Las terribles experiencias de las economías del mundo causadas por la Gran Depresión de 1929 y la Segunda Guerra Mundial llevaron a la Comunidad Internacional de Naciones a convertir a la ‘Sociedad de Naciones’ en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), creada con el objetivo de evitar graves conflictos entre ellos mediante la aprobación de protocolos de aplicación obligatoria para lograr la armonía entre países. Se creó a la vez el Fondo Monetario Internacional (FMI) con el fin de dar apoyo a las naciones en sus periodos de graves desequilibrios fiscales y de balanza de pagos ocurridas por desgobierno o factores exógenos.

Los países con óptimas calificaciones de las Calificadoras de Riesgos Internacionales respecto de la salud de sus economías abren el apetito de los inversionistas para sus emisiones de bonos a largo plazo y a tasas de interés razonables, consecuentemente, cuentan con esa puerta abierta para obtener liquidez. Aquellos países que poseen moneda propia tienen la capacidad de emitir dinero sin respaldo, cuyo efecto es sacrificar los ingresos fijos de los ciudadanos y empresas por la licuación de la moneda local frente al dólar que ocasiona pérdida de valor de compra de los fondos de reserva y retiro, depósitos en bancos, inversiones en valores, créditos por cobrar de bancos y los patrimonios de empresas privadas y del Estado. La inflación causa la disminución del poder adquisitivo de la moneda local como nos ocurrió en el periodo 1981 a 1999. Se elevó el precio del dólar 1000 veces, de 25 sucres por dólar pasó a 25 000, hecho que dio lugar a la adopción del dólar como moneda de cuenta para gozar de equilibrio monetario dejando de emitir moneda propia. Volver a la emisión de moneda propia es el sueño de los pensadores y políticos de izquierda, populistas y alta burocracia, por la facilidad para financiar déficits fiscales y tapar los errores del desgobierno.

Cuando los países sufren crisis económicas por decisiones de políticas de Estado erradas y falta de previsión para acumular fondos para solventar las necesidades de dinero causados por factores exógenos, como fuertes fenómenos de El Niño, terremotos y otros, como la crisis mundial sanitaria y económica que nos afecta, su única alternativa es acudir al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, BID y CAF a solicitar créditos de emergencia y luego líneas para reactivación de la economía una vez conocidos los efectos de la crisis, la capacidad de pago del país y las medidas de política económica que se tomarían para equilibrar los gastos del Estado, como reducir la excesiva burocracia y gastos improductivos, tramitología, automatizar la atención a los ciudadanos, eliminar subsidios no focalizados, identificar oportunidades de crecimiento de la producción exportable y de consumo interno y posibilidades de aumentar la producción de petróleo y minerales, etc. Acordadas las medidas, se sujetan los créditos a las condiciones pactadas con el fin de lograr el equilibrio en el corto plazo y el crecimiento en el tiempo, pero la aplicación de esas políticas exige una buena gobernabilidad.

Los países con buena gobernabilidad cumplen con los objetivos de dirigir y conseguir desarrollo social y económico sostenible, logrando sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y los mercados. La buena gobernanza implica el acuerdo de pactos entre gobernantes y gobernados para generar oportunidades de crecimiento, mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos de menores recursos, crear las instituciones y normas necesarias para garantizar esos acuerdos, además de la buena orientación de las políticas, decisiones y acciones, implementadas eficiente y eficazmente. Esas son las claves del éxito de la gobernabilidad. En países con buena gobernabilidad, las políticas económicas son bien diseñadas y aplicadas para proporcionar estabilidad, crecimiento y herramientas para supervisar y controlar los diferentes factores económicos que sean importantes para la sostenibilidad de la economía. (O)

La buena gobernanza implica el acuerdo de pactos entre gobernantes y gobernados para generar oportunidades de crecimiento, mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos de menores recursos, crear las instituciones y normas necesarias para garantizar esos acuerdos, además de la buena orientación de las políticas, decisiones y acciones, implementadas eficiente y eficazmente. Esas son las claves del éxito de la gobernabilidad.