La diabetes mellitus es una enfermedad grave, crónica y degenerativa, cuya presencia ha ido aumentando en el mundo en los últimos años. En América Latina, la prevalencia de diabetes en la población mayor de 20 años fluctúa entre 8 y 10 por ciento, según la ALAD (Asociación Latinoamericana de Diabetes). Particularmente en nuestros países, los malos hábitos alimentarios (sobrepeso/obesidad) y el sedentarismo son los factores que más predisponen a desarrollar la enfermedad. Su desarrollo es gradual y la gran mayoría de casos se presentan en personas que durante varios años –a veces décadas– han venido presentando alteraciones del metabolismo que preceden a ese estado permanente de glucosa aumentada en sangre. La diabetes tiene un alto impacto en los sistemas de salud por sus repercusiones en otros órganos: riñones, corazón, arterias, cerebro y nervios periféricos. Un paciente con diabetes estará siempre en riesgo de complicaciones y, cuando estas aparezcan, representará una fuerte carga económica tanto para la familia como para el Estado. No obstante tener un control regular de los niveles de azúcar en la sangre (glucemia), la diabetes –al igual que la hipertensión arterial– va degenerando silenciosamente otros tejidos sin que exista necesariamente evidencia clínica de enfermedad.

La insuficiencia renal crónica, el infarto cardiaco, las trombosis arteriales, los infartos y hemorragias cerebrales y la demencia vascular podrían prevenirse en cierto grado si fuésemos conscientes de que debemos mejorar nuestros hábitos y estilo de vida. Y si además hubiere historia familiar, la precaución debería ser mayor.

En los últimos años se ha prestado especial atención a un estado denominado “prediabetes”, que equivale a una especie de periodo intermedio durante el cual una persona mantiene niveles de glucemia por encima del rango normal pero no llega al valor establecido como diabetes (actualmente 126 mg/dL). Durante ese periodo intermedio, el estado de hiperglucemia va provocando los primeros cambios estructurales en los vasos sanguíneos. Varios estudios han demostrado que si se logra identificar ese grupo de individuos en riesgo e intervenir en sus estilos de vida, sería posible evitar su progresión a diabetes hasta en un 85 por ciento de los casos. La detección y el tratamiento tempranos de la prediabetes serían una buena estrategia de prevención de esta enfermedad epidémica. Para muchas personas, cuando se hace el diagnóstico de diabetes ya es tarde, pues varios órganos ya se han comprometido. La OMS ha señalado que para los países de Latinoamérica el incremento de la diabetes puede ser hasta el 160 por ciento en los próximos 25 años, una cifra alarmante.

Además de la glucemia alterada en ayunas, existen otros parámetros que podrían alertarnos de que estamos en riesgo de desarrollar diabetes en los próximos años. Factores como edad, índice de masa corporal, perímetro de la cintura, actividad física diaria, frecuencia de consumo de verduras, frutas o cereales, hipertensión arterial e historia familiar forman parte de un formulario de evaluación de riesgo y, por lo tanto, de intervención temprana.

El día 13 de noviembre ha sido declarado el Día Mundial de la Prediabetes. Es un llamado al orden en nuestro estilo de vida. Prevenir siempre será más fácil que curar. (O)