La radio de intercomunicación alertaba que había más gente en las paradas de la Metrovía cerca de las tres de la tarde de este martes 9 de enero, pero cuando se abrieron las puertas de la unidad que atravesaba la calle Eloy Alfaro -en el sur de Guayaquil- no estaba llena, aunque algo andaba mal.

Recién habían terminado la hora de almuerzo y la jefa de una empresa de este sector mandó a la casa a su personal y les anunció que harían teletrabajo, sin dar una explicación. Como en los alrededores de esa oficina hubo alborotos, sus empleados sabían que la situación de seguridad era el motivo, pero cuando una trabajadora ya estaba embarcada en el articulado empezó a ver cómo las personas corrían, cerraban las puertas de los negocios y las paradas se iban llenando.

Algo pasa, ¿verdad?, le preguntó a quien estaba a su lado y entonces supo que hombres armados ingresaron a TC Televisión y en vivo mostraban cómo tenían de rehenes a periodistas y personal del canal que pertenece al Estado.

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Entonces la cara de la mujer pasó del susto al espanto y las manos empezaron a temblarle. Llamó por teléfono a su hermana y los nervios la atacaron más: “Voy a intentar llegar”. Es que ella vive en Durán, donde le contaban que la situación estaba peor: ataques a vehículos con disparos o incinerándolos. Se bajó en la parada de la Base Naval para ahí tomar un bus a su cantón, pero antes de bajarse miró a quienes seguían el camino y les dijo “que les vaya bien”, a lo que obtuvo un “que Dios la acompañe”.

En el puesto que quedó libre se sentó una chica que no salía del susto y por audios de celular le avisaba a su familia que estaba bien y que iba en camino. “Se oyeron disparos y la dueña cerró la puerta y fue rompiendo un montón de botellas. Pero cerraron y yo me quedé adentro. Pero ya voy”.

Atrás de ella viajaba alguien de Nobol que debía llegar a la terminal terrestre para tomar su transporte, pero lo llamaron para decirle que estaban cerrando la vía y que tuviera cuidado.

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A otros les venció más el enojo que el susto. “Si se meten al canal y le ponen el arma al presentador quieren demostrar que tienen el poder. ¡Son terroristas! ¿Dónde están los militares? Deben tener las calles llenas de militares”, decía a gritos un hombre de la tercera edad.

Muchos miraron por la ventana para ver que, efectivamente, las calles no tenían patrullaje, solo eran carros y no muchos, porque cuando esa Metrovía llegó a la terminal Río Daule, esta ya estaba cerrada al igual que la terminal terrestre.

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De la terminal terrestre salían los trabajadores y las personas que ya no podían embarcarse ahí a buscar transporte que los lleve a casa.

En cambio, los buses de la Metrovía que llegaban a la Río Daule dejaban a los pasajeros e iban directo a guardarse, muchas personas se quedaron atrapadas en esa terminal. “No hay carros hasta segunda orden”, decía el personal de seguridad. Así que decenas se quedaron sentados hasta en el piso a esperar que vuelvan a circular las unidades, otros siguieron su camino a pie.

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El paso peatonal que une las dos terminales estaba abarrotado y aunque guardias de la terminal terrestre advertían a los transeúntes que no fueran por la avenida de las Américas porque “allá hay candela”, pues en esa vía está TC, las personas debían seguir su camino para llegar a sus casas.

Esa avenida estaba cerrada en ciertos tramos y eran pocos los carros que circulaban pasadas las 16:00 y apenas diez personas optaron por caminar por ella. En el centro comercial Bahía Norte paró un vehículo de una empresa que funciona en la avenida Juan Tanca Marengo para dejar a una de sus trabajadoras que debía llegar a El Recreo, en Durán. Ella se bajó y cruzó toda la avenida para intentar buscar un carro que la llevara a su casa y si no, iba a avanzar hasta Samanes, donde vive uno de sus hijos.

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Las empresas de la zona estaban cerradas, algunas con su personal adentro a la espera de que se controle la incursión en el canal. Y cuando se logró controlar la situación, los trabajadores empezaron a salir desde varios puntos de la ciudad hasta sus hogares, quienes tienen carro ayudaron llevando a sus compañeros hasta sus casas o dejándolos en vías principales para que pudieran avanzar caminando.

Así llegó Ivette a Sauces. Un compañero la dejó en la Academia Naval Guayaquil y caminó unas diez cuadras hasta su casa. Fue la última de su familia en llegar a las 17:40.

A esa hora, padres de familia aún monitoreaban los expresos de sus hijos, pues no llegaban del colegio. Unos recorridos se completaron casi en la noche por el caos. (I)