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Tener un espacio de opinión en un diario es una tarea de compromiso y gran responsabilidad. Como prestadora de servicios médicos desde hace ya muchos años, considero indispensable brindar a los lectores información veraz de condiciones, en materia de alerta y prevención de salud, que sean de beneficio para la comunidad. Y así como en la publicación anterior me referí a la prediabetes como una condición sobre la cual todos debemos tomar conciencia, en esta ocasión me referiré a un tema que, aunque no es nuevo, últimamente ha ocupado con frecuencia espacios de estudio y análisis en revistas científicas.

Hace algún tiempo, durante una reunión de trabajo entre profesionales de la salud, escuché a una psicóloga expresar su preocupación por los diferentes tipos de adicciones de adolescentes y jóvenes de hoy. Además de los videojuegos, los celulares y las tabletas electrónicas, que son tema diario, y a pesar de la existencia de innumerables artículos científicos acerca de cuán perjudiciales son para la salud, el uso de cigarrillos electrónicos se ha vuelto tan común que muchos lo consideran ya como una nueva epidemia. Una reciente publicación de dos médicos jóvenes guayaquileños, en la revista Mayo Clinic Proceedings (diciembre 2019), me convocó a compartir con ustedes su mensaje de advertencia e inquietud. En dicho trabajo, los autores se refieren a los “vaporizadores” (cigarrillos electrónicos) como los “nuevos asesinos a la vuelta de la esquina”.

Los cigarrillos electrónicos son dispositivos que funcionan con batería y que permiten la inhalación de un líquido que se ha convertido en aerosol luego de un proceso de calentamiento. Dicho líquido se inhala como atomizador y puede o no contener nicotina, así como otros compuestos con propilenglicol, glicerina, agentes saborizantes y aditivos. Tambien podría contener cannabis en diferentes proporciones. A este estado gaseoso de la sustancia se lo llama “vapor”, mientras que al proceso de inhalación se lo llama “vapear”. En el proceso de calentamiento intervienen metales como hierro, carbón, níquel, entre otros, todos tóxicos y potencialmente cancerígenos.

Desde su introducción en el mercado (2007), los cigarrillos electrónicos han sido promocionados como alternativa al tabaquismo o como un método para abandonar su hábito, y fueron adquiriendo mucha popularidad. La percepción inicial de su inocuidad ha sido echada abajo con la serie de reportes basados en evidencias del daño que provocan en el tejido no solo pulmonar, sino también cardiovascular. Cuando sus compuestos son sometidos a altas temperaturas, los productos resultantes son tóxicos, favorecen el estrés oxidativo y liberan mediadores inflamatorios que incrementan el riego cardiovascular, interfieren en el funcionamiento adecuado de las plaquetas y afectan el epitelio respiratorio alterando el intercambio de gases que normalmente sucede en cada respiración.

Se estima que existen en el mercado más de 7000 sabores de líquidos que pueden ser inhalados en cigarrillos electrónicos, algo que resulta atractivo para jóvenes y adolescentes, que piensan que son inocuos y menos tóxicos que el cigarrillo común. Aunque no tengan nicotina, la aspiración de estos seudocigarrillos ocasiona daño en el tejido pulmonar, muchas veces de carácter fatal. A ello se suma el riesgo potencial de adicción. La libre disponibilidad de estos productos a través de internet va ascendiendo a cifras alarmantes. (O)