Patricia Gualinga (Sarayaku, Ecuador, 1969) nunca imaginó liderar la lucha de su pueblo natal contra las petroleras en la Amazonía ecuatoriana hace décadas; y mucho menos haber sido elegida para ser parte del Foro Permanente de Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas, algo que califica como “una responsabilidad muy grande” y que, asegura, espera “estar a la altura”.

Perteneciente al pueblo indígena kichwa, Gualinga, que vive a caballo entre Sarayaku y el resto del mundo, no cesa de acudir a eventos internacionales sobre empoderamiento femenino, medio ambiente e indigenismo, y sabe que no tiene una vida común.

La misma mujer que baila en la minga (trabajo colectivo para la comunidad) y bebe chicha de yuca con sus allegados (una bebida fermentada ancestral) es también un icono mundial del activismo.

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“Nunca pensé que sería una gran lideresa”, confiesa a EFE, “no es algo que yo escogí, yo era una persona un poco tímida y con otras aspiraciones. De niña me decía que estudiara porque no había muchos profesionales amazónicos”, continúa.

Una atípica mujer Sarayaku

Reconoce que “no es la típica mujer de Sarayaku” porque se casó a los 40 años y no se quedó embarazada, aunque sí tiene una hija a la que cría desde que tiene 2 años.

Este cambio radical en el rumbo de su vida se produjo a raíz del interés de las grandes petroleras en el territorio de Sarayaku en los años 90, un fenómeno que sentó las primeras bases de la mujer en la que se convertiría después.

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Fue su madre, Cristina, la primera en defender los derechos de la naturaleza y los pueblos indígenas, pero la concesión del Bloque 23 a la Compañía General de Combustibles (CGC) en 1996 (y que se demoró hasta 2002) saltó todas las alarmas.

Así, la población local, liderada especialmente por mujeres como Patricia Gualinga y su hermana Noemí, consiguieron en 2012, tras años de activismo y ayuda de organizaciones internacionales, una histórica sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) que reconocía por primera vez el derecho de los pueblos indígenas a la consulta libre, previa e informada, para cuando el Estado busque realizar intervenciones o proyectos de inversión en sus territorios.

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“Ahora he llegado a espacios en los que tengo que hacer valer el punto de vista de los pueblos indígenas”, señala.

“No fui elegida por ningún gobierno”

Gualinga fue nombrada de manera oficial como integrante del Foro Permanente de Naciones Unidas para cuestiones indígenas el pasado 17 de junio; en una carta emitida por el presidente del Consejo Económico y Social (Ecosoc) de la ONU, Robert Rae.

Su liderazgo comenzará en 2026 y tendrá una duración de dos años, aunque podrá ser reelegida nuevamente para un segundo periodo.

Estoy contenta porque no fui elegida por ningún gobierno, sino por los pueblos indígenas”, señala. El Foro Permanente permite a las instituciones públicas proponer una serie de candidatos a este selecto grupo, de los cuales, Ecosoc escoge a los ocho perfiles que más le interesan.

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Después, y entre todas las candidaturas propuestas por las organizaciones civiles, Naciones Unidas escoge a los ocho miembros restantes.

“Yo soy vicepresidenta de una estructura eclesiástica y estaban muy animados a la propuesta. Sarayaku -junto a la conferencia eclesial de la Amazonía (Ceama) de la que es vicepresidenta; y la Red Eclesial Panamazónica (Repam), en la que participan más de un millar de organizaciones- me propuso. Sabía que era posible la candidatura… pero no que fuera a entrar”, confiesa.

Su misión en la ONU

El Foro Permanente se reúne una vez al año durante diez intensos días. La intención es que los representantes de las comunidades tengan la oportunidad de compartir las inquietudes y necesidades de los pueblos indígenas del continente americano.

“Nuestro rol es asesorar al Ecosoc en temas de derechos sociales y culturales de los indígenas. También, elaborar informes y asegurarnos de que haya una participación eficaz de los pueblos”, explica Gualinga.

“No ha habido en la historia ninguna mujer amazónica en el Foro Permanente, la mayoría eran de los Andes. Es un cargo de alto nivel y espero estar a la altura para responder a los requerimientos”, señala.

A la pregunta de cuál es su principal lucha ahora mismo, la respuesta es concisa: pelear porque “se cumplan las sentencias de la Corte IDH”. “El Estado en algún momento debe cumplir porque nosotros no vamos a soltar esas resoluciones”, dice refiriéndose a las deudas persistentes de Ecuador con Sarayaku. (I)