Incertidumbre, rabia, tristeza o impotencia.
Los venezolanos vuelven a sentir un nuevo golpe del gobierno de Estados Unidos, que este miércoles restringió la entrada de los ciudadanos de ese país, medida que se suma a otras con las que creen que el presidente Donald Trump está estigmatizando a toda la población.
En la nueva normativa, que entrará en vigor a partir del 9 de junio, se restringe la entrada a ciudadanos de Cuba y Venezuela y se prohíbe la de una docena de otros países, sobre todo de África y Medio Oriente.
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Esto cayó como una losa, otra más, sobre la comunidad venezolana, fuertemente señalada por Trump tras la llegada a Estados Unidos de miles de migrantes venezolanos por la crisis en su país.
Muchos creen que, a pesar de las exenciones, las autoridades migratorias pueden actuar “de modo discrecional” y “no dejar entrar a venezolanos” a EE.UU.
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La medida ha generado enormes dudas y una mayor sensación de inseguridad sobre todo para los venezolanos que esperaban ir a Estados Unidos, la mayoría para reencontrarse con amigos y familiares, pero también a los que viven dentro.
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“Esto nos estigmatiza más”
“Hemos pasado de ser un país poderoso a ser la escoria. No somos delincuentes. Qué golpe es esta medida. Es horrible. Nada me sorprende, pero cada día se cruza una nueva línea”, me dice un amigo venezolano que abandonó su país hace ocho años y que no quiere dar su nombre.
“La medida me duele en el alma. El país me duele. Estoy destrozada”, me escribe otra amiga venezolana que vive en España.
ACNUR, la agencia de la ONU para los Refugiados, estima que unas 7,89 millones de personas emigraron de Venezuela durante la última década, el mayor éxodo en la historia de la región, fruto de una combinación de factores políticos, económicos y sociales.
Estados Unidos ha sido uno de los principales países receptores de esa migración.
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El gobierno de Trump justifica su decisión en que Venezuela “carece de una autoridad central competente o cooperativa para la emisión de pasaportes o documentos civiles, y no cuenta con medidas adecuadas de selección e investigación (de solicitantes de visados)”, además de que “se ha negado históricamente a aceptar el regreso de sus nacionales sujetos a deportación”.
Son muchos los venezolanos que creen que la medida no afecta en nada al presidente venezolano Nicolás Maduro, con el que EE.UU. no mantiene relaciones, y sí a los ciudadanos.
“Que el gobierno de Estados Unidos prohíba el ingreso de venezolanos con visas legales no solo es injusto, es profundamente incoherente (…) muchos venezolanos han debido emigrar precisamente porque sus derechos y libertades fueron arrebatados por el régimen que este mismo gobierno dice combatir. Castigar a las víctimas mientras se condena a sus victimarios es una contradicción moral”, escribió la periodista venezolana Alejandra Oraá, residente en Estados Unidos, en su cuenta de X.
“Muchos de los afectados son jóvenes con becas, familias que visitan a sus seres queridos o personas que solo quieren estudiar, trabajar o conocer otro país. Es indignante que se utilice la narrativa de la seguridad nacional”, agregó.
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Décadas sin tocar fondo en Cuba
José Carlos Cueto - Corresponsal de BBC Mundo en América Latina
“La cosa está cada día más difícil”.
Escucho esa frase de mis connacionales cubanos desde que tengo memoria. Rara vez es exagerada.
En una misma semana, los cubanos vieron encarecer aún más su limitado acceso a internet tras el aumento de precios de ETECSA, la compañía estatal de telecomunicaciones, y enfrentar un nuevo obstáculo para viajar a EE.UU. con el veto parcial de visados impuesto por Donald Trump.
“El papá de mi hijo migró hace tres años a EE.UU. No ha podido verlo desde entonces y ahora no sé cuándo lo volverá a ver. Con los nuevos precios del internet, ni siquiera podrá verlo mucho por videollamada”, me dice una amiga desde Cuba.
Se estima que 1,3 millones de cubanos nacidos en la isla viven en EE.UU. El impacto para las familias será enorme.
Decenas de miles -una porción mínima en un país con alrededor de 10 millones de habitantes- podrán esquivar el veto gracias a poseer doble nacionalidad, en su mayoría española.
Para el resto, este veto es un portazo a cualquier aspiración de migrar legalmente o reencontrarse con sus familiares.
