Las lágrimas no dejaban de salir de los ojos de una madre que reveló el horror vivido por sus hijas a manos de su actual pareja. Según el testimonio de Viviana, su pareja ha violado a su hijastra de 16 años en al menos ocho ocasiones durante el último año y ha abusado sexualmente de su otra hijastra de 14 años.
La hija menor de Viviana, de solo ocho años, la única que tuvo con el presunto agresor, habría presenciado cómo el agresor llevaba en varias ocasiones a su hermanastra mayor a un hotel.
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“A mi hija le ha tenido violando el padrastro allá casi un año, desde junio del año pasado. La niña nunca me contó nada, me ocultaba porque él la amenazaba”, relató Viviana con voz entrecortada. Según su testimonio, el agresor sometía a la menor a relaciones sexuales forzadas, aprovechándose de su incapacidad para defenderse.
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Viviana mantuvo una relación de diez años con el agresor, pero los abusos empezaron hace un año. La madre sospechó que algo no estaba bien cuando notó cambios en el comportamiento de su hija mayor.
“Empezó a llegar del colegio, botar la mochila y dormir o comer golosinas desesperadamente, algo está pasando con la niña”, recordó.
La revelación final llegó después de mucha insistencia y preocupación. Viviana narró cómo, tras un fin de semana en que su hija mayor visitó a sus abuelos en Machachi, decidió confrontarla.
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“Le supliqué que me contara, lloré y al final me dijo ‘no, mami, no pasa nada’. Pero yo no estaba tranquila. Finalmente, me dijo que el padrastro la había abusado una vez”, relató Viviana.
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Sin embargo, la verdad era mucho más aterradora: el abuso se había repetido en ocho ocasiones durante un año, según la madre.
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Desesperada, Viviana decidió actuar. Esperó a que el agresor saliera de la casa y se dirigió a la Fiscalía para poner la denuncia. “Primero llegué a Quitumbe en el sur de Quito, pero me dijeron que no podían ayudarnos, que eso lo manejan en la Fiscalía de la Patria. Cogimos un taxi y fuimos el domingo de noche”, explicó.
A pesar de la gravedad de la denuncia, le indicaron que primero debía involucrar a la policía. El agresor fue detenido, pero no por el caso de la presunta violación, sino por otra flagrancia, por el abuso de la hermana menor.
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Según Viviana, su hija de 14 años confesó que el agresor la había tocado inapropiadamente en varias ocasiones.
“A mí me tocaba, pero yo que quitaba el brazo, porque a mí no me gusta que me toquen, Me dijo que si algo le pasaba a ella, yo no la volvería a ver nunca más”, comentó Viviana, quien se encuentra en un estado de angustia constante.
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Además, la hija menor de Viviana, de solo ocho años, también habría sido testigo de los abusos. La niña relató cómo su hermanastra mayor era llevada a un hotel por el agresor mientras ella permanecía en el vehículo.
En la Fiscalía, luego de un examen médico que habría confirmado que había sido víctima de los abusos, la hija mayor decidió contar a los médicos que no fue una vez, sino ocho ocasiones que su padrastro cometió el acto en su contra.
La complejidad del caso ha dificultado que el presunto agresor sea detenido de manera permanente. A pesar de las declaraciones de las niñas y el examen psicológico que confirma el abuso, el proceso judicial sigue su curso sin que se haya dictado una medida de prisión preventiva.
“Nos dijeron que lo trasladaron a Machachi porque el abuso (a la hija de 14 años) ocurrió cerca de Tambillo, y ahí lo soltaron”, comentó Viviana con frustración. El presunto sospechoso obtuvo medidas alternativas y debe presentarse una vez a la semana en una unidad judicial.
La Fiscalía General del Estado, consultada por este Diario, indicó que no habían encontrado el proceso inicialmente. Sin embargo, aseguraron que el equipo de género tomaría contacto con las personas afectadas para dar seguimiento al caso.
Viviana, en su búsqueda de justicia, clamó por protección para sus hijas. “Lo único que quiero es que se haga justicia porque el señor abusó de mis dos hijas. Espero que no se haya escapado o que les vayan a hacer daño”, afirmó entre lágrimas.
La situación ha dejado a Viviana en una posición vulnerable. Con su negocio de legumbres en Chillogallo, en el sur de Quito, ella teme por la seguridad de sus hijas y la suya. “A veces me dan ganas de irnos de aquí, pero no sé a dónde. Tengo mi trabajo aquí, ¿a dónde voy a ir?”, agregó mientras abrazaba a su hija. (I)
