Frente a lo nuevo, ¿cuál es el valor de lo viejo? Cuando en 1988 empezaron a circular los tomos de la Nueva historia del Ecuador –que serían quince–, este empeño editorial coordinado por el historiador Enrique Ayala Mora era entonces el mayor esfuerzo editorial por estudiar la trayectoria de nuestro país según el paso del tiempo. Esta obra colectiva recogía y sistematizaba los avances de la investigación histórica que se dieron a partir de los años setenta. Lo novedoso fue que el escrutinio de la realidad contó con métodos históricos y técnicas científicas actualizados. Nuestra historia era analizada con ojos nuevos.

Un comité editorial formado por especialistas supervisó el trabajo que culminó en 1995. La Corporación Editora Nacional –a estas alturas quizá la casa editorial más antigua en funcionamiento en nuestro país– fue la responsable de semejante esfuerzo. Los datos que exhiben son contundentes: los quince volúmenes contienen 4.330 páginas; del tomo 1 al 11 se estudian las épocas y los períodos desde 10.000 años a. C. hasta los comienzos de la década de los noventa; los tomos 12 y 13 traen ensayos de interpretación general e índices onomástico y étnico y geográfico. En total, 83 rigurosos estudios.

El volumen 14 es una cronología de nuestra historia comparada con sucesos latinoamericanos y mundiales. El volumen 15 contiene una colección de documentos básicos del pasado. Los ejes de la Nueva historia fueron: presentar protagonistas colectivos; ofrecer un análisis económico-social; exponer modelos de interpretación y las leyes que rigen los procesos; establecer una nueva periodización que reconocía a la vez fenómenos de largo plazo y ciclos cortos. Por eso irritó a los historiadores más tradicionales de entonces, quienes denunciaron que algunas posturas críticas sobre el clero, los terratenientes y los militares eran ofensas a la religión y una traición a la patria.

Cuando en 1996 ya circulaba la colección completa, Francisco Ávila Paredes detectó algunos récords de esta Nueva historia: era la obra con mayor número de colaboradores (más de 90); por amplitud de su contenido, abarcaba de 20.000 años a. C. hasta fines del siglo XX; contenía la bibliografía más extensa entre las de su tipo; inició el tratamiento temático de la vida cotidiana como sujeto de análisis del pasado. El asunto es que –esta vez con el auspicio de la Universidad Andina Simón Bolívar– acaba de presentarse la tercera edición de esta Nueva historia. Frente a lo nuevo, ¿cuál es el valor de lo viejo?

Los responsables de la obra consideraron actualizarla, pero decidieron mantenerla sin cambios ni añadidos. En la presentación inicial Enrique Ayala decía: “Esta Nueva historia no es una obra para siempre… hemos escrito esta Nueva historia para nuestro presente con la esperanza de que su mejor contribución sea volverse vieja”. Y así ha ocurrido. Ayala habla ahora de “impulsar la producción de una Historia contemporánea del Ecuador, que debe empezarse ya con la participación de nuevas generaciones de jóvenes que han engrosado las filas del trabajo histórico en estas últimas tres décadas”. Ojalá, en esa otra novísima historia, los viejos sigan tomando la palabra.

(O)