Cuba atraviesa una profunda crisis económica y social agravada en los últimos años.
Y en medio de la tensión histórica con EE.UU. que incluye un embargo impuesto desde hace más de seis décadas, los más perjudicados siguen siendo los cubanos de a pie que sobreviven con un sueldo medio de US$50 al mes sin perspectivas de migrar.
Para ellos queda la sensación de que todavía no tocan fondo.
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“Atrapada y sin real”
El venezolano Caque Armas vive en México hace años y tiene nacionalidad mexicana desde 2018. Al entrar en ese supuesto de doble nacionalidad puede ingresar a Estados Unidos, por ahora, sin problemas.
Pero esto le afecta tangencialmente, me dice.
“Mis padres, que viven en Venezuela, no podrán ir a visitar a mi hermana que vive en Miami”, me cuenta.
Conseguir una visa para Estados Unidos viviendo en Venezuela no solo es una inversión económica grande, también de tiempo.
Porque desde marzo de 2019 el país norteamericano anunció el cese temporal de sus operaciones en Caracas, así como el retiro de su personal diplomático. Por lo que para tener una visa los venezolanos debían desplazarse a un tercer país.
Es el caso de varios familiares de Armas.
“Tengo tres tíos que viven en Venezuela que este año hicieron el gasto y el malabar de ir a Uruguay a sacar sus visas para poder ir a Estados Unidos a visitar a sus familiares. Ahora se quedaron con una visa carísima e inútil estampada”, relata.
Más que el costo monetario, es el emocional el que todos a los que pregunto me dicen sentir más pesado.
Otra tía, me dice Caque, sí pudo sacar su visa y llegar a Miami de visita tras siete años sin ver a su hija y nietos. “Ya le toca regresarse con la sensación de no saber cuándo podrá volver a verlos”, añade.
Desde París, Nagui Correa, que tiene visa aprobada desde 2023, me dice cómo le afectó enterarse de la medida esta mañana al despertar: “Para mí ha sido horrible, he llorado muchísimo porque me costó muchísimo dinero y tiempo poder acceder a la visa para poder reencontrarme con mi familia y que ya no sirva de nada”.
Correa vio a su sobrina cuando tenía 8 años y pudo volver a verla con 17. A su sobrino no lo conoció hasta que tuvo 4 años.
“Mi plan era volver de visita este año, pero nunca quedarme. A quienes le afecta esta medida es a gente como nosotros. Tenemos más de 25 años pagando las consecuencias de una política exterior y una diplomacia pobre, indolente y cómplice”, me explica.
Ana (nombre ficticio) estaba a las puertas de viajar a Estados Unidos desde Venezuela para reencontrarse con un grupo de amigos. Pensaba viajar la semana que viene.
“Estoy atrapada en mi propio país y sin real”, contó en el chat grupal.
El resto del grupo decidió no reunirse. “Teníamos mucha ilusión por esta reunión. Pero ahora no nos juntaremos. Nadie tiene alma para hacer este reencuentro”, me explica por nota de voz, desde Estados Unidos, Ciro, uno de los integrantes.
Otra de las sensaciones que se repite es la de que, con esta medida, “pagan justos por pecadores” y el sentimiento de que no importa quién seas, qué hayas hecho, qué visa tengas, porque nadie está salvo.
“Mi perfil está muy lejos de ser alguien que va a ir a dañar su país”, dice Correa, para a continuación detallar su extenso currículo: ingeniera de producción de la Universidad Simón Bolívar, trabaja en desarrollo de software desde hace años, acaba de terminar una diplomatura en lengua francesa en París y está en gestiones para hacer un Master en Big Data en España.
“Nadie puede pensar que está a salvo porque es diferente. En algún momento te va a caer el golpe”, dice Ciro, que tiene pasaporte estadounidense pero, remarca, “ahí pone que nací en Caracas, Venezuela. Y los que estamos así, entramos y salimos del país con temor”.
Desde dentro de Estados Unidos hay quienes me dicen que se plantean no salir por si no les dejan volver a entrar, a pesar de tener visas en orden. Otros me cuentan que lo peor es que familiares y amigos ya nos los podrán ver. Al menos no en suelo estadounidense.
Caque lo resume: “Duele pensar en la cantidad de familias y vidas que esta medida está jodiendo”.