Uno a uno caen los muertos por COVID-19 y por la debacle económica que está ya llegando con esta epidemia. Enfermos renales en etapa terminal no pueden recibir su tratamiento de diálisis y junto con los pacientes de cáncer están entre los más débiles ante esta enfermedad. Pero la alcaldesa de Guayaquil, que convocó a concurridas ruedas de prensa en el Municipio, que continuó manteniendo reuniones y no detuvo a Andrés Guschmer cuando defendió que haya público en un partido de fútbol, sale a calificarlos de héroes.

No son héroes, son muertos. No son héroes en plural. Son un padre, una madre, un hermano, una prima, un sobrino, una tía, con sus historias pasadas, sus esperanzas y sus deudos. Tampoco lo son los doctores, enfermeros y auxiliares, pues héroes no son quienes se enfrentan a una enfermedad sin que los preparen específicamente, con entrenamiento y equipo de protección personal. Ni quienes están impedidos de realizar una actividad productiva y se van a ir al traste con toda la familia.

El modelo exitoso de Guayaquil no era más que un apartheid moderno, en el que se blindó a los más ricos de los pobres, en los que “Rosita es parte de la familia” era solo un lema para cuando se cantaba el cumpleaños al patrón. En el que el hedor de la miseria por el hacinamiento y la falta de agua, trabajo y acceso a salud era el daño colateral de una realidad justificada como inevitable.

Dentro del acuerdo entre amigos que los gobiernos anterior y actual mantuvieron con Guayaquil, se han neutralizado mutuamente ocultando errores de esta calaña. Por eso la alcaldesa no señala con el dedo al ministro de Salud que se pasea por las barriadas de Guayaquil haciendo de operador político de un gobierno moribundo, cuando debería estar a cargo de todo el ámbito de salud mientras que alguien ejecuta la estrategia COVID-19.

Por eso la ministra del Interior puede exigir el uso de máscara en lugares públicos, pero no la de uso quirúrgico. ¿Qué máscara entonces, María Paula? ¿Tejida por la abuelita? ¡Pero si está muerta con COVID-19! Y sus familiares guardaron su cadáver por días porque ustedes no supieron responder. Habría sido porque el vicepresidente se paseaba por las calles regalando fundas con logotipo y presupuesto del Ministerio de Inclusión Social y Económica presidido por tu pareja.

En Ecuador nos encanta decir “no busquemos el error”; será por el peso de la colonia. Nos gusta compararnos con quien está peor para sentirnos bien; ahora será con Italia. Nos fascina decir “a ver pues, si tanto sabes hazlo tú”. Pero es claro que somos víctimas de cálculos políticos y económicos en los que el bienestar de todos no entra en juego. Como muestras, el allanamiento de morada y detención de un guayaquileño por delito de odio tras vituperar en redes sociales contra el Gobierno, y cifras que parecen dejar más dudas que certezas. En respuesta, el Municipio de Guayaquil ofrece poco más que ataúdes de cartón y nuevos camposantos. (O)