Starman

El 6 de febrero de 2018, la empresa SpaceX, fundada por Elon Musk, alcanzó otro hito tecnológico y comercial en su corta historia. Luego de los exitosos lanzamientos de sus cohetes reutilizables Falcon 9 para abastecer a la Estación Espacial Internacional, en aquel día lograron lanzar el cohete más poderoso del mundo actualmente en funcionamiento: el Falcon Heavy. Este cohete, con sus 28 motores, no solamente duplica la capacidad de carga en comparación con su seguidor inmediato, sino que lo hace al precio más barato del mercado por kilogramo lanzado, convirtiéndose así en el cohete más eficiente del orbe. Todo esto, sin ningún apoyo gubernamental.

Lo impactante de esta proeza tecnológica es que dos de sus tres cohetes regresaron a la Tierra para ser reutilizados en futuros viajes. Es más, los tres cohetes Falcon 9 que integran el Falcón Heavy, individualmente ya habían regresado varias veces a la Tierra, completando con éxito sus respectivas misiones. Estos asombrosos adelantos logrados por SpaceX siguen su curso, pues desde ya se prevé que el Falcon Heavy será sustituido a principios de la década de 2020 por un nuevo cohete con mayor capacidad de carga y completamente reutilizable para futuras misiones espaciales: el BFR ─en inglés, Big F… Rocket; no pregunten lo que significa la F.

Pero el exitoso despegue del Falcon Heavy no será recordado solamente por los notables logros tecnológicos y comerciales implicados, sino, sobre todo, por su “puesta en escena”. SpaceX realizó toda una producción que logra transmitir, holgadamente, un mensaje renovador de la exploración espacial que nos entusiasma tanto como en su día lo hicieron las misiones Apolo. Y es que, en lugar de utilizar un bloque de concreto para simular el peso de los equipos que llevarían al espacio –práctica usual en lanzamientos de prueba, como este– el Falcon Heavy fue cargado con el automóvil convertible de Elon Musk: un Tesla Roadtser de color rojo que el propio fundador e ingeniero principal de SpaceX donó para esta misión.

Pero, en este caso, el automóvil eléctrico que Musk manejaba todos los días para ir a su oficina –y que fue fabricado por su otra empresa, Tesla Motors– ya no fue “conducido” por él, sino por Starman, un maniquí vestido de astronauta cuyo nombre fue tomado de la homónima canción de David Bowie. En el tablero del automóvil lo acompañó una significativa frase: Don´t Panic (“No entres en pánico”), palabras extraídas de la famosa saga de ciencia ficción «La guía del viajero intergaláctico» del escritor Douglas Adams, como un consejo para los viajeros que deciden emprender una aventura espacial. Y de fondo, como no podía haber sido de otra manera, la referida canción de Bowie, que empezó a reproducirse apenas se abrieron los compartimentos de la última etapa del Falcon Heavy.

Ver a Starman “manejando” su convertible rojo con una sola mano, rumbo al espacio sideral, con la imagen de fondo de la Tierra –redonda, lisa, azul y blanca, en todo su esplendor– es una potente imagen que probablemente conformará el álbum de recuerdos de la presente época. SpaceX ejecutó a la perfección una idea orientada a llamar la atención del público en general y no solamente de los aficionados espaciales; un mensaje de esperanza a la humanidad, de lo que seremos capaces de lograr con tenacidad y objetivos comunes, en la exploración del sistema solar. Todo el proceso de despegue y entrada en órbita, así como el curso actual de la misión, sigue siendo transmitido en vivo por SpaceX, y está al alcance de un clic.

En «La guía del viajero intergaláctico» se aconsejaba no entrar en pánico antes de los viajes espaciales, a pesar de que estos pudieran ser largos y difíciles de entender. Este consejo, que Starman portará en el panel de su automóvil por miles de años, es para nosotros en la Tierra una frase de aliento frente a la aparente complejidad que enfrentamos cuando avanzamos en el rumbo hacia lo desconocido.