Por años le hemos endosado a la educación la responsabilidad del futuro. La educación es la solución. Sin embargo, como sociedad nos preocupamos poco de la realidad de los docentes, de su remuneración, de la investigación, formación en pedagogía, de las adaptaciones a los nuevos tiempos y formatos educativos, pero les exigimos sacarnos del subdesarrollo.

Dependiendo de nuestras posibilidades, buscamos el mejor colegio para nuestros hijos, y muchos, a pesar de la oferta de educación pública, han optado por los colegios particulares, asumiendo que estos tienen un costo.

Antes del inicio de este nuevo y caótico ciclo escolar, he sido testigo de ciertas discusiones que se han generado en relación con los cobros de matrículas y pensiones de los colegios particulares.

Las instituciones educativas han ido gestionando modelos de descuentos y facilidades de pago que parecieran ser siempre insuficientes para los apoderados, que, como todos, se han visto afectados por esta crisis y visualizan un escenario complejo donde, además de la escasez de recursos, tendrán que proveer de aparatos tecnológicos y acompañamiento a sus hijos para la educación virtual que se nos viene.

A esta ecuación hay que sumar la situación de los colegios, frente a un Ministerio de Educación sin agenda clara, las instituciones educativas han tenido que invertir en modelos de educación a distancia, capacitar a sus profesores, fortalecer equipos técnicos, redefinir los contenidos para los nuevos formatos, etc. Todo mientras intentan mantener a su plana docente y administrativa con un sistema que desde 2016 no tiene instrumentos legales que obliguen a los padres de familia a cancelar los valores acordados y autorizados, siendo el único sector que no tiene una garantía de cobro.

Eso los ha llevado a tener una cartera vencida de más del 30 % en la Costa. Sin liquidez, con políticos populistas tratando de sacar partido del tema, sin la certeza de los próximos escenarios, la educación particular no la tiene nada fácil, y es muy probable que en un corto plazo deban cerrar instituciones. Sin ir más lejos, para graficar el deterioro del sector de la educación particular, han pasado de representar el 40 % de la oferta educativa nacional a hoy ser solo el 19 %.

Entonces, hay que mirar un poco para atrás y volver a preguntarse: ¿Por qué escogimos el colegio en el que está nuestro hijo? ¿Qué y hasta dónde estoy dispuesto o debo ceder de acuerdo con mi situación? ¿Desde dónde me ubico para establecer mi relación con los colegios?

El virus ha venido no solo a hacernos daño y encerrarnos, nos ha llevado en este confinamiento a enfrentarnos a ciertas verdades esenciales.

Por un lado, han aparecido la solidaridad y colaboración, la búsqueda de respuestas conjuntas; por otro, nos hemos dado cuenta de que hemos estado viviendo en pandemias de egoísmo.

Pensando como colegios y apoderados, hay una verdad común: nadie escogió esto libremente, y para ninguno va a ser sencillo.

Pero las decisiones que tomemos hoy van a representar también qué tipo de sociedad queremos formar desde la educación. ¿Queremos una sociedad construida desde la colaboración? Entonces, desde ahí debemos empezar nosotros a definir nuestra relación. (O)