La última entrega del indicador Imacro, la Nº 46, de PROEstudios, analiza las tendencias coyunturales de la economía ecuatoriana y revisa las previsiones para 2019.
La revisión tiene en cuenta las metas explícitas (fiscales, externas, etcétera) del acuerdo suscrito por Ecuador con el FMI, pero no las “medidas duras” que aún se aplicarían en lo que resta del año. Esto, porque no se ha difundido, en detalle, el conjunto de opciones que serían adoptadas en ese marco.
El documento de PROEstudios difunde, por transparencia, las hipótesis de base del ejercicio previsional, práctica poco común cuando se entregan proyecciones elaboradas por instituciones públicas y privadas.
A la fecha, se han publicado dos proyecciones del PIB para el año 2019 respecto al año previo: -0,5 %, del FMI, y 0,1%, del Banco Mundial. Los cálculos de PROEstudios sitúan la proyección en 0,0%. Todos los resultados son, pues, prácticamente idénticos.
PROEstudios anota que el producto per cápita registraría una baja de 1,4%, que sería la cuarta del lustro 2015-2019 (salvo en 2017). La oferta final decrecería en 1,1%, vista la reducción esperada de las importaciones. El consumo final de los hogares bajaría un 1%; sin embargo, su participación en el PIB continuaría siendo alta. De las pruebas de consistencia se desprende que el efecto “palanca” de 2018 es alto y proviene del crecimiento del PIB y de su consiguiente inercia sobre el consumo.
El nivel de la formación bruta de capital caería en 2,3% (a precios constantes de 2007). Su participación en el PIB, en 2019, es de 23%, el menor coeficiente desde 2009; a partir de 2013 el cociente FBKF / PIB cae 5 puntos porcentuales.
Por industrias de origen, el valor agregado no petrolero decrece en una décima, en tanto que el petrolero se expande 1,0%. Todas las industrias (deducidos los otros elementos del PIB) crecen en 0,6% y el valor agregado del Gobierno baja 1,9% (frente a 0,0% en el consumo final de ese sector). Las industrias de mercado no petroleras incrementarían su valor agregado en 0,7%.
Los resultados de las proyecciones de PROEstudios para este año son exiguos. Se estarían –lo anota– “consolidando” restricciones que arrastran los agentes productivos desde hace ya algunos años, en particular bajas expectativas sobre el desempeño de mediano y largo plazos. En el corto plazo hay dudas derivadas del estilo recesivo del ajuste tipo FMI.
Con relación al comercio internacional e inversiones, PROEstudios refiere que este año se inició en medio de varias restricciones. Parecería que las “zonas grises” que afectan el intercambio mundial no se han disipado: i) políticas de corte proteccionista que continúan siendo impulsadas desde los EE.UU., antes promotor del comercio libre (¿lo reemplaza China?); ii) el cambio en definiciones importantes, lo que precipitó la salida de los EE.UU. del TPP a comienzos de 2018 y la renegociación del antiguo Nafta, asuntos que generan interrogantes sobre la viabilidad del comercio libre; iii) la guerra arancelaria EE.UU.-China –aún sin desenlace definitivo– y el involucramiento en la misma de la UE y Canadá, entre otros; iv) los retrasos que registra la OMC en frentes clave –la solución de controversias, por ejemplo– y en la probable redefinición de los objetivos de la Organización; v) la incertidumbre que experimentan las negociaciones que varios países de la región y del mundo habían emprendido en el campo comercial, en materia de bienes y servicios; vi) las dificultades en los esquemas de integración económica regional; vii) la persistencia de políticas comerciales que favorecen especialmente el comercio de bienes; viii) en algunos casos, entre ellos el de Ecuador, el limitado aprovechamiento de los beneficios potenciales que ofrecen los acuerdos vigentes, focalizados solo en ciertos segmentos; ix) en fin, la presencia de difíciles situaciones coyunturales, lo que obliga a realizar esfuerzos por su corrección y, paralelamente, a no dejar de lado el progreso tecnológico en industrias de punta y en la proyección de los servicios modernos a sectores productivos potencialmente competitivos.
Ha habido, así, un deterioro de la competitividad. Pero, desafortunadamente, sobre idéntica estructura tradicional y una poco diversificada canasta exportable. Esto es el resultado de esfuerzos muy limitados en materia de transformación productiva –hay además inversiones que no llegan– y del retraso significativo de la reconversión a nivel de industrias.
Hay, pues, necesidad urgente de un cambio en el manejo de la política comercial, teniendo en cuenta, sobre todo, que el país tiene, como lo ha observado PROEstudios, tareas complicadas en adelante, sin perder simultáneamente posibilidades en el voluble mundo externo.
En fin, todo esto exige siempre –digámoslo– análisis rigurosos. En 2017, el primer encargado de las finanzas públicas, por ejemplo, proponía, a más de la “devaluación fiscal”, que trae consigo una serie de problemas –lo recordamos ahora ante la evidencia de la grave crisis del IESS/Biess–, “que se (buscaría) reducir los costos de producción de las empresas a través de la disminución al aporte que hacen al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social” (CNN, julio 12 del 2017), sin plan alguno, a lo que la realidad, por supuesto, ha dado un claro desmentido. El ajuste basado en este tipo de “percepciones” no puede continuar. La ausencia de proactividad (planteamiento de una renegociación de la deuda con China, por ejemplo) también pasará factura.
Es hora de decisiones trascendentales, que lleven a evitar las “profecías autocumplidas”, vale decir, que no se favorezcan decisiones que perpetúan los errores de siempre. Oportunidad, transparencia y cambios inmediatos podrían aún tener su última oportunidad. (O)
La ausencia de proactividad (planteamiento de una renegociación de la deuda con China, por ejemplo) también pasará factura.