La historia parece repetirse en Afganistán, los talibanes han vuelto a gobernar, tal como lo hicieron de 1996 a 2001, y el impacto en la comunidad internacional ha sido igual o mayor que hace más de 25 años. En cuestión de días el grupo islamista retomó el poder luego de casi dos décadas de haber sido expulsado y haber huido, pero al parecer sus objetivos nunca desaparecieron.

“Cuando el gobierno talibán fue depuesto en el año 2001, cuando invadieron los norteamericanos, los talibanes volvieron a sus actividades anteriores, volvieron a sus madrazas, a sus templos, a sus actividades de enseñanza, se dedicaron otra vez a ser camelleros, campesinos, que es una de las actividades prioritarias de esta gente o a ser comerciantes”, cuenta Jorge Ortiz, periodista de opinión y experto en política internacional.

El profesor de Sociología y especialista en temas de Medio Oriente Luis Fleischman dice que los talibanes fueron expulsados de Afganistán en 2001 y se refugiaron en Pakistán y ahí lograron reorganizarse, mantener su solidaridad, y esperar el momento para volver a Afganistán.

Publicidad

No obstante, Ortiz agrega que los talibanes también se replegaron en Tayikistán porque muchos eran originarios de ahí o tienen a sus familias y dice que a lo largo de estos años crearon también redes de asistencia social para la gente en el mismo Afganistán.

“Las redes se dedicaban a la gente más desamparada a darles cierto apoyo, educación, alfabetismo a los hombres, a las mujeres no, por supuesto, y eso hizo que entre la gente de Afganistán hubiera mucho afecto hacia el talibán”, dice.

Para Brian Katulis, sénior fellow del Center for American Progress, los talibanes operaban con una estrategia de doble vía.

Publicidad

“Primero, profundizaban su presencia en todo el país y continuamente usaban violencia y ataques para intimidar oponentes y socavar el gobierno afgano. Segundo, se engancharon en una diplomacia internacional dirigida a mejorar su legitimidad, yendo a lugares como Moscú y Pekín para varias conversaciones. Firmaron un acuerdo con Donald Trump que estableció la hoja de ruta actual para la política de Estados Unidos. Se engancharon en conversaciones de “paz” en Catar con el gobierno afgano, pero la mayoría de observadores estuvieron de acuerdo en que no se comprometieron de buena fe en esas conversaciones, dadas sus acciones en el territorio afgano”, dice Katulis.

Salones de belleza, otros negocios y vallas publicitarias que contienen imágenes de mujeres han sido vandalizados en la capital afgana, donde los hombres también han vuelto a lucir los atuendos tradicionales, luego del reciente regreso del grupo islamista al poder. Foto: EFE

Por su parte, Ortiz comenta que en sus primeros años los talibanes recibieron financiamento económico saudita y catarí, el que les permitió contar con dinero para seguir operando aun cuando huyeron en 2001.

Publicidad

“Tenían capital como para seguir operando, entonces muchos de ellos pudieron vivir simplemente refugiados en Tayikistán o en Pakistán, o quedarse en Afganistán sin trabajar, continuando con su organización... dedicados a esperar que les llegue el momento para volver”, apunta.

Ortiz enfatiza que no se debe olvidar que Afganistán ha sido ocupado muchas veces por tropas extranjeras. “Es un cruce de caminos muy importante, muy estratégico en el Asia Central, desde Alejandro Magno, en el siglo IV, hasta los americanos, han ocupado el país”, cuenta y añade que hay que tomar en cuenta que Afganistán no es un lugar con un clima y con una geografía plácida, lo que hace que las tropas con el tiempo se vayan.

“Su geografía es abrupta, difícil, desiertos de piedra, no son lugares en las que uno desee quedarse. Es difícil de conseguir comida. Como son lugares altos de montaña los inviernos son muy largos y con nieves”, comenta.

Fleischman agrega que durante los años de la guerra, el Gobierno afgano tenía más dominio de las ciudades y que los talibanes tenían más dominio de los suburbios y zonas rurales.

Publicidad

“Ellos no toman el poder en cuestión de días, fue un proceso lento en el que ellos van avanzando despacio, nunca desaparecieron, lograron adoctrinar a la gente mediante educación de servicio al país y contra la invasión extranjera, una motivación que contrasta mucho con la de los soldados afganos”, dice el experto en Medio Oriente.

Ortiz comenta que desde que los americanos empezaron a anunciar que se irían en 2018, los talibanes tuvieron mucho tiempo y se reorganizaron para su regreso.

“Ellos tenían armas, contactos, gente dispuesta a volver, gracias al adoctrinamiento durante los años”, dice y comenta que en estos casos de las organizaciones musulmanes radicales se las denomina “células dormidas”, lo que permite entender cómo se tomaron el país en apenas once días.

Sin embargo, menciona que si no hubiera existido el anuncio de retirada con tanta anticipación, la situación fuera la misma, pero que en lugar de ocurrir en días, se hubiera concretado en unos cuantos meses.

En tanto, con el regreso oficial de los talibanes a Afganistán decenas de miles de afganos están aterrorizados e intentan desde hace una semana huir del país, los talibanes han buscado por años mejorar su imagen ante la comunidad internacional y tranquilizar a sus compatriotas, pero aún están lejos de haber logrado su objetivo.

