En una esquina del barrio Las Cumbres, en Manta, donde vive Jacinto Bravo, han asesinado a cuatro personas. El primer crimen fue en julio del año pasado. Las víctimas se encontraban conversando en el portal de una tienda cuando fueron baleadas.

El hombre dice que los “finaditos” eran jóvenes, gente del barrio. Cuenta que el crimen los dejó a todos asustados. “Los huecos de las balas quedaron grabados en la pared de la tienda. La señora cerró por un tiempo, pero ahora ha vuelto a abrir”, narra.

Sin embargo, un mes después la historia se repetía. Esta vez fue frente a la tienda, cerca de una cancha. En agosto del 2023, dos hombres en una motocicleta llegaron adonde se encontraban dos personas y empezaron a disparar. Uno murió y el otro resultó herido.

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Bravo refiere que la gente empezó a asustarse. La Policía investigó las muertes, preguntaban en las casas a los vecinos si sabían algo, pero casi nadie les habló. Decían que los asesinatos se debían a una disputa por territorio para vender drogas, señala . La duda quedó latente en el barrio.

Los ataques continuaron. En los siguientes meses, más o menos en octubre, hirieron a otra persona. Y ya en febrero de este año, un hombre en una bicicleta mató a otro de los habitantes del sector. Sucedió cerca de una cancha de fútbol, donde había ocurrido uno de los asesinatos anteriores.

Para la Policía ya no hay dudas: el territorio está en disputa por la venta de drogas. En cambio, Jacinto Bravo prefiere no opinar de aquello. “El barrio no era así”, comenta.

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Solo en el 2023 la Policía decomisó 9 millones de gramos de drogas en el Distrito de Manta, Montecristi y Jaramijó. Esto serían unas nueve toneladas de alcaloide.

Émerson Luna, jefe de la Policía en Manta, señala que esa es más o menos la cantidad de droga que suele circular en el distrito (Manta, Montecristi y Jaramijó) para microtráfico, pero en los operativos se logra incautar gran cantidad de ese alcaloide.

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La Policía ha vinculado a varios asesinatos ocurridos en Manta la disputa por venta de drogas.

No obstante, en los últimos años ha surgido un problema, afirma la Policía. “Ya no hay dinero de por medio. Los canjes se hacen con droga y eso ha generado violencia. Es decir, les dan droga para que vendan, pero al final no consiguen todo el dinero y el vendedor le paga al proveedor con más droga. Este nuevo alcaloide lo ofrecen en otro territorio que ya está controlado por otras bandas. Entonces, surge la violencia para sacar a esa banda del lugar”, explica Luna.

En lo que va del año, 83 personas han sido asesinadas en el Distrito Manta, que incluye además a Montecristi y Jaramijó.

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Luna señala que, al faltar dinero o circulante dentro de las bandas que se dedican al microtráfico, se incrementan las extorsiones.

“Antes estos eran delitos planificados, ahora se convierten en una eventualidad. Secuestran a cualquier ciudadano y piden diez mil, pero terminan agarrando de 200 a 500 dólares”, expresa.

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El microtráfico es un sistema de venta de drogas al menudeo. Las sustancias son entregadas en barrios y vendidas en pequeñas dosis que van desde un dólar en adelante.

Las bandas delictivas se encargan de distribuir y comercializar el alcaloide, y grupos de pandillas suelen disputarse los territorios.

Un informe del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO) señala que el microtráfico se ha convertido en el sustento de familias en situación de pobreza.

En ciudades como Manta y Guayaquil se identificó la utilización de niños y mujeres embarazadas para la comercialización de drogas.

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