Durante siglos, uno de los enigmas mitológicos más grandes de Latinoamérica es la ubicación del tesoro inca de Atahualpa, uno de los líderes más importantes de la antigua civilización. Se cree que este tesoro está compuesto de oro y plata del Imperio Inca y se consideraba que estaba escondido en Perú, sitio donde se ejecutó al último emperador inca, Atahualpa. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que el destino final de la fortuna sería Ecuador.

La leyenda cuenta que, tras la ejecución del emperador, el general inca Rumiñahui ocultó una gran parte del tesoro restante en algún lugar remoto para evitar que cayera en manos de los conquistadores. Si bien, no se ha logrado confirmar la existencia del tesoro. Hasta la fecha el mito sigue vivo y ha atraído a muchos aventureros y exploradores.

¿Qué revela el hallazgo sobre el tesoro de Atahualpa?

En la más reciente expedición, liderada por el fotógrafo Jorge Juan Anhalzer, en la región de los Llanganates en Ecuador, el equipo descubrió rastros de un antiguo camino inca que coinciden con las descripciones históricas del derrotero de Valverde, un mapa que supuestamente indica la ruta hacia el tesoro.

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Incluso se realizó un documental de este recorrido bajo el título ‘Llanganati’. El documental no solo narra la búsqueda del tesoro, sino que también muestra la impresionante belleza de los Llanganates y los retos que enfrentaron los expedicionarios.

Aquella investigación podría cambiar el curso de futuras expediciones, trasladando la atención y los recursos hacia esta región de Ecuador.

La historia

La historia nace en la Conquista española. En 1532, cuando Atahualpa es secuestrado en Cajamarca, él ofreció pagar un cuarto lleno de oro para recuperar su libertad. El encargado de recopilar el metal fue Rumiñahui, quien pagó parte del rescate y al enterarse de la muerte del caudillo inca, emprendió el camino hacia los Llanganates para esconder el oro.

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La zona de Llanganates comprende las provincias de Cotopaxi, Tungurahua, Pastaza y Napo. El nombre Llanganates proviene de la voz quichua llanganati o cerro hermoso. Los antiguos habitantes la bautizaron así por la apariencia de las cumbres cuando el sol de la tarde las ilumina. (I)