A lo largo de los años, la izquierda ha tratado de reivindicar el hecho de que son los únicos representantes políticos interesados en recuperar la memoria histórica de las naciones. Esta, de acuerdo con el diccionario del español jurídico de la Real Academia Española, es el “reconocimiento de situaciones jurídicas o derechos derivados de hechos históricos considerados durante un régimen dictatorial”. A pesar de esto, los militantes de las izquierdas han logrado también obviar partes que no consideran importantes de la historia, sobre todo las que no les convienen.

Uno de los acontecimientos que no deja de rondar mi cabeza es lo sucedido en un programa de televisión española llamado Las que faltaban. La semana pasada, en este programa de tinte feminista, una de las colaboradoras, Victoria Martin, autoproclamada influencer, guionista y cómica, tuvo la audacia de comparar a Ana Frank con un influencer de la actualidad, aludiendo que como los influencers, ella solo había publicado un libro. Además de que esta broma de mal gusto haya sido grosera, carecía de argumentos históricos relevantes.

La falacia central es que Ana Frank nunca publicó un libro. De hecho, al ser una alemana judía viviendo en Holanda, tuvo que esconderse durante dos años junto con su familia en un anexo construido por su padre y amigos en su oficina. Nada de esto fue voluntario, la realidad es que tuvieron que recurrir a estas medidas para evitar ser enviados a los “campos de trabajo” de los nazis.

Fue así como a los 13 años le regalaron un diario y empezó a escribir para pasar el tiempo y miedo que representaba vivir con la incertidumbre de que algún día los descubrieran. Lamentablemente, en 1944 Ana Frank, su familia y demás personas que se escondían en el anexo fueron descubiertas y arrestadas por policías del régimen. Todos fueron deportados al campo de concentración y exterminio Auschwitz. Posteriormente, Ana Frank y su hermana fueron trasladadas al campo de concentración Bergen-Belsen, donde debido a las infrahumanas condiciones del lugar murieron al contraer tifus.

La Segunda Guerra Mundial acaba tras la llegada de los soviéticos a Berlín, Adolf Hitler se suicida y la Alemania nazi se rinde ante los aliados. El único sobreviviente de la familia Frank fue el padre de Ana, quien decidió publicar el diario de su hija con la única intención de crear conciencia sobre los efectos de la discriminación, racismo y antisemitismo.

Quizá, la presentadora del programa no se informó suficientemente sobre lo sucedido durante el Holocausto, donde murieron aproximadamente 6 millones de judíos, 10 millones de civiles y prisioneros soviéticos, 2 millones de polacos no judíos y 500.000 discapacitados, gitanos y homosexuales (Museo del Holocausto, s.f.).

Burlar la memoria de Ana Frank y por ende la del Holocausto es un claro reflejo de la ligereza con la que se analizan las crisis humanitarias del pasado, pero también las del presente como las de Venezuela y Nicaragua. Que la memoria histórica no se convierta en una herramienta ideológica, sino en una herramienta para educar a las sociedades libres sobre las atrocidades que no debemos permitir que se repitan. (O)