Vaticano publicó Antiqua et nova, un documento que aborda con claridad los dilemas éticos de la inteligencia artificial: desde la deshumanización del trabajo hasta el riesgo de manipulación emocional y la automatización de decisiones que deberían seguir siendo humanas.

Publicidad

El llamado es claro: no solo los medios de comunicación deben elevar sus estándares. También nosotros, como ciudadanos digitales, tenemos que asumir una nueva alfabetización. Aprender a leer más allá de los titulares. A observar con criterio. A discernir con calma en medio del ruido.

¿Estamos listos?

La muerte del papa Francisco deja un legado espiritual, pero también una alerta estratégica:

En la era de la inteligencia artificial, la verdad no será solo cuestión de datos, sino de discernimiento. Y discernir no es frenar el avance, es dirigirlo con propósito. Antes de compartir, detente. Antes de creer, verifica, porque en esta nueva era, la fe —y la verdad— también necesita filtros humanos. (O)