Denis Mukwege y Nadia Murad fueron galardonados el día de ayer con el Premio Nobel de la Paz 2018 en reconocimiento a su lucha y esfuerzo contra la violencia sexual a mujeres. Mukwege es un ginecólogo de origen congoleño que ha dedicado gran parte de su vida a ayudar a decenas de miles de mujeres violadas, desde bebés a ancianas, en gran medida como consecuencia de los conflictos internos de su país, habiéndose convertido también en un portavoz permanente en contra de la brutalidad de los ataques a las mujeres congoleñas y, como tal, ha sido objeto de atentados en contra de su vida. No cabe duda de que en el caso de Mukwege la designación del Premio Nobel es por demás merecida.

La historia de Nadia Murad, la otra receptora del Premio Nobel de la Paz, es igualmente conmovedora, especialmente cuando se conoce su relato de cómo fue secuestrada y negociada como esclava sexual por parte de los soldados en ISIS en agosto de 2014; se señala que el testimonio de Murad tiene una connotación especial al denunciar lo que siente una chica de 19 años, violada cada día por distintos hombres, mujeres convertidas en mero objeto sexual al servicio de una organización terrorista y desquiciada. Murad tuvo la suerte y la fortaleza necesaria para escapar de su tragedia, habiéndose impuesto como meta el denunciar de forma vigorosa las atrocidades cometidas en contra de las mujeres de la mayoría yazidí. Para cumplir con su objetivo, Murad decidió escribir un libro, Yo seré la última, constancia dolorosa y cruenta pero necesaria, habiéndose también propuesto llevar a los criminales ante la justicia internacional en La Haya.

Se señala que la concepción del Premio Nobel en este año ha sido totalmente oportuna e impecable, más allá de que se recuerde con marcada ironía que también estuvieron nominados para el premio personajes como Donald Trump y Kim Jong-un por sus conversaciones de paz; en todo caso se menciona que la designación de Mukwege y Murad repara una omisión inevitable, con mayor razón si se toma en cuenta la lucha abierta que mantienen hace algunos años, más allá de que se sugiera también que la lucha por los derechos de las mujeres recupera su esencial connotación con la designación del Premio Nobel, debiendo mencionarse asimismo que hay otras causas como la libertad de prensa, la lucha contra el hambre y la ayuda a los refugiados, que deparan una visión diferente en la lista de opcionados en el Premio Nobel.

La relevancia del premio es significativa también al momento de recordar lo que ocurre en el Ecuador, país en el cual existen cifras que evidencian la agresión sexual a las mujeres en niveles alarmantes. Una de cada cuatro mujeres señala que ha sufrido violencia sexual, mientras que un reporte de Unicef indica que una de cada diez mujeres fue víctima de abuso sexual cuando era niña o adolescente. ¿Falta de conciencia para dimensionar el problema de la violencia sexual en nuestro país?

(O)