Ya vamos a cumplir un año discutiendo la pelea entre el expresidente Correa y el actual presidente Moreno. Se puede decir que hay dos grandes visiones en torno a esta contienda: (1) que es un tongo, que realmente no existe tal riña y están confabulados para permanecer todos juntos en el poder; (2) que Moreno, con todos los defectos que pueda tener, es la única esperanza que tenemos para realizar una transición hacia una democracia liberal con pesos y contrapesos donde los organismos del Estado no sean dependencias de un solo partido político. Pero los hechos han confirmado que lo que ha sucedido no es ni lo primero ni lo segundo.

Si la pelea fuese una farsa, debemos asumir que personas que llegaron a estar en el nivel más alto del poder se sacrificaron voluntariamente a pasar meses en la cárcel como parte del show. Esto es muy improbable.

Tampoco es creíble que el expresidente haya aprobado una estrategia que incluya que su sucesor muestre los trapos sucios de su administración, incluyendo algunas vacas sagradas como la Universidad de Yachay.

Dicho esto, que la pelea sea real no implica que Lenín es el salvador que nos llevará hacia la reconstrucción del Estado de derecho. Lenín Moreno acompañó el proceso de acumulación de poder de Rafael Correa desde muy cerca, incluso beneficiándose personalmente con una cuestionable estadía de tres años en Ginebra, que fue financiada por el Estado ecuatoriano sin que sea funcionario del mismo. Quizás por eso será que ahora le devuelve el favor al exmandatario pagando con fondos del Estado los tres funcionarios con rango diplomático dedicados exclusivamente a atenderlo a él (escuchar audio del secretario de la Presidencia Eduardo Mangas).

Además, ya estando en el poder Moreno ha demostrado que en el frente económico pretende hacer más de lo mismo. Más impuestos, más restricciones a las importaciones y a los movimientos de capital y más deuda.

También hemos visto cómo continúa la persecución a medios y periodistas. Esta semana presenciamos a Ochoa ser juez y parte en un proceso contra Teleamazonas. Fernando Villavicencio, que según dice Mangas en su audio denunció cosas que él sabe que son ciertas, continúa portando un grillete. Además, no ha realizado ninguna propuesta para eliminar la Ley de Comunicación, adecuadamente conocida como la Ley Mordaza.

Finalmente, el diálogo con empresarios fue para distraer. Asimismo, la Comisión Anticorrupción fue para restarle peso a la Comisión Ciudadana que iba ganando fuerzas con sus denuncias, las cuales Mangas dice que sabe que eran ciertas.

En conclusión, estamos presenciando un cambio de jefe, no de modelo. No podríamos esperar otra cosa de una administración liderada por Moreno, que nunca en diez años consideró necesario apartarse del proyecto autoritario de la Revolución Ciudadana. Peor aún si sus principales asesores son el exsandinista Mangas y Gustavo Larrea, quien nunca ha escondido su visión radical de la política.

La única esperanza es que por conveniencia política de los morenistas se termine eliminando la reelección indefinida. No es que lo hagan por una convicción republicana –tenemos indicios de que no la tienen–, sino por ganarle el juego de tronos a Correa. (O)