Con su llegada se vislumbran una amplia variedad de escenarios en su mayoría no tan buenos, dice Katulis, que considera que el peor envuelve el regreso de una guerra civil dentro de Afganistán que desestabilizará la región, incluyendo Pakistan, actualmente con armas nucleares.

“Tal inestabilidad podría crear un nuevo caldo de cultivo para grupos terroristas como el Estado Islámico”, dice.

El regreso de los talibanes a Afganistán ha desatado protestas en contra en algunas ciudades europeas con Bélgica. Foto: EFE

Fleischman coincide y dice que es probable que los talibanes protejan a otros grupos terroristas que se quieran reorganizar desde Afganistán como Al Qaeda, ISIS y otros tantos de alcance mundial.

Cuenta además que en EE. UU. había una histeria general con respecto a la presencia norteamericana en otros países... que viene tanto de demócratas como de republicanos, que cada vez están más aislacionistas.

“Con su regreso se produce una especie de envalentonamiento a los grupos islámicos y terroristas del mundo, que si sentían que estaban en retirada y perdiendo terreno, ahora dirán mira lo que hicieron los talibanes y podemos hacer lo mismo, un empuje psicológico muy importante”, agrega. (I)

¿Quiénes son los talibanes?

Nadie olvida sus abusos cometidos entre 1996 y 2001. Entretenimientos como la televisión y la música estaban prohibidos, se cortaba las manos a los ladrones, los asesinos eran ejecutados en público, las mujeres no podían ni trabajar ni estudiar, y aquellas que cometían delitos como el adulterio eran azotadas con látigos y lapidadas hasta la muerte.

El movimiento de los talibanes (“estudiantes en religión”) apareció en Afganistán en 1994, un país devastado por la guerra contra los soviéticos (1979-89) y que enfrentaba una lucha fratricida entre muyahidines desde la caída del régimen comunista en Kabul, ocurrida en 1992.

Formados en las madrasas (escuelas coránicas) del vecino Pakistán, donde estos islamistas suníes se refugiaron durante el conflicto con los soviéticos, los talibanes estaban encabezados por el misterioso mulá Mohammad Omar, fallecido en 2003, y sucedido por el mulá Akhtar Mansur, asesinado en 2016 en Pakistán.

Actualmente, los talibanes están dirigidos por Haibatullah Akhundzada y el mulá Abdul Ghani Baradar, cofundador del movimiento, encabeza el ala política.

El presidente Ashraf Ghani abandó el país el domingo luego de la llegada de los talibanes a Kabul. Foto: EFE

Como la mayoría de la población afgana, ellos son esencialmente pastunes, el grupo étnico que ha dominado el país casi ininterrumpidamente durante dos siglos.

Los talibanes prometían restablecer el orden y la justicia, y fue así como lograron un ascenso fulgurante, con el apoyo de Pakistán y la aprobación tácita de Estados Unidos.

En octubre de 1994, casi sin luchar tomaron Kandahar, la antigua capital real. Dotados de un arsenal militar y un gran tesoro de guerra que les permitía comprar a los comandantes locales, se apoderaron de Kabul el 27 de septiembre de 1996.

En marzo de 2001, la destrucción con dinamita de los budas gigantes de Bamiyán (centro) provocó la indignación internacional. La sede del poder se trasladó a Kandahar, donde el mulá Omar vivía recluido en una casa construida por Osama bin Laden, líder de Al Qaeda.

El territorio de los talibanes se convirtió en un santuario para los yihadistas de todo el mundo, que llegaban hasta allí para entrenarse, en particular los de Al Qaeda.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, perpetrados por Al Qaeda, Washington y sus aliados de la OTAN lanzaron una amplia operación militar en el país el 7 de octubre de ese mismo año, después de que el régimen talibán se negara a entregar a Bin Laden.

El 6 de diciembre tanto los dirigentes talibanes como los de Al Qaeda huyeron al sur y el este del país y también a Pakistán.

Los ataques y emboscadas contra las fuerzas armadas occidentales se multiplicaron.

En julio de 2015, Pakistán acogió las primeras conversaciones directas, apoyadas por Estados Unidos y China, entre el Gobierno afgano y los talibanes.

A mediados de 2018, estadounidenses y talibanes iniciaron unas discretas negociaciones en Doha, interrumpidas varias veces tras los ataques contra las tropas de EE. UU.

El 29 de febrero de 2020, Washington firmó un acuerdo histórico con los talibanes, que preveía la retirada de los soldados extranjeros a cambio de garantías de seguridad y la apertura de negociaciones y el 8 de julio de 2021, el presidente estadounidense Joe Biden declaró que la retirada de sus fuerzas, que comenzó en mayo, se “completará el 31 de agosto”.

Los talibanes retomaron la ofensiva desde mayo y llegaron el 15 de agosto a las puertas de Kabul, después de haber tomado el control de casi todo el país sin encontrar gran resistencia y obligando al presidente Ashraf Ghani a abandonar el país y prometiendo una transición pacífica del poder. (I)