Se difiera o no la fecha de la primera vuelta electoral, la elección del 2021 es inexorable. Y así debe ser. Vivimos la peor crisis agonizante de la historia económica, social, política y moral. Pandemia y calamidad total. La corrupción, las mezquindades, el desencanto y la violencia podrían acabar lo poco que queda. Es vital contar con un gobierno de liderazgo firme, que actúe con la ley, la legitimidad democrática; y, dando certidumbre, seguridad y confianza.

En lo político son escasas las organizaciones que merecen ser consideradas con seriedad. El resto son casi nada. La mayoría han surgido desde o alrededor del poder y utilizando las gangas del Estado: alguien que manejaba el IESS, como cosa propia, sale rico con partido y ahora fugitivo. Otro, desde el mismo IESS, roba y salta con su partido, está sentenciado y desde su celda alquila su tienda política al caudillo que se esconde en Bélgica. Un exfiscal salió con otro partido. El esposo de la tesorera de los sobornos creó su partido. Dos hermanos del actual presidente tienen un movimiento nacional cada uno. Dos exprefectos, uno por ahí y otro por allá, con su partido. Todos, utilizando las instituciones del Estado como trofeo en provecho propio. Una familia populista de timadores, robando en los hospitales públicos y con partido propio. Un asambleísta procesado por corrupción tiene su movimiento político nacional. Todo esto es insólito.

¿Estas agrupaciones tienen alcance nacional?, ¿forman líderes?, ¿representan un pensamiento?, ¿tienen propuestas para salir de la crisis?, ¿una voz respetable que señale una senda? La respuesta es nada de nada. Solo expectativa de unas semanas de gloria mediática, financiados por el Estado, con los impuestos de la ciudadanía. El sistema de partidos es pobre y desdichado.

¿Qué hay?, la aglomeración de medianos y pequeños caudillos que operan a través de los tejidos clientelares. Salvo unos poquísimos casos, donde existe la voluntad y ánimo de construir organizaciones serias, aun así, son endebles o dependen de alguna personalidad. Este enjambre refleja el empobrecimiento extremo de la política y de la representación.

Asistiremos a un proceso electoral con abundantes organizaciones, la mayoría de pequeños caudillos y caciques. Se dirá, con pesimismo, que es lo que hay y produce la tierra. Pero así no vamos a ninguna parte, que no sea una mayor tragedia.

A propósito: discutible el examen especial de la Contraloría, que pide se borre del registro electoral al Movimiento Fuerza Compromiso Social, por inconsistencias en las firmas. Huele a persecución. Y eso hace daño. Siempre, quien es perseguido se engranda. Lo democrático es que los ciudadanos decidan con su voto. Además, en la Constitución y el Código de la Democracia están las causales de extinción. Correspondía al CNE cotejar las firmas. Respetar el principio de legalidad, la competencia y la jurisdicción electoral es necesario. Sacar de la contienda a una organización que, nos guste o no, cuenta con apoyo popular, es propio de regímenes arbitrarios. (O)