A propósito del denominado Día de la Mujer que en varios países, entre ellos el nuestro, se encuentra fijado para el 8 de marzo, se han reactivado una serie de debates, tanto acalorados como al parecer, inacabables. Los derechos de la mujer, que sin duda se encuentran mucho mejor que en cualquier tiempo pasado, todavía distan y bastante, de ubicarse en donde sería deseable como sociedad.

Paradójicamente existen sectores, algunos compuestos incluso por mujeres, que se han empeñado en plantear el análisis de los derechos de la mujer desde la perspectiva de “iguales derechos e iguales obligaciones”, como si viviéramos en una sociedad tan igualitaria que cualquier posibilidad de diferenciación o acción afirmativa generaría una distorsión en esa perfecta equidad. Posiciones tan dérmicas como estas se han convertido en himnos que se repiten como mantras por ciertos colectivos que desde su visión mononeuronal han hecho de la descalificación ligera a los grupos feministas su caballo de batalla.

“Feminazis” es un apelativo utilizado de forma recurrente, especialmente cuando se refieren a las lideresas del movimiento feminista, por quienes tratan de vendernos la idea de que feminismo y nazismo comparten una misma base conceptual y epistemológica. En un país en el que la mayoría de la población son mujeres, una ideología excluyente y asesina como el nazismo es identificada y superpuesta sobre una posición como el feminismo, tan “supremacista” que busca que la mayoría de la población pueda ejercer materialmente sus derechos, con la misma intensidad y amplitud que la minoría.

El nazismo buscaba la eliminación de aquellas personas que pertenecían a grupos nacionales o étnicos considerados como inferiores, el feminismo aspira a que ninguna mujer sea asesinada en su casa y por su propia pareja, que las mujeres puedan caminar por las calles sin ser agredidas y violentadas, que reciban el mismo salario que los hombres por hacer el mismo trabajo, que si deciden interrumpir una gestación forzada o no deseada no sean procesadas penalmente y condenadas por ello. En fin, solo la cortedad de conceptos e ideas de pequeños grupetes que sueñan con perennizar los privilegios patriarcales, así como el sojuzgamiento de la mujer en nuestra sociedad, hace posible que comparaciones tan estúpidas puedan ser propuestas públicamente y que algo tan poco inteligente sea usado para tratar de descalificar a quienes dirigen los movimientos que reivindican los derechos de la mayoría de la población.

Además de lo dicho, existen otras estrategias que los defensores de la tradición patriarcal utilizan para tratar de deslegitimar las reivindicaciones de género. El recurrir a la falacia es sin duda una de las opciones más utilizadas, por ejemplo usar casos excepcionales para a base de estos construir generalidades inexistentes. Así, cuando un hombre es asesinado por su pareja mujer, saltan eufóricos acusando a las feministas más visibles de utilizar una visión y discurso sesgados. Nos falta uno y ni uno menos, afloran por doquier en las redes sociales, como si estos eventos aislados fueran comparables a los más de 90% de casos de personas asesinadas en su hogar por su pareja, en que la víctima es mujer. Cuando se produce un femicidio por el contrario, insisten en que toda vida es igualmente valiosa y que más allá de lo contundente de las estadísticas, debe tratarse esta muerte con total abstracción de la perspectiva de género.

Las falacias comentadas también son utilizadas en ámbitos como el patrimonial o la crianza de los hijos. No falta quien, por ejemplo, desligue el amor que siente un padre hacia sus hijos, de su obligación de aportar patrimonialmente a su crianza. “No hay que mezclar los afectos con las pensiones alimenticias” he escuchado muchísimas veces, como si el que los niños no se alimenten, se eduquen o puedan ser curados del alguna enfermedad que les aqueje pudiera ser suplido por besos, caricias y arrumacos. Detrás de estas afirmaciones, lo de fondo es mantener a la mujer no solo materialmente a cargo de los hijos, sino económicamente dedicada a su manutención. De acuerdo con información proporcionada por el Consejo de la Judicatura el año pasado, más del 65% de los padres alimentantes (que en más del 90% de los casos son hombres) se encuentra retrasado al menos en dos pensiones alimenticias. Esto quiere decir, que más del 65% de madres al cuidado de sus hijos, que por ley deben recibir el aporte económico del padre de sus hijos, deben apañarse solas y destinar todos sus recursos a la manutención de su familia.

Mucho por hacer y reflexionar y nada para celebrar a propósito del 8M. Sobre todo mucho que arreglar y de qué disculparse. (O)