Un total de $ 30.000 pagó José, un hombre oriundo de Morona Santiago, para llegar con su familia a Estados Unidos. Cuenta que aunque había pactado con el ‘coyote’ el pago total de $ 16.000, cuando estaba en el camino, le exigieron más dinero bajo amenazas y terminó pagando para que no agredieran a su pareja y su hijo de 8 años.

Familiares que ya están en suelo americano le transfirieron los recursos para tratar de llegar a la frontera.

“Llegamos en avión a El Salvador y cuando cruzamos a Guatemala me dijo (el traficante de migrantes) que le depositara $ 4.000 más al coyote de allá”, sostiene el migrante que fue deportado esta semana junto a unos 90 ecuatorianos.

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Él explica que en México los recibió otro hombre, un tercer “guía”, que les exigió $ 3.500 más para llevarlo a un paso seguro de la frontera.

“Me dijo que iba a llamar al cartel y que nos iban a secuestrar. Yo estaba dispuesto a morir. Me enojé con ellos y solo me cobraron la comida y de ahí nos dejaron salir de la bodega donde nos tenían retenidos”, relata José, quien dice que el coyotero con el que hizo el negocio vive en Morona Santiago y piensa ir a buscarlo porque siente que fue estafado porque debió hacer al menos cuatro pagos extras.

Sostiene que era falso que el pago de $ 16.000 cubriera todo el viaje y que él (traficante de migrantes) tuviera una ruta segura y todos los contactos para ayudarlo a llegar a Estados Unidos de forma exitosa.

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“Cuando llegué a México me encontré a una señora ecuatoriana a la que el mismo coyote le había robado $ 20.000″, comenta el padre de familia que regresó solo, pues sostiene que su pareja y su hijo de 8 años sí consiguieron el asilo, pero él no.

No le otorgaron el permiso para permanecer en Estados Unidos porque no estaba legalmente casado con la madre de su hijo y para las autoridades de migración no había cómo comprobar que eran realmente una familia.

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José indica que ahora le toca regresar a su sector, trabajar y ponerse de acuerdo con su pareja para ver qué hacer en el futuro. Ella sí tiene familia allá, a sí que menciona que va a trabajar y reunir dinero para reunirse aunque por otra ruta.

José estuvo detenido en la frontera casi tres meses y manifiesta que en el lugar perdió al menos unas 40 libras por la escasez de alimento, pues dice que los migrantes solo comían fréjoles y agua.

Otro ecuatoriano que llegó deportado a Ecuador esta semana es Ronald. También menciona que ha perdido unas 50 libras, pues estuvo detenido desde mayo.

Antes de subirse al avión que los regresa a Ecuador, los deportados reciben sus documentos personales en una bolsa plástica. Foto Carlos Barros/El Universo. Foto: El Universo

El quiteño de 30 años cuenta que salió del país el 17 de mayo, en un vuelo directo a San Salvador y luego estuvo diez días viajando en bus hasta que llegó a la frontera entre México y Estados Unidos.

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Es la ruta que miles de compatriotas están tomando para tratar de ingresar a EE. UU., pero en la que se encuentran con bandas que los secuestran, roban y hasta violan.

Ronald, quien tiene dos hijos, sostiene que se entregó a la migración americana, pero que le dijeron no al asilo.

Pese al rechazo, lo mantuvieron detenido en centro de migrantes dos meses más.

“No sé por qué me tuvieron tanto tiempo. Me rechazaron el asilo el 25 de junio y ahí me tuvieron tantos días aunque llegaba gente nueva que sí les daban la negativa se iban en una semana máximo”, cuenta el migrante, que junto a otros deportados aterrizó en Guayaquil en un vuelo chárter que despegó de Harlingen Valley, en el Valle del Río Grande, en el estado de Texas.

Ronald relata que al coyote que contactó le pagó $ 8.000.

‘A mí me violó y me amenazó el miembro de una banda delictiva y por eso me fui del país’, una migrante deportada cuenta que huyó de su agresor, pero no consiguió asilo en EE. UU.

Otro relato que llama la atención es el de Pedro, un hombre de 28 años oriundo de Cayambe, en Pichincha. Él también llegó esta semana deportado desde Texas.

Vestido con calentador y chompa se bajó del vuelo en el que llegaron hombres, mujeres y menores de edad que trataban de obtener asilo.

Pedro cuenta que salió el 8 de abril de Quito. También tomó un vuelo hasta El Salvador y siguió la ruta tras contratar a un coyote que le recomendaron, pero indica que ese hombre, que le cobró cerca de $ 5.000, solo lo dirigió a Monterrey y ahí lo entregó a migración de México.

“Me regresaron a un estado llamado Villlahermosa, que queda en el sur, cuando salí de ahí nuevamente contraté a otro coyote que me ayudó a subir a la frontera y me entregué a Migración de EE.UU., en Piedras Negras, Texas”, relata Pedro, quien fue enviado a un centro de detención privado.

Él explica lo duro que fue el trayecto, pero dice que incluso peor fueron los meses detenido, pues habla de malos tratos y de condiciones de insalubridad y desnutrición.

Pedro dice que le quitaron la ropa y la mochila que tenía y que todo eso fue quemado. Asegura que le entregaron ropa en el centro, pero sostiene que eran ropa sucia.

“La ropa que usaron miles de persona e incluso la ropa interior sucia y maloliente, eso es lo que te dan. A mí hasta me dio una infección en mis partes íntimas”, indica al borde de las lágrimas en los exteriores del aeropuerto de Guayaquil, mientras camina hasta la terminal terrestres junto a otros deportados.

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Pedro perdió la noción del tiempo durante el encierro, pero está seguro de que le hicieron la entrevista a los dos meses de entregarse y que aunque el rechazo se dio solo días después, lo mantuvieron en el centro más de 60 días.

“Uno no podía ni hablar por teléfono con la familia, porque te cortan las llamadas. Todo es restringido. Y con palabras claves les hice saber que no estaba bien y que no estaban tramitando mi deportación. Entonces mi familia se contactó con al embajada de Ecuador para que me puedan trasladar en este vuelo y así se hizo”, afirma el hombre que esperaba volver a ver a su familia.

Hombres, mujeres y niños deportados de Estados Unidos llegaron al aeropuerto de Guayaquil esta semana. Foto Carlos Barros/El Universo. Foto: El Universo

Pedro gastó en total 9.000 en su intento por entrar a Estados Unidos y dice que no lo volvería a intentar.

Su mensaje para quienes están analizando emprender el viaje es pensarlo muy bien, porque muchos pierden la vida y cada vez son menos los beneficiados con el asilo.

“Aunque nuestro Ecuador esté mal y haya tantas situaciones que nos atormenten, no hay nada como la libertad y estar con la familia. Se sufre mucho en la frontera”, dice el cayambeño, quien trabajaba como conductor en su cantón.

Esta semana también fueron deportados 33 ecuatorianos de Panamá. El vuelo llegó a un aeropuerto de Manabí y entre los migrantes había personas con antecedentes. (I)