En los estudios de la radio Urooj en Farah (oeste de Afganistán), los periodistas solían transmitir boletines informativos uno tras otro. Pero desde la llegada de los talibanes, Ebrahim Parhar es el único que ha quedado para difundir horas de programas religiosos.

Fue él quien lanzó Urooj, que significa el “Ascenso” en pastún, hace seis años, eligiendo programas variados para un público privado de medios durante mucho tiempo.

“Teníamos programas musicales, religiosos, políticos”, dice a la AFP, agregando que hasta hacía dos mees la emisora difundía 19 horas de programación diarias.

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Pero cuando los combatientes islamistas tomaron el poder a mediados de agosto, todo cambió.

“Desgraciadamente, de todos los programas solo queda uno, el religioso”, indica este hombre de 35 años, cabello negro corto y ojos azules, mientras sirve té en su oficina.

“Preparamos una lista la mañana y la redifundimos toda la jornada porque ya no hay más transmisión en vivo”, explica.

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En esta fotografía tomada el 12 de octubre de 2021, el presentador de radio Ebrahim Parhar lee las noticias durante una transmisión en la estación de radio Urooj en la provincia de Farah, oeste de Afganistán. Foto: AFP

Parhar tuvo que despedir a sus 18 empleados, entre ellos ocho mujeres. “Todos los contratos y las publicidades que teníamos fueron anulados”, agrega. “Si esto continúa tendremos que cerrar”, dice.

La llegada de los talibanes destruyó el sueño de Marya Sultani, ex presentadora del boletín informativo, de convertirse en una “periodista famosa” en la provincia de Farah.

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“Todo se frenó”

“Había logrado convertirme en periodista, pero ahora todo se frenó”, cuenta a la AFP esta joven de 25 años, con un chal negro sobre la cabeza.

De visita a su excompañero, se coloca detrás del micrófono en el estudio insonorizado donde trabajaba.

Tras cinco años en la radio, ahora está “desempleada y recluida en la casa”, aterrorizada con la idea de que “alguien me haga daño” por haber sido periodista.

Los talibanes, cuyo régimen a fines de los años 1990 era brutal y represivo, afirmaron que respetarían los derechos de las mujeres según la sharía, pero desde hace unos dos meses éstas se encuentran impedidas de trabajar en su mayoría.

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Según los grupos de defensa de la libertad de prensa y los derechos humanos, los talibanes impusieron nuevas reglas a los periodistas, por ejemplo la prohibición de cualquier reportaje “contrario al islam”, “que insulte a las personalidades púbicas” o que abarque “temas que no han sido confirmados a las autoridades”.

Según el Comité para la Seguridad de los Periodistas Afganos (AJSC), más del 70% de los medios del país cerraron.

Muchos periodistas huyeron del país o viven en la clandestinidad, lo que ha dejado el panorama mediático del país en su nivel más bajo de los últimos 20 años, según el AJSC.

Algunos de ellos que continuaron trabajando fueron detenidos y golpeados cuando intentaban cubrir manifestaciones no autorizadas. “Estoy preocupado porque algunos de mis empleados han sido amenazados”, indica Parhar, que ya fue “tomado como blanco dos veces”.

Antes de la ofensiva final que les permitió en unos pocos días recuperar el poder, los talibanes habían organizado una serie de asesinatos selectivos de personalidades públicas, entre ellos periodistas.

Las autoridades del anterior gobierno le había informado en varias ocasiones que era un “potencial blanco”. “No me siento seguro”, dice. (I)