Por Sonia Yánez Blum (Twitter: @soniayanezblum)

¿Recuerda ese mágico remedio que evitaba el coronavirus? O quizás ese audio que advertía sobre un tsunami en las costas de Ecuador luego de un temblor que aseguraba que el primo de alguien que trabaja en la marina estaba seguro de que iba a ocurrir. Hoy, todos estamos expuestos a ser manipulados por los contenidos que nos llegan a nuestros teléfonos o que leemos en nuestras redes.

“Misinformation” y “disinformation” son dos términos anglosajones que se traducen casi igual, pero que implican una sutil diferencia: la intención deliberada de hacer daño a una persona, democracia o marca.

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Samuel Woolley, director de Programa, Laboratorio de Investigación de Propaganda, Centro para la Participación de los Medios de la Escuela de Periodismo y Medios de la Universidad de Texas en Austin, un estudioso de cómo la tecnología, la manipulación y la democracia están más relacionados hoy en día con lo que ocurre en las naciones, nos explicará por qué nos debe importar esta lucha de la verdad y la invención de contenidos digitales.

Más allá de las palabras técnicas que identificamos en el mundo digital las investigaciones de Woolley demuestran que los miedos más profundos y las películas futuristas donde veíamos cómo programas de cómputo manipulan la realidad, ya no son parte de una fantasía, son el espacio donde estamos viviendo, informándonos y defendiendo la democracia.

Por su expertise, Woolley es un renombrado autor que inclusive ha sido llamado ante el Comité de Administración de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, bajo el Subcomité de Elecciones, para analizar la injerencia de la tecnología y la manipulación en las elecciones.

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“Durante mi carrera me he centrado en realizar investigaciones sobre cómo los servicios basados en Internet, las plataformas como Facebook, YouTube y WhatsApp se utilizan para difundir información errónea y desinformación, campañas políticas coordinadas de troleo y otras formas de influencia maligna. En particular, me concentro en la propaganda computacional: cómo la automatización en línea –a menudo en forma de software– utiliza varias corrientes de propaganda, bots, algoritmos y otras herramientas digitales para amplificar o suprimir propagandas”.

Misinformation o disinformation: ¿Cómo sucede y por qué afecta a la democracia?

“La desinformación es la difusión deliberada de contenido que se produce con una intención, mientras que la “misinformation” o difusión errónea es la difusión accidental de contenido falso. Debemos aceptar que en muchas ocasiones todos nos hemos involucrado en la difusión accidental de contenido erróneo o falso.

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Lo preocupante y motivo de interés es quiénes están detrás de la desinformación: poderosas entidades políticas y una variedad de grupos aprovechan esta difusión deliberada de contenido falso e intentos de manipular la opinión pública. Así como también se aprovechan de nuestros errores y la facilidad con la que se comparte contenido erróneo sin saber el origen por parte de los ciudadanos (misinformation)”, afirma el estadounidense.

Poniendo en el aspecto cotidiano, durante la pandemia todos recordamos las ruedas de prensa de Donald Trump con opiniones lejos de un sustento científico sobre posibles tratamientos médicos para tratar el coronavirus. Sus declaraciones apresuradas y sin respaldo de la Food and Drug Administration (FDA por sus siglas en inglés) se sumaron a una ola de desinformación que contribuyó a que personas sufran las consecuencias de tomar un medicamento que no es efectivo.

Meses después, la información errónea incluso llevó a las personas a omitir la vacuna cuando estuvo disponible, lo cual también puede haber provocado muertes innecesarias. La desinformación también influye en que las personas, al estar mal informadas, adopten un punto de vista infundado porque siguen la “corriente”. El caso del movimiento anti-vacunas es un claro ejemplo de ello. No en vano el Oxford English Dictionary coloca la “desinformación” en la misma categoría que la palabra “deshonra”, que implica lo opuesto a la información verdadera.

Woolley afirma que tanto la desinformación –en línea como fuera de ella– puede usarse para intentar persuadir a las personas para que cambien su voto, para votar por un candidato diferente o para votar a favor o en contra de un referéndum en particular. Sin embargo, recalca que “es aún más común que la desinformación se utilice como mecanismo para hacer que las personas se sientan apáticas. Hacer que la gente desconfíe, particularmente de las instituciones, y también hacer que la gente se enoje y se polarice.”

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Woolley dice que si bien la desinformación se ha vuelto un tema que conocemos a propósito de las acciones de gobiernos como el Ruso, este fenómeno existe en muchos otros países y niveles que seguramente ni nos imaginamos. “Muchas personas probablemente han oído hablar del uso de la desinformación por parte del Gobierno ruso. Durante la última mitad de siglo, comenzando con la Unión Soviética y continuando ahora con el gobierno de Vladimir Putin, han perfeccionado estos mecanismos para usar la culpa, difundir falsedades a propósito e intentar socavar la confianza en la democracia y en los procesos democráticos. Eso es una especie de nivel básico de desinformación”.

La desinformación electoral es preocupante ya que en las últimas contiendas electorales a nivel mundial hemos visto acciones que encapsulan esfuerzos intencionales para manipular la opinión pública a través de medios ilícitos que van desde la difusión deliberada de contenido falso, desinformación, hasta motivos políticos acoso y troleo.

Redes sociales: confundir para unir

Su perspectiva de las redes sociales es directa. “Se han convertido en un mecanismo crucial para difundir la desinformación. Solíamos pensar que las redes sociales eran este espacio donde florecía la democracia y que sería el salvador de los procesos democráticos, particularmente como ocurrió durante la Primavera Árabe. Sin embargo, lo que hemos aprendido es que estas entidades políticas de élite han descubierto cómo aprovechar las redes sociales para perpetuar tanto la desinformación como otros tipos de propaganda”.

¿Cómo es posible que nos dejemos influenciar? Si todos tenemos un celular y creamos contenido de forma individual la información errónea o desinformación están presentes. “Se hace uso de la manipulación de los propios algoritmos para que las redes sociales vuelvan a seleccionar contenido para ti de una manera que tú no lo harías”, afirma Woolley, es decir, no solo se basa en el aprendizaje automático de tus gustos sino en los intereses de quienes detrás orquestan qué debes ver y qué no.

“En los Estados Unidos tenemos este juego llamado teléfono en el que susurras al oído de alguien una oración y luego susurran en el oído de alguien y luego susurran en el oído de alguien. Y siempre cambia al final. Llegas a la última persona y es muy muy diferente. Y ese es un factor cuando las personas consumen noticias e información en las redes sociales. Sin embargo, cuando estás arriba, es muy poderoso usar tácticas, incluidos los bots de redes sociales, grupos coordinados de personas influyentes, grupos coordinados de ciudadanos, con el fin de ampliar tipos particulares de contenido y depender de los bajos niveles de alfabetización de la información”, advierte.

De esta forma, en las elecciones y la campaña previa los ciudadanos estamos en medio de una batalla de algoritmos, bots y datos erróneos que se nos presentan como reales creando más dudas que certezas. ¿Cómo nos estamos preparando para decidir y no dejarnos manipular?, esa es la gran respuesta que el algoritmo no nos querrá develar.

Glosario:

Desinformación electoral: Intencionadamente propagar durante las elecciones datos y contenidos con la intención de desinformar, desmovilizar y/o privar de sus derechos a los votantes.

Desinformación: Difusión deliberada de contenido se produce con una intención.

Misinformation o difusión errónea: Difusión accidental de contenido que apela al sensacionalismo sin ánimo directo de agredir

Bots: Cuentas de spam que publican de forma autónoma utilizando scripts preprogramados. (I)