Científicos conocen desde hace décadas los efectos negativos en la Tierra de las tormentas solares extremas. Pero para suerte nuestra, en la mayoría de los casos, el viento solar, que baña constantemente a la Tierra, no nos afecta gracias a nuestro escudo magnético que impide que este viento eléctrico cause un daño real a la Tierra o a sus habitantes, enviando esas partículas hacia los polos y dejando pintorescas auroras a su paso.